Confluencia nacionalista: un desafío que no llega

Las elecciones autonómicas de 2007 y las generales de 2008 pasaron factura al nacionalismo canario por su división interna y la fractura que provocó la salida del CCN y de lo que luego se llamaría Nueva Canarias de la estructura de Coalición Canaria (CC). Pese a estar en el poder desde hace 15 años, CC no ha superado sus contradicciones internas, el frágil equilibrio entre los partidos insularistas que la conforman y los personalismos de algunos de sus dirigentes.

En la cita electoral de 2007 la formación nacionalista cayó a la segunda posición como consecuencia del arrastre que consiguió el líder socialista Juan Fernando López Aguilar, pero también como consecuencia de la sangría de votos que padeció en Gran Canaria, isla donde CC sólo obtuvo un diputado con un puñado de votos mientras que la formación que dirige Román Rodríguez no obtuvo representación en el Parlamento pese a que consiguió 50.000 sufragios. En los comicios generales celebrados en marzo se volvió a escenificar la división nacionalista, con CC por un lado y NC por otro, ésta última en coalición electoral con el CCN. Atrás quedaban los tiempos dorados de los nacionalistas en el Congreso de los Diputados tras la jubilación política de José Carlos Mauricio y el acceso a la presidencia del Gobierno autonómico de Paulino Rivero, los dos principales referentes de CC en Madrid durante más de una década.

CC presentó para sustituirlos a su principal valor político en alza, la ex alcaldesa de La Laguna, Ana Oramas, mientras que por Las Palmas presentó al único alcalde que le queda a CC en Gran Canaria, Fernando Bañolas, regidor de Santa María de Guía. Por su parte, Nueva Canarias tuvo como cabeza de cartel por la provincia oriental a Marino Alduán con la firme intención de obtener un escaño en la Cámara Baja. Sin embargo, la división fue castigada de nuevo por los electores y, por primera vez, CC se quedó sin grupo parlamentario propio en el Congreso al haber obtenido sólo dos diputados, ambos por la provincia de Santa Cruz de Tenerife, en este caso Ana Oramas y el presidente del Cabildo de La Palma, José Luis Perestelo. La provincia de Las Palmas fue una debacle para los diferentes nacionalismos que se presentaron y ni Bañolas ni Alduán obtuvieron escaño. Los reproches no tardaron en llegar y, mientras NC se refugió en sus parcelas de poder en Gran Canaria, CC continuó con su particular harakiri interno.

Tras estos resultados electorales volvió a la actualidad algo que estaba en la mente de todos pero pocos se atrevían a plantearlo hasta que no pasaron los comicios: la división y las peleas son castigadas por los ciudadanos en las urnas. La confluencia del nacionalismo canario volvió a ponerse sobre la mesa, ahora que había tres años por delante hasta las próximas elecciones autonómicas. CC seguía conservando el Gobierno de Canarias gracias al pacto con el PP, pero en islas como Gran Canaria y Lanzarote la formación perdió muchos cuadros, votos, afiliados e instituciones fundamentales como los cabildos y/o ayuntamientos importantes. Nueva Canarias en Gran Canaria y el Partido de Independientes de Lanzarote (PIL) hicieron una pinza con el PSC para arrebatarles el poder insular al PP en la primera y a CC en la segunda. La fragmentación nacionalista hacía mella en la provincia de Las Palmas con toda su crudeza, mientras que en la provincia tinerfeña CC mantiene casi intacto su predominio a excepción de La Gomera.

Precisamente este juego de alianzas con los partidos mayoritarios de ámbito estatal son los que también han agudizado aún más las diferencias entre CC y NC. Paulino Rivero rompió la tradición de aliarse en Canarias con el mismo partido que gobierna en España y mantuvo contra viento y marea su pacto con el PP de José Manuel Soria pese a la segunda victoria de Zapatero en las elecciones generales. Este perfil de centro derecha que marca el Gobierno canario contrasta con Nueva Canarias, que se ha aliado con el PSC, ha marcado una estrategia de centro izquierda en su gestión y mantiene buenas relaciones con los socialistas a nivel federal. De esta forma, las dos formaciones nacionalistas no sólo se pelean por su concepción del nacionalismo, sino también por su estrategia de alianzas con los partidos que están enfrentados a nivel estatal.

El debate sobre la confluencia nacionalista aparece y desaparece como el Guadiana en función de la coyuntura de cada momento. La renovación de líderes que ha experimentado CC en los últimos meses de 2008 con Claudina Morales como presidenta de la formación nacionalista y Manuel Lobo como nuevo presidente en Gran Canaria ha realzado de nuevo el debate. Ambos, y en especial el ex rector de la ULPGC, se han mostrado dispuestos a hablar y negociar una posible confluencia sin condiciones previas. Pero los que están cerrados en banda son los principales dirigentes de Nueva Canarias. El ex presidente del Gobierno canario, Román Rodríguez, carga siempre que puede contra CC y hasta ahora mantiene su rechazo total y absoluto para negociar una posible confluencia de ambas formaciones.

Ante esta tesitura y con el debate apenas iniciado terminó 2008. Y no hay perspectivas reales a corto plazo para que las diferentes formaciones nacionalistas que pululan por el panorama político canario se pongan de acuerdo y sienten las bases de una confluencia electoral en 2011. Algunos dirigentes no esconden que esta unidad es necesaria tarde o temprano y a nivel de bases hay contactos y simpatías mutuas… pero a nivel de dirigentes la situación está demasiado enconada como para que haya un diálogo sincero y sin condiciones. Y es que todos estuvieron juntos un día y acabaron como el rosario de la aurora. 2009 puede ser un año de transición en el que se podrá comprobar de forma fehaciente si hay fundamentos reales para que haya diálogo con vistas a una confluencia o si en los comicios de 2011 y 2012 se volverá a repetir el lamentable espectáculo de las últimas elecciones.

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