Canarias mira al futuro con la calidad como ‘obligada’ apuesta

Canarias se ha mantenido en 2004 como uno de los destinos turísticos más importantes del planeta. Pese a perder medio millón de visitantes extranjeros, el tirón de la industria turística ha sido suficiente para que las islas mantuvieran un crecimiento económico superior al dos por ciento. Un buen dato, cuando en Europa soplan vientos de crisis.

El futuro, sin embargo, nos obliga a reflexionar. La moratoria turística decretada por el Gobierno de Canarias no ha conseguido frenar el incremento de camas. Tenemos más plazas hoteleras que hace un año y menos clientes. Y eso -aquí y en Tombuctú- hace que los índices de ocupación bajen obligatoriamente. A este panorama hemos tenido que sumar en los últimos doce meses la aparición de una feroz competencia. Destinos como Egipto, Turquía o Croacia (en los que la mano de obra es casi tan barata como en el Caribe) han acaparado buena parte del mercado y, en el primer semestre del año, cogieron con el paso cambiado a empresarios y administraciones. A este explosivo cóctel se le hizo frente con una terapia de choque, a la que la patronal no dio el visto bueno: bajando los precios y aceptando a regañadientes la moda del todo incluido. Un lujo que no nos podemos permitir en unas islas en las que el turismo genera más del treinta por ciento del Producto Interior Bruto, mientras otro cuarenta por ciento sale del comercio, bares, cafés y restaurantes que conforman el sector servicios.

Salvado el escollo de 2004 de una manera más que digna (gracias a la fidelidad del turismo nacional), creo -y uno siempre corre el riesgo de equivocarse- que el futuro de estas islas pasa por dejarnos de hipocresías y apostar decididamente por la calidad. Por tener más hoteles de cinco estrellas y menos apartamentos. Más Costas Meloneras, más Meliás Botánicos, más Sheratons, más Bahías del Duque y menos búngalows. Sí, búngalows, con tilde en la ú, como tanto nos gustaba decir cuando se construyeron en los años setenta. La Reserva para Inversiones ha sido uno de los mejores inventos fiscales de los que han disfrutado las islas en su historia reciente y es vital que los empresarios dedicados a la hostelería sigan invirtiendo ese dinero (esos miles de euros, que se ahorran en impuestos) en renovar una planta hotelera que no sólo está obsoleta, sino que cada día nos recuerda más a un Benidorm o a un Lloret de Mar cualquiera. Ofrecer calidad y buen servicio es la única manera de hacer frente a destinos como Dubrovnic, Sharm El Sheik o Jamaica, que tanta fuerza han cogido en este primer lustro de milenio y con los que no podemos competir en precios.

Golf, cruceros…

Junto a esta renovación y la aplicación de la moratoria, estamos condenados a explotar al máximo una oferta de ocio complementaria al sol y la playa. Todo lo que tenga que ver con actividades al aire libre. A pesar de los vaivenes climatológicos que hemos sufrido en los últimos años, sería absurdo olvidar que Canarias sigue siendo el único destino europeo en el que es posible jugar al golf en diciembre, hacer submarinismo en enero o navegar sobre una tabla de windsurf en febrero. Si además somos capaces de ampliar nuestros servicios portuarios para consolidar un espacio en el atractivo segmento del turismo de cruceros, mejor que mejor. Sentadas esas bases, Canarias podrá empezar a mirar al futuro con mucho mayor optimismo. La reciente ampliación a 25 de la Unión Europea obliga a Bruselas a cerrar el grifo de las ayudas, pero abre la puerta a nuevos mercados.

A quienes desde la Administración sostienen la teoría de que la actual recesión turística obliga a apostar tanto por la cantidad como por la calidad y ven con buenos ojos la llegada de las líneas aéreas de bajo coste, me gustaría preguntarles si para ese viaje hacían falta estas alforjas. Si se imaginan a un pasajero que ha pagado treinta euros por volar en Rynair hospedándose en el lujoso Bahía Real… o a un cliente del Bahía Real comiendo en el mismo restaurante que los clientes de este chárter. Habría que preguntarles también, e intentar encontrar una sola respuesta dentro del mismo Gobierno de Canarias, por qué llevan años diciendo que nuestro petróleo es el sol y ahora lo queremos buscar debajo del agua. Claro, que para eso, a lo peor, habría que dar menos palos de ciego y tener las cosas un poquito más claras.

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