Pudientes sobre la cancha, pero muy pobres en los despachos

CB Gran Canaria y Tenerife Baloncesto firmaron un curso 03-04 para el recuerdo. En el plano deportivo y fuera de las canchas. Lo mejor, la confirmación de los amarillos en la zona media alta y la casi intachable tarjeta de presentación dejada por los blanquiazules. Lo peor, los apuros económicos de ambas entidades y, en el Unelco, la mala relación directiva-técnico, que le ha pasado factura a un club que un año después descendió a la LEB.

Quizá por su regularidad a lo largo de 2004, los méritos contraídos por el Gran Canaria merezcan una mayor atención. De la mano de Pedro Martínez, los isleños se han afianzado en la zona templada, aquella que permite no pasar apuros y, si la suerte acompaña, colarse entre los gallos y disputar las eliminatorias por el título. Precisamente eso fue lo que consiguieron los del Centro Insular. En 2004 se quedaron fuera de la Copa en el último suspiro y por el average particular. Buena parte de culpa la tuvo la Uleb Cup, otra pica en Flandes de los isleños –llegaron hasta octavos, eliminados por el Real Madrid– y cuya frenética dinámica les acabó mermando en la competición nacional.

Pero los amarillos se sobrepusieron –ganaron, por ejemplo, al Barcelona (65-56), y al Real Madrid en Vistalegre (82-93)– y llegaron frescos al final. Lo suficiente para entrar, por tercera vez en su historia, en los play off por el título. Por si no fuera suficiente, el Granca ganaba, ante el Barcelona –a la postre campeón–, su primer partido en unas series por el título y firmaba un séptimo puesto final que otorgaba a la entidad de Lisandro Hernández otro pasaporte para pasear su nombre por Europa.

Por esas fechas, el Tenerife Baloncesto intentaba asimilar una campaña agridulce, marcada por los más notorios de los contrastes. Ni en el mejor de los augurios, los blanquiazules hubieran soñado con alcanzar las 17 victorias (algunas de relumbrón como la conseguida ante el Tau o las dos logradas frente al Barcelona), aquellas que casi siempre le mantuvieron entre los ocho mejores. Sólo en el epílogo, y por ciertos trasfondos internos, los tinefeñistas se desinflaron. La guerra abierta y cruzada que mantenían el presidente José Manuel González y el técnico Paco García acabó jugando en contra de los intereses del equipo.

Fulminado Paco García el 23 de febrero en una operación muy bien estudiada por la directiva, el Tenerife quedó en manos de Iván Déniz, que sólo pudo arañar tres triunfos en las nueve últimas jornadas. El tropiezo final en Girona volatilizaba el sueño blanquiazul de verse luchando por el título. La digestión fue aún más dura. Ya durante el curso los jugadores habían avisado con varios plantes por falta de cobro; unas penurias económicas que quedaron al descubierto semanas más tarde, cuando una ampliación de capital de casi dos millones de euros estuvo a punto de devolver al representativo tinerfeño a la LEB. González, obstinado en su proceder, terco en sus formas, pero a fin de cuentas, el presidente del ascenso, se vio obligado a dar un paso al costado. El muerto cayó en manos de su delfín en el consejo, Juan Gutiérrez, que padeció lo indecible para recaudar un dinero que sólo gracias a la ayuda y presión del Cabildo llegó en tiempo y forma para que Tenerife siguiera con galones de ACB.

La temporada 04-05

La resaca tardó en irse y trajo consecuencias graves. Gustavo Aranzana fue el único legado positivo del regente saliente, muy poco para un Tenerife paralizado por la ampliación y que llegó tarde al mercado. Sólo restos de serie –Racca y Sims–, mientras buena parte de los artífices de la gran temporada anterior pasaban a mejor vida, en especial Sitapha Savané, que protagonizaba otro episodio de cambio de orillas… y ya como español. Con Hopkins mermado físicamente, el Tenerife deambuló sin rumbo en el inicio del curso 04/05 y se empeñó en coleccionar derrotas cercanas al escarnio, como la sufrida ante el Caja San Fernando (97-56), una situación que comenzó a ponerle rumbo a la LEB.

Más calmadas bajaban las aguas en la otra isla, pero sin un motor que garantizara llevar el barco a buen puerto. Auna dejaba de ser patrocinador y el Gran Canaria tenía en el Cabildo a su único salvavidas. En la cancha, los amarillos eran ajenos a los problemas económicos. No sólo se permitían el lujo de humillar a su rival en el derbi canario (63-93), sino que, en medio de otra andadura por Europa, firmaban la mejor primera vuelta de su historia, y con 15 partidos disputados ya habían sacado el billete para disputar la Copa del Rey. Era la confirmación y el fruto del trabajo bien hecho.

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