El 11 de marzo de 2004 un total de 192 personas perdían la vida y la inminente cita con las urnas pasaba a un segundo plano. La frenética campaña electoral llegaba a su fin de manera traumática. España nunca hubiera deseado levantarse esa maldita mañana, pero los asesinos habían sido muy escrupulosos a la hora de activar el despertador. Los españoles acudieron masivamente a las urnas el 14 de marzo. Durante los tres días que transcurrieron desde que los trenes de la muerte segaron decenas de vidas, España vivió sumida en la incertidumbre. Coalición Canaria asumió la presidencia de la comisión de investigación del 11-M por responsabilidad política. Antes ya habíamos demostrado una neutralidad incuestionable con motivo de comisiones de la trascendencia de la del GAL, el lino o Gescartera y a los nacionalistas canarios nos ha correspondido hacernos merecedores de la confianza que depositaron en nosotros las distintas formaciones que integran el arco parlamentario.
No creo equivocarme si afirmo que al pueblo español lo que realmente le preocupa es evitar futuras situaciones análogas, más allá de que se demuestre quién pudo buscar rédito electoral con estos terribles acontecimientos. Tampoco se trata de lavar honores mancillados. Simplemente que la verdad resplandezca. Como dijo Pilar Manjón durante su comparecencia ante la comisión: “Verdad, Justicia y reparación; reparación moral, porque el dinero no abraza ni consuela”. España no ha sabido o no ha podido hacer frente al fenómeno del fundamentalismo islamista. No descubro nada si afirmo categóricamente que esta comisión, además de evitar cualquier beneficio partidista y hacer que prevalezca el respeto a las víctimas, debe, a través de sus conclusiones, remarcar que la estrategia de seguridad en vigor hasta el 11 de marzo tiene que ser revisada, puesto que no resultó eficaz. Para ganar al terrorismo hay que adelantarse a sus atentados, hay que tomar la iniciativa, que sea el terrorista el que tenga que reaccionar ante nuestras decisiones. Por desgracia, 192 muertes nos enseñaron que el camino no era el adecuado. En todo caso, las urnas dictaron su sentencia y el PSOE se convirtió en la fuerza política más votada. Sólo estamos en condiciones de analizar unos pocos meses de un mandato que se sustenta más en el marketing político que en una clara acción de gobierno. Los gestos han sido muchos e, incluso, aplaudidos. Cabe esperar que la política de hechos sea una realidad a partir de ahora aunque, de momento, este Gobierno no pasa de “apuntar maneras”. Pero los ciudadanos demandan, como es lógico, algo más. Debemos destacar, igualmente, que el PSOE debe asumir su parte alícuota de responsabilidad en la reaparición del fantasma de las dos Españas. La crispación hoy existente es fruto del encono entre las dos fuerzas mayoritarias, sin que a ninguna de las dos se le pueda asignar una mayor parte de culpa.
Zapatero dijo en su discurso de investidura que iba a ser especialmente sensible con el Archipiélago. El margen de confianza se agota y se agolpan los fantasmas del pasado. No queremos retrotraernos a 1993, cuando la sociedad canaria reclamaba un cambio que impidiera la perpetuación de un modo de hacer política que se caracteriza por gobernar de espaldas a las demandas reales de un territorio que, por razones obvias, necesita de medidas diferenciadas. No es de recibo que se hable de un tratamiento especial para Canarias y que se dé largas por sistema a una reclamación lógica: que en Canarias se alcance la misma inversión media por habitante que en el Estado. Y tampoco tiene justificación que la cerrazón del PSOE sea amortiguada por sus compañeros de partido en Canarias. El cometido del PSC-PSOE es poner paños calientes a la intransigencia de Madrid.
Zapatero también enfatizó que ésta se convertiría en la legislatura de las autonomías. El proceso de desarrollo autonómico que iba mejor encaminado, el canario, liderado por la propia presidencia del Gobierno de Canarias, ha sido frenado a instancias de Madrid porque el plan Ibarretxe y los desencuentros en Cataluña así lo han exigido. Atrás quedan las vanas promesas de Zapatero de “mimar a Canarias”. De todas formas, los canarios nos hemos caracterizado, desde siempre, por poseer una paciencia infinita; rasgo que no debe confundirse con una recriminable displicencia. Hay margen para corregir el paso; los canarios no queremos que se nos tilde de victimistas, pero tampoco deseamos que se nos vuelva a dar de lado.
En lo que respecta a la política más próxima, no creo errar si afirmo que Canarias avanza sin prisa, pero sin pausa, lo que ha hecho que el Archipiélago esté en estos momentos mejor que hace un año. Es cierto que la política canaria está envuelta en cierto clima de crispación, pero el pueblo canario nunca perdonaría que por una confrontación política se lastre el desarrollo que puede alcanzar el Archipiélago.
Tras el cambio de Gobierno de las elecciones de marzo de 2004, el Ejecutivo canario no se ha echado al monte, ni ha optado por una estrategia de confrontación, ni ha bajado un punto sus reivindicaciones. Con el Gobierno socialista se ha mantenido una lealtad institucional impecable. Hablamos de un territorio, el canario, muy complejo. Todos sabemos que por muchos esfuerzos que realice el Gobierno canario siempre quedará algo más por hacer.
En todo caso, y en lo que respecta a la sanidad, podemos decir que todos los centros hospitalarios de las siete islas, en un esfuerzo en infraestructuras en el que se han invertido 70 millones de euros de recursos propios, están en marcha y que en 2004 las listas de espera de más de seis meses bajaron un 23 %. En Educación, los esfuerzos han ido dirigidos a primar las políticas de calidad y equidad, algo que se constatará con el futuro impulso de una ley de compensación de las desigualdades que se llamará Ley de la Educación en Canarias. Tampoco hay que perder de vista que la inmigración irregular ejerce un impacto en los servicios sociales que ofrece nuestra Administración. Llegado a este punto, es necesario seguir demandando mayor implicación de la UE, el mejor control de las aguas territoriales y fronteras y medidas concretas para luchar contra las mafias. Es imposible mejorar las prestaciones sociales con la losa de la inmigración irregular sobre nuestras espaldas.
En un entorno económico protagonizado por una recesión global, Canarias ha salido bien parada y se ha pasado de una tasa de paro –según la EPA- en 2003 del 12,10 % a una del 10,51 % en 2004, muy cerca de la media del Estado, sin olvidar que las tasas de empleo y paro femenino son mejores que la media estatal. Eso sí, quedan muchos frentes abiertos y a Coalición Canaria le corresponde, al ser la formación política que cuenta con mayor respaldo popular, encarar muchos de ellos. Desde la humildad, escuchando a los ciudadanos y reclamando en las instancias correspondientes lo que nos corresponde podremos garantizar y trabajar por un futuro mejor.