No se trata de ponernos más medallas de las que nos corresponden en este maratón estatutario, de creernos más naciones que nadie. Se trata de mirar al mapa y saber dónde estamos y qué debemos hacer.
El año 2005 que terminamos de cerrar ha significado, a nuestro entender, un ecuador en lo que se refiere a las expectativas de desarrollo de Canarias y de su nueva entronización en los marcos de convivencia que significan la España y la Europa de nuestros días. Un año crucial para medir el ayer y el hoy de nuestro pueblo en ese diálogo necesario con estructuras políticas y económicas como las citadas. En 2004, en mayo, la Unión Europea incorporó diez nuevos países, casi todos con rentas por debajo de la que hoy disfrutamos en Canarias, lo que nos alejaba ya definitivamente de muchos programas solidarios de la Europa rica. En 2005, hemos tenido que renegociar, en ese recién estrenado escenario de una Europa de veinticinco miembros, el actual régimen de ayudas a las empresas canarias, los artículos 25, 26 y 27 del Régimen Económico Fiscal, artículos vinculados a incentivos a la inversión y de exenciones de impuestos a empresas radicadas en Canarias, al régimen especial de las empresas productoras de bienes corporales, empresas con actividades industriales y pesqueras, agrícolas y ganaderas, y todo lo relacionado con la polémica y ambigua Reserva para Inversiones en Canarias, y en esa renegociación se ha producido una prórroga de tales ayudas por un año más.
En 2006, y en virtud de haber superado la media de la renta europea, está claro que los fondos estructurales y las ayudas en cuanto a infraestructuras y formación de capital humano, sufrirán un descenso, si no una desaparición general. Y en 2008, la Zona Especial Canaria, la ventana abierta al sector industrial y comercial, agota su vigencia y hay que volver a negociar con la Comisión Europea. Una Zona Especial que tras años de puesta en funcionamiento aún no ha cubierto sino el cinco por ciento de la superficie otorgada en 1994 por las autoridades europeas y sobre la cual se ciernen más nieblas que claridades ante su prórroga futura. Esta agenda coloca muchas de nuestras expectativas económicas básicas en situación precaria y nos debe alentar a la construcción de unas estructuras de ese sector económico de acuerdo a las estructuras políticas e institucionales que exige una autonomía de verdad, sin medias tintas. Una autonomía donde igual que controlemos nuestra propia hacienda, como hacen ya el País Vasco y Navarra, también seamos responsables de nuestra propia seguridad o de la vigilancia y tutela de nuestras fronteras.
La construcción de una nación implica la responsabilidad de ser autosostenibles en lo institucional, lo político, lo económico, lo social y lo cultural, más allá de viejos asesoramientos y apoyos externos, como los experimentados por Canarias desde hace más de quinientos años. El proyecto político del PNC no es sólo una oferta política más en el gran mercado de las organizaciones de obediencia canaria o de obediencia externa, es la oferta que plantea de verdad una defensa de:
1.- Nuestros paisanos, de su dignidad y de su derecho al trabajo, a la educación, a la atención sanitaria y a sus coberturas sociales.
2.- Nuestras fronteras, hoy sin control, y de nuestro territorio, amenazado por la ciega especulación. Pan para hoy y hambre para mañana.
3.- Una concepción de la democracia donde las mayorías no sean enemigas ni cierren el paso a las minorías emergentes, como sucede con la ley electoral vigente.
4.- Nuestro derecho a relacionarnos directamente con otros pueblos, a establecer cooperaciones transfronterizas y a solventar los contenciosos pendientes.
5.- Nuestra propia voz en la Europa de nuestros días. Hay que seguir negociando con la nueva Constitución Europea en la mano o con el Tratado aún vigente no sólo a través de reglamentos y decisiones, sino también de leyes y leyes marco europeas, como afirma el Consejo Económico y Social de Canarias.
Las naciones sin Estado han de seguir planteando sus derechos ante esa misma Europa, derechos como:
1.- Delimitar sus fronteras marítimas, en nuestro caso.
2.- Frenar la hiperpoblación con cláusulas de salvaguarda que impidan la libre circulación de personas y de mano de obra.
3.- Velar por nuestra seguridad ciudadana.
4.- Definir nuestro modelo económico reequilibrando todos esos instrumentos activados y conocidos como REF + Poseican + REA + fondos estructurales y de cohesión en un mercado potencial de 450 millones de ciudadanos (que pagan) y del que no podemos aislarnos ni turística, ni agrícola, ni tecnológica, ni comercialmente, ni mucho menos como receptores de fondos cuyo empleo hay que vigilar exquisita y rigurosamente.
5.- Frenar nuestro deterioro medioambiental (nuestra agricultura -reciclada, si es necesario- como dique ante ese proceso).
6.- Fortalecernos ante nuestras relaciones con África como país pacífico, estable, próspero y solidario.
7.- Ayudarnos a culminar objetivos como el pleno empleo, las protecciones sociales y aumentar el nivel de educación, formación y protección de la salud humana de nuestro pueblo.
8.- Nuestra Hacienda, nuestra Seguridad, nuestra Justicia.
9.- El control de nuestros recursos naturales, de la energía y de las telecomunicaciones, de los puertos y de los aeropuertos.
10.- Nuestro estatuto jurídico-político como pueblo con derecho a autogobernarse y a legislar para su jurisdicción.
Quizá haya sido este derecho a gozar de un estatuto jurídico-político el que ha protagonizado el debate en los últimos seis meses del año 2005 y no con los resultados esperados. Abierto el melón de las reformas estatutarias de los pueblos de España, Canarias no puede correr el riesgo de verse postergada en su consideración de pueblo diferenciado. Ya estuvimos a punto en 1978 de quedarnos convertidos en una comunidad de segunda en el entramado estatal cuando, por regla de tres simple y de elemental política, estábamos obligados a exigir un acomodo muy diferenciado en la Constitución de entonces. Más diferenciado, con todas las razones geoestratégicas, históricas, económicas y políticas, que vascos, catalanes y gallegos.
Y no se trata aquí de ponernos más medallas de las que nos corresponden en este maratón estatutario, de creernos más naciones que nadie. Se trata, simplemente, de mirar al mapa y saber dónde estamos y qué debemos hacer para lograr un diálogo más fluido con el Estado español, con la Europa de nuestros días y con ese mundo cada vez más interrelacionado económica, tecnológica y culturalmente.