La tierra tembló y con ella el corazón de los canarios. El incremento de la actividad sísmica detectado en abril de 2004 sembró la alarma entre la población que, durante nueve meses, vivió pendiente del semáforo volcánico y de un color, el amarillo, el de la alerta. No era para menos.
Si hasta los primeros meses del pasado año lo normal era detectar unos ochenta seísmos o pequeños movimientos sísmicos al año, en aquellas fechas las islas llegaron a registrar hasta 180 en tan sólo diez dias. La alarma surgió en la última semana de abril, en la que se registró un notable incremento de la actividad sísmica, lo que obligó al Comité Científico de Evaluación de Riesgos Volcánicos a reunirse para analizar la situación. Los epicentros de los pequeños pero frecuentes seísmos se localizaron en La Guancha, Guía de Isora, Santiago del Teide y en el canal marítimo entre Gran Canaria y Tenerife.
A partir de este momento, 30 de abril, se disparan los rumores sobre una posible erupción. El delegado del Gobierno en Canarias, José Segura, sale al paso de las informaciones generadas y recuerda que Tenerife es una isla volcánica y que puede producirse una erupción “ahora o dentro de cien años”. Pero sus palabras no se quedan ahí y Segura, recién llegado al cargo, arremete contra el anterior gobierno y dice que, en los últimos ocho años, en Canarias no se había cumplido la ley de prevención de riesgos volcánicos.
Por su parte, los científicos aseguran que con los datos con los que se cuenta no se puede pronosticar una erupción volcánica, pero tampoco la descartan. Pasan los días y entre la población va aumentando la incertidumbre y hasta la desesperación. El 11 de mayo, Icod de los Vinos vuelve a registrar una cadena de seísmos y uno de ellos llega a los 3 grados en la escala Richter y es sentido por muchos vecinos de la zona. El teléfono único de emergencias, el 1-1-2, recibe más de cuatrocientas llamadas. Esa noche, muchas personas no duermen y algunos preparan las maletas por si tienen que abandonar la Isla. La preocupación se ha convertido ya en psicosis.
En Madrid, responsables del Instituto Geográfico Nacional (IGN) y de Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) se reúnen para analizar qué está pasando. Algunos técnicos del CSIC llegan a Tenerife y colocan instrumentos de medición de máxima precisión en las zonas que han registrado más movimientos. La temperatura no sólo parece estar demasiado alta bajo tierra, sino que en los foros políticos y científicos sube cada vez más y los cruces de acusaciones se intensifican. Joan Martí, vulcanólogo del CSIC, dice que las administraciones ignoraron el riesgo volcánico de Canarias y se queja de que ahora se quiera trabajar tarde, deprisa y mal.
El 8 de junio, las administraciones firman el Plan de Riesgos Volcánicos para Tenerife. Es entonces cuando se instala el semáforo volcánico que, a través de cuatro colores, determina la situación de alerta. Desde mayo de 2004 a febrero de 2005, éste permanece en amarillo, fase previa a la pre emergencia. El pasado 16 de febrero cambió a verde en lo que supone el regreso de la actividad volcánica a la normalidad. Pero mientras estuvo en amarillo los rumores no cesaron e incluso se llegó a precisar una fecha para la erupción: el 4 de octubre de 2004. Y surgieron historias de todo tipo, desde que el Teide explotaría y acabaría con la Isla, hasta que los hospitales se preparaban para hacer frente a una situación de tragedia.
Mientras, las autoridades políticas y las científicas no ayudan a la hora de tranquilizar a una población que cada día demanda información más completa y real. Y el vulcanólogo Juan Carlos Carracedo, que en un primer momento fue quien apuntó que Tenerife podría vivir una nueva erupción, critica ahora la actuación del comité científico del que no forma parte. Alerta del daño económico que se está haciendo a Tenerife por la alarma desatada y acusa al ITER de crear preocupación entre la población sobre una posible erupción que, en su opinión, de suceder no sería grave. Al final, pasan los meses, pasa el 4 de octubre y no llega la temida erupción. La cadena de seísmos disminuye y, poco a poco, todo regresa a la normalidad. Pero los expertos recuerdan que Canarias es tierra volcánica y que la tierra respira cada día.