Siempre he creído que son cuatro los grandes pilares que sustentan una sociedad moderna. Sin sanidad, educación, justicia y seguridad no podríamos vivir, no lograríamos cohabitar en un país, en una región, en un territorio limitado como el nuestro. Y el gran rascacielos ha de ser enderezado, para evitar derrumbes, con elementos firmes de sujeción.
Tenerife, como toda sociedad moderna, reclama la creación de puestos de trabajo, modernas infraestructuras, industrias y telecomunicaciones innovadoras, la explotación lógica del suelo, una actividad comercial razonable, un desarrollo sostenible… Todo ello equivale a calidad de vida, a esa felicidad a la que se refirió el presidente del Gobierno de Canarias, Adán Martín, en su discurso de investidura. Lo contrario, el caos, nos precipitaría al odioso averno; navegaríamos, como dice nuestro ilustre Alberto Vázquez Figueroa, a la deriva. No es fácil resumir en escasos renglones la vida política (poco interesante, por cierto), económica y social de todo un año en una isla como Tenerife. Ni es mi intención pintar un paisaje lúgubre o tenebroso, aunque muchas de las pinceladas reflejarán marengos y tempestades.
Tempestades que a buen seguro habrán intentado espantar nuestros gobernantes insulares -aquellos que soportan la responsabilidad otorgada por los sufragios del pueblo tinerfeño-, pero que en ocasiones arriban de fuera, del lado opuesto a esos alisios que embellecen nuestros parajes y templan nuestros ánimos. Es el caso de la inmigración, tanto legal como irregular, que ha impedido el empleo de los tinerfeños a pesar de los esfuerzos institucionales por crear puestos de trabajo. Los nubarrones que voy a dibujar existen y, aunque no le faltarán argumentos al presidente del Cabildo para intentar diluirlos, se reflejan sobre los corazones de unos habitantes de Tenerife que anhelan que amanezca cada mañana con un nuevo sol. Porque por encima de balances políticos, de estadísticas más o menos pulidas y de discursos políticos bien diseñados, existe en la calle una sensación de parálisis institucional, un sentimiento de desazón. Hay miedo, un pálpito de que las cosas no marchan y de que pueden empeorar. Hay miedo social, inseguridad. Y pobreza.
Un balance detallado
La sanidad en la Isla ha dejado de ser tercermundista, como hace una o dos décadas, porque se han mejorado los grandes hospitales, y podemos congratularnos también de contar con excelentes profesionales, pero las infraestructuras siguen siendo un desastre, mucho peores que las de la vecina Gran Canaria, y las listas de espera quirúrgicas crecen cada día. No existe una gestión eficiente -así lo demuestran los sucesivos cambios en la cúpula- y sí suspensiones de consultas por falta de personal, sí costosos aceleradores lineales estropeados para tratar a enfermos de cáncer, sí 160 interminables días de media de espera para ser atendidos por un especialista, sí ausencia de financiación estatal para cubrir enormes costes –muchos de ellos provocados por los transeúntes–, sí desequilibrios a favor de Las Palmas, sí huelgas y protestas constantes… Cuando finalicen las obras y cuando se construyan esos dos hospitales en el Norte y en el Sur que tanta polémica han generado, quizás podamos hablar de una sanidad pública del siglo XXI.
La seguridad es una de nuestras asignaturas pendientes y una de las mayores preocupaciones de la población tinerfeña. Porque en las calles se respira inseguridad: los delitos y faltas anuales se cifran en torno a los cincuenta mil en la provincia tinerfeña, las mafias campan a sus anchas por el Sur de Tenerife –por mucho que lo nieguen los sucesivos subdelegados del Gobierno en la provincia, aunque luego Garzón, el juez, nos da la razón–, no hay partidas para recursos materiales y humanos e, incluso, se desata cada cuatro días una gran polvareda por el número de agentes en servicio en la Isla. Dicen que la futura Policía Autonómica paliará esta situación, pero tampoco las autoridades autonómicas y estatales se ponen de acuerdo con el modelo a diseñar. ¿Entonces? Bueno, quizás al año que viene bajen algo las estadísticas. Pero las peleas y los sucesos violentos no desaparecen de nuestras vidas.
La Justicia es otro nubarrón en nuestras vidas y no por el empeño de los profesionales, sino por esos miles y miles de expedientes sin resolver que se amontonan en las mesas y por la falta de personal. Hasta el propio presidente del Tribunal Superior de Justicia de Canarias ha reclamado que se incremente un quince por ciento la plantilla judicial para desempolvar esas torres de papel amarillento.
¿Y la educación? El comienzo de curso fue convulso en los centros escolares, las aulas universitarias se quedaron vacías por no lograr la homologación del profesorado, las cifras de fracaso escolar batieron todos los récords en los ámbitos nacional y europeo… ¿La educación? Triste, muy triste. Algo se nos ha ido de la mano en los últimos años. Es como una espiral sin fondo por la que fluyen ciertos equívocos, como que los padres deleguen la educación de sus hijos en los profesores, como que éstos no se sientan educadores, sino enseñantes, como que los niños pasen más horas delante de una pantalla… Necesitamos equilibrio. Pero no, los niños se vuelven locos deambulando por un laberinto que los sucesivos gobiernos se empeñan en enmarañar cada día con nuevas normativas o cambios legales del sistema. ¿Por qué este elevado fracaso escolar en Tenerife?
