Para que no se me tilde de idealista o se me considere utópico, me conformaría por lo pronto con que los profesionales de la comunicación procuraran evitar ser ellos mismos el centro de la propia noticia.
Difícilmente podría yo aportar algo más de interés en relación con el objetivo de este Anuario a lo que han hecho con autoridad y rigor otros profesionales que conocen desde dentro los distintos medios de comunicación. Yo, que cada vez tengo mayor consciencia de mi propia ignorancia, me resisto a opinar de lo que no domino; algo que, por cierto, he aprendido -como muchas otras cosas- de mi curiosidad y de mi admiración por los medios, que frecuento a diario, pues, si amplio es el mundo de la ciencia, innumerables son los acontecimientos susceptibles de convertirse en noticia y difícil, además de subjetiva, la valoración de su importancia.
Por el compromiso académico que implica mi dedicación docente en la Facultad de Ciencias de la Información y por el cargo que me honro en desempeñar, he procurado adentrarme en el apasionante mundo del Periodismo, tratando de relacionar mi especialidad filológica con las variadas materias que constituyen el interesante y atractivo programa de su plan de estudios con el fin de contribuir mejor a la formación de los profesionales de la comunicación. Y fruto de este enriquecedor acercamiento han sido algunas investigaciones, dirección de tesis de doctorado en Ciencias de la Información e impartición de cursos relacionados con estas disciplinas. Así, pues, desde esta perspectiva académica y no desde la profesional, tómense estas reflexiones que modestamente aspiran a contribuir a la mejora de la calidad de los medios en nuestra Comunidad.
Seguramente incurriría en repeticiones innecesarias si, sin más contactos con los restantes participantes en este Anuario, entrara en la valoración de las noticias más relevantes de 2005 en nuestro ámbito o en ámbitos mas amplios: las consecuencias del tsunami acaecido en los últimos días del año anterior, la definitiva confirmación de la inutilidad y de las horrorosas consecuencias de la guerra de Irak, los primeros brotes de la gripe aviar o la realidad de una ley esperada por muchos, la que reconoce el matrimonio entre personas del mismo sexo. No voy, pues, a analizar las noticias ni a valorar los acontecimientos más relevantes del año que ya pasó, pero permítaseme que con el pretexto de esta invitación con que me honran, realice desde la perspectiva académica unas reflexiones relacionadas con las producciones de nuestros medios -que en muchos aspectos están a la altura de la mejor prensa nacional- combinando dos criterios: el periodístico, atendiendo a las cinco preguntas que, según la escuela norteamericana, debe formularse cualquier profesional de la información en el momento de elaborar una noticia (qué, quiénes, cuándo, dónde y por qué), y el lingüístico, utilizando un concepto, el de campo semántico, muy útil para el análisis de contenidos informativos.
Y es muy posible que si cambiáramos el dónde, el lugar donde ocurren los hechos (Canarias), por el de otra comunidad los resultados podrían extrapolarse a distintas realidades del panorama mediático nacional. Porque en un rastreo -no exhaustivo- por un buen número de titulares encontramos, por ejemplo, con que los qué más frecuentes (los acontecimientos o las acciones que constituyen el tema de la noticia) estaban relacionados con sustantivos de un campo ideológico con innegables connotaciones negativas: acusaciones, condenas, denuncias, detenciones, inculpaciones. Los quiénes (los protagonistas de la noticia) se correspondían con sujetos, o grupos, de dudosa moralidad: bandas callejeras, criminales, delincuentes, ladrones, mafiosos, maltratadores, sicarios, traficantes. Y, por último, los porqués (las razones de los acontecimientos) poseían, igualmente, rasgos semánticos comunes relacionados con acciones reprobables: agresiones, amenazas, asesinato, cohecho, corrupción, estafa, fraude, malversación de caudales públicos, soborno, tráfico de drogas, tráfico de influencias, violación, violencia doméstica.
Combinemos estos elementos y obtendremos los tipos de noticia más frecuentes en ese año de 2005 (y lo que va de 2006). Lo peor, y esto está dejando ya de ser informativo, es que, cada vez con mayor frecuencia, aparecen algunos quiénes que se identifican con nombres de políticos, periodistas, jueces y magistrados. “El mejor oficio del mundo”, así lo calificaba Gabriel García Márquez, no puede resignarse a caer en lo que ha venido a denominarse la tabloidización ni en el ombliguismo, y debe evitar contagiarse de las malas maneras de quienes aspiran a conseguir sus metas con métodos espurios e inconfesables. El nuevo Periodismo reclama con urgencia una profunda renovación: una nueva ética, una nueva gramática, una nueva estética.
Espero confiadamente -vana esperanza- el día en que los qué se verbalicen con sustantivos valorados de forma positiva: felicitaciones, galardones, obsequios, premios, recompensas, reconocimientos; los quiénes se refieran todos a personas corrientes, pero íntegras: artistas, deportistas, docentes, empresarios, escritores, funcionarios, intelectuales, investigadores, obreros, trabajadores (también políticos, periodistas, jueces y magistrados); y los porqués sean motivos -de relevancia tan poco significativa en estos momentos- como desempeñar un cargo con honradez, realizar un buen trabajo, protagonizar una acción noble, concluir una investigación, producir una obra de arte…
Mas, para que no se me tilde de idealista o se me considere utópico, me conformaría por lo pronto con que los profesionales de la comunicación procuraran evitar ser ellos mismos el centro de la propia noticia, que trataran de no convertir en noticiables tantas acciones execrables y que, por el bien de nuestra Comunidad, intentaran -como deseaba Ortega- “llevar la periferia al centro y hacer centrales todas las periferias”. Me conformaría, en fin, con que se propusieran como una de sus misiones principales –además de las de informar y entretener- la de formar a los lectores y a la audiencia. “Ejercer el periodismo”, afirmaba Carlos Fuentes, “es una forma de ejercer la libertad social: el periodista es factor indispensable para que los hombres y las mujeres, bien informados, actúen política, social y personalmente para mejorar su entorno”. Y, con la ilusión y el entusiasmo de conseguir formar a estos profesionales que nuestra sociedad demanda, trabajamos en la Facultad de Ciencias de la Información.