Uno de los pocos reclamos informativos que le quedaban a los periódicos de mediodía-tarde, los vespertinos, antes de su inanición eran los sucesos. Al amanecer, dar una batida telefónica por los servicios de emergencias (policías y bomberos, cuando no existían ni el 1-1-2 ni tantos gabinetes como hoy) en busca de lo ocurrido durante la noche, era una fuente de noticias casi infalible. Cualquiera de los periodistas a quienes les tocó realizar aquella tarea recordará, como sonsonete añadido, el reclamo del redactor jefe de turno, agobiado por la necesidad de cerrar la edición: “¡Quiero una mala noticia!”. Cualquiera que sirviese para abrir la portada con algo distinto a lo ofrecido por los matutinos. Hasta que murieron los de la tarde.
La vieja situación vivida en los ochenta regresa de mi memoria en la obligación de hacer balance del 2008, también en clave periodística, con motivo de la cuarta aparición del Anuario de Canarias. Menudo año. Por los albores de la manida crisis y por otras circunstancias. Año de periodistas que engrosan las filas del paro, sobre todo como consecuencia del dislate empresarial de La Gaceta de Canarias. Año de fallecimientos repentinos de compañeros admirados, como Altober, Chela y Adrián Alemán. Año de la insólita condena del poder legislativo autonómico a los contenidos de opinión de un medio informativo, que de haberse dado en la España peninsular aún traería cola. Año de la prematura jubilación de un puñado de excelentes profesionales de RTVE; cuánta experiencia y saber desaprovechados. Año de incremento de la tensión entre compañeros de profesión, con críticas e insultos que matan la vieja máxima de que “el periodista no ha de ser protagonista de la noticia”. Y final de año preñado de incertidumbre económica para los medios de comunicación, y por ende para los profesionales, con menos empleo y más precariedad, una ecuación que suele terminar por empobrecer la calidad informativa.
¿Nos queda algo bueno del 2008? Seguramente, aunque no sea lo primero que salte hasta la portada del balance. En primer lugar, la sensación de que nuestro colectivo comienza a entender que el mejor abrigo frente a la borrasca es la unidad de acción. Hemos dado algunos pasos en ese sentido aun estando casi todo por hacer. Nos consta que la línea trazada por el nuevo equipo directivo de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), con Magis Iglesias al frente, la primera mujer que preside en 86 años esta organización de más de 14.000 periodistas, va por ahí. Camina hacia el entendimiento con todas las asociaciones territoriales, sectoriales y sindicales para que el Estatuto de los Periodistas sea un hecho, igual que la creación de los Colegios Profesionales, dos herramientas clave para situarnos donde nos corresponde. Para ejercer el Periodismo, de una vez por todas, con dignidad y en libertad. Y para ponerle coto a quienes ensucian la imagen de un oficio tan maravilloso para la mayoría de nosotros como imprescindible para la salud democrática.
También nos queda la aprobación y puesta en marcha del nuevo Grado de Periodismo de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna. Un hito y un reto. Lo primero, porque demuestra la capacidad de sus rectores, ahora que el centro ha cumplido cuatro lustros, para adaptarse a los tiempos. Y lo segundo, porque su implantación debe traducirse en la salida de promociones mejor dotadas de conocimientos, al tiempo que más preparadas. La propuesta de la FAPE en cuanto a la creación de escuelas de prácticas, con la participación de profesionales con experiencia, es otra buena ruta a explorar, además de que coincide con la filosofía planteada tiempo atrás por nuestra Asociación.
Igualmente, el 2008 nos deja la grata resolución de la causa abierta contra nuestro compañero Sergio Gutiérrez, quien fue denunciado por el ex alcalde del municipio herreño de Frontera por “intromisión ilegítima en su derecho al honor”, finalmente desestimada. Sabido de todos es que este tipo de situaciones se dilata en el tiempo. Se hace largo. En este caso, más de año y medio de espera, al lado de Sergio y junto a los asesores jurídicos de la Asociación. Donde teníamos que estar. Valió la pena.
Del mismo modo, tuvimos la satisfacción de celebrar los reconocimientos a periodistas, veteranos y jóvenes, con la distinción otorgada por la FAPE a Gilberto Alemán por más de 50 años de ejercicio o el premio concedido a Juanma Pardellas por su dedicación informativa al asunto de la inmigración. Uno y otro simbolizan el papel que desempeñan tantos buenos profesionales a pesar de las adversidades, a veces propias del oficio y otras sobrevenidas. Contra viento y marea.
En medio de todo este panorama, de sombras y de luces, la propia edición de este cuarto número del Anuario de Canarias tampoco ha resultado sencilla. Adaptados a las circunstancias, valoramos más que nunca el apoyo obtenido de los compañeros que atendieron nuestra invitación a plasmar en estas páginas su visión acerca del 2008, de la misma manera que las instituciones y empresas que respaldan la iniciativa con su patrocinio. Desde la gratitud sincera, sólo nos queda alterar aquella vieja dinámica del vespertino y lanzar al aire un ruego genérico al temible 2009: ¡Dame una buena noticia!