Septiembre de 2004. La UD Las Palmas comienza una temporada más con incógnitas sobre su futuro. El equipo amarillo vuelve a tocar fondo tras su segundo descenso a Segunda División B, tras una temporada marcada por la continuas disputas internas, la inestabilidad, los embargos y una política deportiva empecinada en darle la espalda a la cantera.
El equipo había comenzado la temporada 03-04 confiando en un técnico grancanario, fiel a sus principios, a sus creencias, a su cantera. Juan Manuel Rodríguez asumió el reto y puso en marcha un equipo con muchas carencias, pero también con un impresionante futuro. Fue el año de la definitiva explosión de Rubén, pichichi de la categoría. Momo deslumbró con su calidad a media Liga de las estrellas y otros jugadores como Jotha o Adrián se hicieron con un sitio en la cantera del Real Madrid. El equipo deambulaba por la zona media de la tabla y sin ofrecer garantías de éxito en forma de ascenso, peleaba con honestidad y se batía lejos de la zona de descenso. Hasta la llegada al poder, una vez más, de García Navarro, en esta ocasión con todos los galones. Fue llegar él y venirse todo abajo.
Poco a poco, García Navarro fue desestabilizando el proyecto deportivo, desautorizando a su secretario técnico, Pepe de la Rosa, a quien le impusieron primero el cese del entrenador, luego el fichaje de David Vidal y, posteriormente, la realización de unos fichajes gravosos y nada rentables que llegaban de la mano de un intermediario con patente de corso para hacer y deshacer a su antojo dentro del equipo. Con él, con Juan Vergara, llegaron cracks como Sessa, Matheus, Jahic, Hietanen o Lindbaek (este auspiciado por Manolo Torres, otro viejo conocido de García Navarro). Esta política de refuerzos llegó además en un momento en el que el equipo acumulaba más de cinco mensualidades pendientes y con dinero fresco salido directamente de la talega del presidente, para evitar los embargos de Hacienda y Seguridad Social.
La derrota del Heliodoro
De la mano del técnico gallego el equipo comenzó ganando algunos partidos que reanimaron a una afición que de nuevo dio ejemplo de amor a unos colores. En algunos partidos se superó la barrera de los 20.000 espectadores. Pero el ambiente en el vestuario se había enrarecido definitivamente. Algunos jugadores cobraban, otros no, Vidal repartía las primas de una forma muy sui generis (él se quedaba con una parte)… Poco a poco, el equipo se fue hundiendo, sobre todo tras la derrota en el Heliodoro Rodríguez López, ante el eterno rival. Ese encuentro marcó una trayectoria ascendente de los blanquiazules y una cuesta abajo y sin freno de los amarillos.
Hasta tal punto llegó la crisis que Vidal fue destituido, lo que propició una nueva situación rocambolesca en la UD. García Navarro, asesorado por el entorno de Manolo Torres, decidió contratar a un entrenador de motu propio, sin contar con sus compañeros de consejo. Henri Stambouli, que así se llamaba el nuevo entrenador, estuvo cinco días al frente del equipo. Un par de entrenamientos fueron suficiente para palpar la contrariedad entre los componentes de la plantilla. Un partido, con derrota ante el desahuciado y colista Algeciras, motivaron la dimisión del francés, que se sintió maltratado por todos. El resto, un descenso anunciado que nadie pudo atajar y la sensación de que todo se iba al garete, que la UD estaba al borde del abismo, más que nunca. Sin recursos, con más de 60 millones de euros de deuda, en Segunda División B, denunciada por impago por casi todos los jugadores de la plantilla…
Tras salvar gracias a la intervención empresarial el match ball del 31 de julio, el consejo todavía capitaneado por García Navarro comenzó a planificar la temporada. Como casi siempre, todo se hizo al revés. Primero se contrató a un entrenador que no gozaba de las bendiciones del presidente, impuesto por sus compañeros de consejo. David Amaral llegó con todo en contra. Para colmo, García Navarro se blindó con la contratación de un secretario técnico que pronto empezó a mostrar sus diferencias con el técnico de Arico. A pesar de componer un plantel plagado de jugadores de superior categoría (Cacá, Jonathan Torres, Mena, Arzeno, Poueys, Ayoze, Cicovic, Ismael…) los resultados, poco a poco, pusieron cerco a Amaral. García Navarro llegó incluso a pedir públicamente su dimisión.
Llega Cobo Plana
Paralelamente a la mala situación deportiva, con un equipo soso y derrumbado, incapaz de ganar a nadie, en lo económico no se veía la luz. El túnel cada día se hacía más oscuro y más largo. Hasta que apareció el juez Cobo Plana, titular del Juzgado de lo Mercantil. Un personaje que de la noche a la mañana se hizo cargo de la situación con energía y fe en la supervivencia del club. Al juzgado llegó la UD Las Palmas por solicitud externa. Un intermediario, al que la UD debe cerca de 600.000 euros (por el traspaso de Álvaro y Baiano) denunció la situación ante el juez Cobo Plana y le solicitó que aplicará una ley nueva, con fecha de septiembre de 2004, la Ley Concursal. El consejo reaccionó al día siguiente solicitando la misma aplicación de manera voluntaria.
Para los profanos, la UD le solicitaba al juez la intervención de expertos en finanzas para sacar a la empresa de la quiebra o bien disponer el cierre de la actividad al considerar que ellos (el consejo) eran incapaces de hacerlo. El juez tomó las riendas y fue, poco a poco, tomando decisiones lógicas, pero que siguen sin aclarar el futuro de la entidad. De momento, y hasta la fecha, Cobo Plana provocó el cese de Amaral, hizo posible el fichaje de Carlos Sánchez Aguiar (lo que provocó algún problema de ficha con la FEF, a quien amenazó con embargar las cuentas), dejó sin funciones al Consejo que presidía García Navarro (por incapaces) y, tras una serie de intervenciones en los medios, logró impulsar la campaña de abonados y el apoyo de los empresarios que habían llevado a la UD Las Palmas hasta su juzgado.
Un futuro incierto
La UD Las Palmas afronta un futuro incierto, con independencia de lo que ocurra sobre el terreno de juego y que logre o no el ascenso a la Segunda División. Eso sí, con la presencia del juez Cobo Plana, y con la ayuda de los administradores concursales nombrados por él (Luis Cabrera, Bernardo Pinazo e Iñaki Urquijo), el club afronta el futuro desde una perspectiva diferente, con la seguridad de que llegará al 30 de junio, pero con la incertidumbre del concurso de acreedores, aún sin fecha, y del que saldrá una cifra, una deuda definitiva, con la que el club tendrá que comprometerse a cumplir en tiempo y forma de pago. Un incumplimiento más significaría el cierre definitivo de la empresa, una sociedad con más de cincuenta años de historia y con un hueco irremplazable en la sociedad grancanaria. Cobo Plana hizo su trabajo. A partir de ahora le toca el turno a la sociedad, que de momento confía en un joven empresario, Miguel Ángel Ramírez. Ha sido el único en dar un paso al frente, el único que asume la responsabilidad de recoger el testigo.