El clima, por tanto, no acompaña a la belleza innata de nuestra Isla. Tenerife se empobrece por la falta de infraestructuras, por la elevada inmigración, por el asentamiento masivo de personas de distinta procedencia en las faldas del Teide, por el desempleo, por la ausencia de inversiones, por la parálisis energética, por la crisis turística, por las luchas intestinas de los partidos políticos, por la falta de entendimiento…
Canarias, Tenerife también, ha recibido una auténtica avalancha de indocumentados en los últimos años, además de los miles de trabajadores que llegan como turistas en aviones o barcos y luego se subemplean alimentando la economía sumergida. El Gobierno del Estado, que tiene las competencias, ha abierto las puertas a la mayor regularización de inmigrantes de la historia que, en las Islas, afectará a miles de personas. Y así no podemos lograr el pleno empleo, como en Navarra o Aragón. Al contrario, nos encontramos ante una coyuntura de retroceso temporal de empleo, difícil de superar económica y socialmente si persiste la avalancha. De hecho, Tenerife es la isla que ha soportado en los cuatro últimos años el mayor crecimiento poblacional absoluto, con 107.000 personas más, y, aunque se han creado 49.000 puestos de trabajo, la cifra de parados sólo se ha visto reducida en 750 personas.
El turismo, motor de nuestra economía, puede entrar en barrena. El número de visitantes sigue a la baja, la planta alojativa se está quedando obsoleta y, encima, la fórmula del todo incluido tiende a arruinar el tejido empresarial en las principales zonas turísticas. Sé del esfuerzo del Cabildo y de la Consejería de Turismo por solventar esta situación, pero las ofertas procedentes de otros países empiezan a hacer daño. Eso sí, las gentes de Tenerife siguen siendo amables.
Y por último están las infraestructuras. Ha sido el año de la parálisis. Es preciso impulsar de una vez por todas las obras de infraestructuras necesarias que permitan a la Isla navegar con un rumbo claro y orgulloso -el del desarrollo sostenible- por el siglo XXI. Tenerife debe seguir siendo el motor económico de Canarias y para ello hay que invertir sin demora en su futuro. No es una simple opción, sino una exigencia para situarnos en condiciones de poder competir en el mercado globalizado en el que nos desenvolvemos en el mundo actual.
En 2004, se constituyó el Foro para el Progreso y Futuro de Tenerife, impulsado por la patronal tinerfeña CEOE y la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de la provincia, cuyo objeto es defender, de manera firme y compartida, los planes de desarrollo socioeconómico proyectados para nuestra Isla y, muy especialmente, la puesta en marcha de las grandes actuaciones en materia de infraestructuras, como el cierre del anillo insular, la segunda pista del aeropuerto Reina Sofía, el tendido eléctrico del Sur, el sistema ferroviario y el desarrollo de los puertos de Tenerife en su conjunto, que conlleva la ampliación del de Santa Cruz y la construcción del complementario de Granadilla. Estoy de acuerdo con todas estas actuaciones por el bien de Tenerife y rechazo, muy respetuosamente, las ideas de los movimientos ecologistas.
- Puertos. Si no contamos con un sistema portuario suficiente y eficaz, podemos estrangular nuestro propio crecimiento. El de Santa Cruz debe ser mejorado, ampliado y potenciado al máximo porque es punta de lanza para nuestra entrada en el mundo del transbordo de mercancías internacionales. El de Granadilla, cuando sea realidad, desahogará el capitalino y generará nueva actividad económica mediante la captación del tráfico de transbordo, la oferta complementaria de graneles líquidos y la incorporación de una energía limpia como es el gas natural.
- El cierre del anillo insular de carreteras. Es importante y estratégico para la Isla. La generación de puestos de trabajo y de renta en Tenerife se desarrolla fundamentalmente en una parte de nuestro territorio que es el Sur; de Granadilla a Santiago del Teide. Conseguir que la movilidad sea más rápida, más segura y menos contaminante para todos es básico. Además, alrededor de la mitad de los puestos de trabajo que se generan se cubren con foráneos y si el 75 % de estos empleos se completara con tinerfeños, lograríamos el pleno empleo. Por lo tanto, una de las metas sociales prioritarias debe ser acercar el Norte al Sur y éstos al resto de la Isla, recortar los tiempos de desplazamiento y reducir los riesgos.
- Segunda pista del Reina Sofía. Con la pista actual sólo se pueden cerrar 37 operaciones por hora y, con un incremento del tres por ciento anual, en 2015 superaremos las 45 operaciones por hora. Los puertos y aeropuertos son vitales para el desarrollo sostenido de la Isla, porque dependemos del turismo.
- Tendido eléctrico. Es imprescindible transportar la máxima energía al Sur de la Isla, cuya población, fija y flotante, se incrementa cada día. Un apagón supondría el fin de esta zona turística.
- Sistema ferroviario. El transporte guiado, el tren de alta velocidad de Santa Cruz al Sur, es el que menos territorio ocupa, es sostenible, el que menos impacta medioambientalmente, y el más seguro, barato, puntual y mejor adaptado a movilidades restringidas de parte de nuestra población.
No quiero cerrar este análisis sin dejar claro que, a pesar de los nubarrones, Tenerife sigue siendo un paraíso. Un paraíso que me acogió hace ya 17 años y que no pienso abandonar por nada del mundo. Se ha trabajado desde las instituciones y poco me he referido a la gestión, porque he preferido enumerar lo que queda por hacer. Pido perdón por ello.
Por cierto, ¿la prensa? Bien, gracias.