Más de lo mismo en un año sin subvenciones

Las actividades productivas que conforman el sector primario en Canarias siguen en horas bajas; o mejor, en horas muy bajas. La tendencia descrita en los últimos años por este motor de la economía isleña es, aunque sostenible, la pérdida clara de potencia (en términos reales); esto es, de influencia en el total de la economía del archipiélago, medida ésta en participación relativa en el producto interior bruto (PIB) regional.

Ahora mismo, quizá lo peor de todo sea que falta confianza, que el futuro no se ve nada nítido; todo lo contrario, espeso y con mucha calima en el horizonte. Así no dan ganas de nada, de invertir sobre todo; y tampoco se asumen riesgos, lo que conduce a la progresiva descapitalización del campo y de la pesca, al abandono más absoluto, que es lo que en los últimos tiempos ha ocurrido de forma manifiesta en Canarias. Las islas reculan, y en esto tiene mucho que ver la a veces extrema incapacidad de las administraciones públicas para definir nuevos pilares eficaces de apoyo a este sector productivo.

Quien no lo crea así que se lo pregunte a los profesionales agrícolas y ganaderos de las islas, a los cultivadores de plátanos, a los cosecheros de tomates, a los labradores de papas, a los productores de leche de vaca, a los que siembran flores y ofertan plantas y esquejes… Y, cómo no, a los armadores de las flotas de litoral y bajura isleñas. Mire donde se mire, con contadísimas excepciones (quizá la agricultura de hortalizas con destino al mercado interior y la acuicultura), sólo se percibe preocupación, inquietud económica, descapitalización, dificultades para competir y ser rentables y desajustes, a veces agonizantes, en los regímenes de apoyos públicos directo e indirecto definidos para sostener estas actividades primarias, con amplísima aportación comunitaria.

El año 2007, en general, no ha sido bueno para las actividades agropesqueras de Canarias. El plátano estrenó nuevo régimen de importación (más liberalización del mercado) y nuevo marco de reparto de ayudas directas (dentro del programa Posei, aprobado a finales de 2006 y que aún no ha dado ingresos a los plataneros), y mantiene numerosas incertidumbres, entre ellas, y son algunas de las más importantes, la denuncia interpuesta ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) por los países americanos de siempre para conseguir llevar el actual arancel que grava la importación de plátano, de 176 euros por tonelada, a sólo 76. En esto están Colombia, Ecuador y Estados Unidos: los de siempre.

Pero ésta no es la única incertidumbre. Hay más: la posibilidad de que la Unión Europea (UE), a partir del 1 de enero de 2008, dé más facilidades a la entrada de plátano procedente de los países conocidos como ACP, lo que Canarias y otros productores de la UE pretenden evitar con la definición del plátano comunitario como producto sensible (esta consideración da mucha protección). Esto, hasta hoy, no se ha conseguido, y la preocupación es cada vez mayor. El futuro no termina de verse con nitidez. Más de lo mismo desde el año 1993, cuando nació la entonces aplaudida OCM del plátano, ya hoy inexistente como tal, dinamitada.

También más de lo mismo es lo que ocurre con el tomate, con la papa, con las flores, plantas y esquejes, con la ganadería de bovino de leche (la alimentación por las nubes)… y con la pesca artesanal de las islas, que la industrial ya desapareció del todo a finales del decenio de 1990, con la pérdida del último acuerdo integral de pesca firmado entre la UE y Marruecos. Ahora existe otro, sólo para artesanales, pero de nada sirve porque los caladeros que conforman el banco canario-sahariano están esquilmados y la actividad de los barcos locales concluye sin nada en las bodegas o sin lo suficiente para hacer rentable la actividad extractiva tan lejos de las islas. Esto es lo que dicen los armadores y pescadores que ya lo han intentando: una ruina.

Pocas alegrías

En clave positiva, el año 2007 ha sembrado pocas iniciativas de interés. Por ejemplo, ha sido el ejercicio de aplicación del nuevo Posei, con más ayudas para la comercialización del tomate y con un reparto de dinero público algo más ventajoso para las producciones locales respecto a las ayudas a la importación incluidas en el Régimen Específico de Abastecimiento (REA), que, por fin, recoge una relación más amplia de insumos para la alimentación de ganado (demanda histórica de los ganaderos canarios). También se puso en marcha el nuevo convenio pesquero con Marruecos, que ha dado pocas alegrías, y…, y… Poco más. La nueva conformación de gobierno en la Comunidad Autónoma también ha ralentizado las cosas.

En el otro frente, el negativo, aparte de lo ya expuesto, hay que señalar la nefasta zafra tomatera de 2006-07, otra más, y los numerosos problemas de la papa del país (con plagas, competencia externa descontrolada, baja rentabilidad y abandono de fincas). Además, ha habido graves incendios con efectos en la agricultura y la ganadería en Tenerife, Gran Canaria, La Gomera y El Hierro; mal tiempo y mala cosecha de uva de vinificación, nefasta; altas temperaturas, sequía y serios, muy serios, problemas para comercializar las producciones locales con criterios de rentabilidad.

A todo esto, por si fuera poco, se ha unido que 2007 ha sido un año limpio en la convocatoria de subvenciones cofinanciadas por la UE, casi todas, por no decir todas, lo que también ha restado y desanimado al sector. Este vacío se ha producido por el cambio de periodo presupuestario en el seno de la UE; esto es, por el estreno de un nuevo marco de apoyo comunitario, el de 2007-2013. El cierre de la etapa anterior, la 2000-2006, supone definir un nuevo Programa de Desarrollo Rural para Canarias, que, una vez aprobado por la Comisión Europea, da vía libre a la convocatoria de subvenciones. La ratificación del citado programa, como suele ocurrir en estos casos, se produjo a finales de este año 2007, lo que implica que todas las subvenciones, tras los ajustes normativos correspondientes, se pongan en marcha, casi siempre, en el primer trimestre de 2008, aunque con carácter retroactivo a 1 de enero de 2007. Este freno se ha notado, y mucho.

El sector primario de las islas acumula problemas y tiene cada vez menos agarres, menos fortalezas. El futuro es incierto y las posibilidades de sostener y consolidar algunas actividades productivas pasan por seguir afinando el marco de ayudas directas a las producciones y el régimen de apoyo público a la inversión (subvenciones), además de por proteger el suelo agrícola y el espacio marino (evitar la acción de los furtivos), por potenciar la llegada de recursos humanos cualificados al sector y por aprovechar mejor los ya existentes (principalmente el cuerpo de técnicos adscrito a las instituciones públicas), por combatir la atomización y por buscar las alianzas comerciales más adecuadas en los ámbitos local, regional e internacional, con proyectos integrales y eficientes que incluyan todas las fases de producción: generación de oferta con criterios de calidad, diferenciación y trazabilidad, comercialización e incluso investigación, desarrollo e innovación (I+D+i).

De estas apuestas siempre se habla, pero casi nunca se dan ejemplos en Canarias de su desarrollo eficaz. Y el problema no es, en este caso, la falta de financiación de acciones con fondos públicos. ¿Entonces…?

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