El progresivo calentamiento del planeta se hizo patente en Canarias en 2004 y sus habitantes padecieron el verano más caluroso y trágico de la historia. Trece personas murieron a causa de los ‘golpes de calor’ entre el 24 y el 29 de julio y los termómetros llegaron a marcar máximas que superaron los 420 C y mínimas nocturnas por encima de los 290.
La sensación de calor fue extrema esos días y se vio acrecentada por la calima procedente del Sahara, un fuerte anticiclón y un viento muy cálido que llegaba del norte de África. Los datos del Instituto Nacional de Meteorología confirmaban que el clima del Archipiélago, caracterizado por temperaturas suaves y constantes, se estaba -y se está- radicalizando de forma lenta pero progresiva y que las temperaturas extremas no iban a ser un hecho aislado del verano 2004. El 24 de julio, Canarias amanecía en medio de un intenso calor. Los días previos habían sido bastante bochornosos pero nadie podía esperar lo que se avecinaba: la ola de calor más prolongada en el tiempo -seis días- en la historia del Archipiélago.
Los perjuicios causados por las altas temperaturas fueron muchos y a las víctimas mortales hubo que añadir decenas de personas que tuvieron que ser atendidas en los hospitales, así como los daños que se produjeron en la agricultura y la ganadería isleña, pues siete mil hectáreas de frutales y hortalizas se vieron afectadas, lo que subió de forma considerable el precio de estos productos. Quizás los únicos que salieron ganando con las altas temperaturas fueron los comercios de electrodomésticos, que vieron como su volumen de ventas se quintuplicaba, ya que los canarios se lanzaban esos días a comprar aparatos de refrigeración y ventiladores para mitigar el sofoco.
La instalación en los hogares y locales de estos aparatos hizo que el consumo eléctrico se disparara hasta alcanzar picos de demanda neta hasta un 10% superiores a la de un día normal de julio. El consumo de agua también experimentó un incremento considerable y las desaladoras tuvieron que trabajar a su máxima potencia. Los datos del Instituto Nacional de Meteorología hablaban de cifras récord en las temperaturas medias registradas por más de la mitad de los observatorios de Canarias, las más extremas desde que se tienen datos meteorológicos, así como en las temperaturas máximas y mínimas de varios de ellos.
Lanzarote y Tenerife fueron las islas con las máximas más altas, con 42,9º y 42,6º, respectivamente, Gran Canaria y Fuerteventura llegaron a los 39º, La Gomera registró 38º de máxima, los termómetros en La Palma subieron hasta los 37,2º y El Hierro, pese a ser la isla menos calurosa, tuvo un pico de 31,2º. Y lo que es peor, las noches no dieron una tregua y entre el 26 y el 28 de julio la mínima nunca bajó de los 29º en Santa Cruz de Tenerife y Lanzarote. Pero si el día 24 comenzaba el calor insoportable, la voz de alarma saltó cuando comenzaron a producirse las primeras informaciones sobre víctimas mortales a consecuencia de la ola de calor, un total de trece, pese a que en los días siguientes el Colegio de Médicos rebajaba esta cifra al considerar que el calor no era el único causante de los fallecimientos sino otros factores entre los que se encontraban, según afirmaba este organismo, un mal cuidado de los ancianos, -los más vulnerables a situaciones climáticas extremas, tanto por parte de las familias como por parte de la administración. El Colegio fue muy claro y acusó a Sanidad de proporcionar una escasa atención a estas personas.
El fin de semana -24 y 25 de julio- fue sólo el preludio de una situación que se agravaría en los días posteriores y doce personas fueron atendidas en los hospitales canarios por cuadros relacionados con el calor. La primera muerte causada por las altas temperaturas se produjo el lunes 26: una mujer de 71 años sufría fiebre de 41 grados a la que se unían otras patologías, lo que produjo su fallecimiento. Las autoridades sanitarias confirmaban la segunda muerte en Canarias el día 28 y el Gobierno regional anunciaba que investigaba las causas de otros doce fallecimientos. Así, día a día, la cifra de afectados aumentaba hasta llegar el 2 de agosto, cuando se informó de la última víctima, una mujer de 90 años que había muerto en Gran Canaria durante el fin de semana anterior (31 de julio y 1 de agosto).
La ola de calor registrada en Canarias durante el mes de julio de 2004 puso sobre la mesa varias cuestiones como la importancia de crear una red adecuada de información al ciudadano para que éste sepa cómo actuar ante situaciones de este tipo, la necesidad de mejorar la asistencia sanitaria a personas o grupos de riesgo y, quizás la menos inmediata pero no por ello menos importante, la necesidad de reducir las emisiones de gases con efecto invernadero causantes del calentamiento del planeta, un calentamiento que está afectado de forma leve pero manifiesta al clima del Archipiélago, que se escapa de la permanente primavera para sorprender con veranos e inviernos más extremos.
Temperaturas extremas
Las temperaturas registradas en el Archipiélago cada vez son más extremas. Mientras que la media del mes de julio llegaba a los 30,50 C en 2004, treinta y cuatro años antes apenas llegaba a los 230 C. Lo mismo ocurre con la duración de este fenómeno, que cada vez se extiende más en el tiempo. Desde 1970 se han producido ocho olas de calor en las Islas y la del pasado año fue la más larga, con una duración de seis días, y con las temperaturas más altas, con máximas de casi 430 en varias islas. El resto de las olas de calor apenas alcanzaron los cinco días y durante ellas nunca se superaron los cuarenta grados centígrados. En el verano de 2004 fue el observatorio instalado en el aeropuerto de Lanzarote el que registró la temperatura más alta, 42,90, seguido del situado en el aeropuerto Reina Sofía (42,60), el del aeropuerto de Gando y el de Fuertenventura (390), el del observatorio de San Sebastián de La Gomera (380), el del aeropuerto de La Palma (37,20) y el de Valverde (31,20).