La iglesia católica no necesita un canal de televisión. ¿O sí?

¿Para qué quiere la iglesia católica un canal autonómico de televisión? Después de varios años trabajando en COPE, he comprendido la relevancia de que la Iglesia disponga de una radio propia para transmitir sus informaciones y para difundir su forma de ver la vida.

Cada vez son menos los espacios que ofrecen los medios de comunicación para que el mensaje cristiano llegue a los fieles y al común de los ciudadanos. Peor aún, muchos grupos mediáticos únicamente tratan los asuntos relacionados con la religión para transmitir informaciones negativas o para criticar su doctrina. No es el caso de Canarias, pero tarde o temprano llegará esa corriente despreciativa. Por este motivo, la concesión de la licencia autonómica de la Televisión Digital Terrestre al grupo COPE ha supuesto una gran alegría para las dos Diócesis de Canarias. Estoy convencido de que Popular Televisión -así se llama la marca audiovisual de la COPE- se erigirá como un proyecto sólido y serio. Su programación no apostará por competir con contenidos soeces; al contrario, se mantendrá fiel al ideario que siempre ha caracterizado a esta casa y con los contenidos canarios propios de un canal autonómico.

Las Diócesis Nivariense y Canariense afrontan en los próximos años un reto crucial: aplicar las líneas de trabajo que se han trazado en sus planes de Pastoral. La Diócesis de San Cristóbal de La Laguna (que incluye las islas de La Palma, La Gomera, El Hierro y Tenerife) ha elegido el lema Haz memoria de Jesucristo Resucitado. Se trata de una frase de la Segunda Carta de San Pablo a Timoteo que a todos nos interroga: ¿He olvidado a ese Jesús del que me hablaban de pequeño? ¿Es sólo un personaje histórico que vivió hace más de 2.000 años? ¿Ha resucitado realmente? ¿Jesús forma parte de mi memoria o de mi vida? Así podríamos jugar con sus palabras durante varios párrafos; sin duda, se trata de un acierto porque consigue el efecto de aldabonazo en nuestra conciencia.

Para el Plan de Pastoral de la Diócesis de Canarias (Lanzarote, Fuerteventura y Gran Canaria), se ha elegido una frase del Siervo de Dios Juan Pablo II de la Encíclica Redemptoris misio: “¡La fe se fortalece dándola!”. La preocupación por transmitir la fe y por vivirla con más profundidad se respira rápidamente al conocer este lema. Por tanto, ambas Diócesis, en sus programas de trabajo para los tres-cuatro próximos años, no esconden su inquietud por la cantidad de cristianos que se han alejado de la fe. Se habla con claridad de una nueva misión que sirva para vigorizar la vida interior de los que permanecen y para llevar el evangelio a los que se han distanciado o a los que nada conocen.

A nadie se le escapa que se trata de un objetivo complicado, pero a la Iglesia le va la vida en su consecución. De aquí que todos los medios que contribuyan a esa meta son bienvenidos. El canal autonómico no constituye una herramienta más. Yo lo llamaría la herramienta por excelencia. Las palabras de un cura en la homilía solamente llegan a una mínima parte de la comunidad a la que hay que transmitir el mensaje, sólo llega a sus parroquianos, y, con frecuencia, hasta éstos desconectan. Pero es más: aunque el sacerdote sea un buen comunicador, sólo cuenta con su voz y sus palabras. Sin embargo, el mundo en el que vivimos se mueve por impactantes anuncios publicitarios, por atractivos audiovisuales, por las nuevas tecnologías… En definitiva, por instrumentos que el párroco no utiliza para transmitir su enseñanza.

La televisión sí llega a todos, y entra en cualquier hogar. Los contenidos elegidos para emitir ya hablan de la realidad cristiana, además de los programas religiosos específicos. Un canal también sirve para defenderse de ataques externos, para explicar la cantidad de obras sociales que realiza la Iglesia o para reivindicar, por ejemplo, la restauración de la Catedral lagunera, que ya lleva más de cinco años cerrada al culto. Confío plenamente en que las Diócesis construirán un proyecto televisivo satisfactorio. Estoy convencido de que será una ventana formidable para la transmisión de la fe y para dar a conocer el enfoque cristiano de los asuntos cotidianos. No obstante, caeríamos en una falsedad si pensáramos que una televisión lo puede resolver todo. No es cierto, puede ayudar, pero no olvidemos esa máxima que dice que fray ejemplo es el mejor predicador. La vivencia auténtica de la fe es lo único que convence de verdad de que el cristianismo vale la pena.

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