Las elecciones generales celebradas el 9 de marzo de 2008 sirvieron para consolidar los resultados que casi un año antes habían arrojado los comicios locales y autonómicos de mayo y complicaron el escenario político en el que habrían de moverse las dos fuerzas que conforman el Gobierno de Canarias, CC y PP. Un panorama que no pudo verse amortiguado, al contrario que en otras ocasiones, por el papel necesario de los nacionalistas en Madrid.
Después de las elecciones de marzo de 2008, Coalición Canaria dejó de ser importante para la gobernabilidad del Estado, lo que ha reducido drásticamente su capacidad de maniobra. El análisis cuantitativo de los comicios no parece excesivamente complicado. Se produjo un pronunciado ascenso de los socialistas en el conjunto del Archipiélago creciendo en casi 13.000 votos en la provincia de Santa Cruz de Tenerife y algo más de 46.000 en la de Las Palmas, consolidándose de esta forma como la primera fuerza en unas elecciones generales en un caso y conquistando ese puesto a expensas del PP en la segunda.
Coalición Canaria, por su parte, obtuvo un discreto resultado en su feudo de la provincia occidental, pasando del segundo al tercer puesto, mientras en las islas orientales se hizo con apenas 30.000 sufragios. Cuatro años antes había obtenido 87.348 y un escaño. Nuevamente, la escisión de Nueva Canarias le pasó una carísima factura. Para los populares, la derrota fue en cambio algo más dulce, con un fuerte ascenso en Santa Cruz de Tenerife –146.585 votos frente a los 129.674 de cuatro años atrás– y un ligero descenso en la de Las Palmas. Esta última algo más dolorosa al ceder a los socialistas la hegemonía oriental, especialmente en Gran Canaria, tal y como había ocurrido pocos meses antes en las elecciones autonómicas.
Pero, como casi siempre en política, la aritmética tiene la importancia que le otorgan las consecuencias cualitativas. ¿Qué repercusiones han tenido estos resultados en el escenario político de Canarias? Con varios meses de distancia podría decirse ya que no han sido pocas. La más obvia de todas es la consolidación del PSC-PSOE como primera fuerza política de la Comunidad Autónoma. Después de varios años de decadencia, la elección de un nuevo líder por parte de esta formación política y su estrategia de marcar claramente a su partido como oposición al tándem CC-PP produjo un crecimiento nada desdeñable de sus apoyos, que se vieron confirmados en los comicios del 9 de marzo de 2008. Este incremento fue especialmente significativo en Gran Canaria, donde, tras varios años de mayorías indiscutibles de los conservadores, los socialistas parecen haber dado la vuelta a la situación inaugurando un nuevo ciclo.
Pero si ésta es la más evidente a ojos de cualquiera, podría decirse que la consecuencia más interesante es el escenario político que los resultados, tanto a nivel nacional como autonómico, inauguraron para el actual Ejecutivo regional, que quedó fuera de plano en la nueva fotografía de las relaciones con el Estado central y que ha sido pionero en las Islas en la actual situación: ¿será el pacto capaz de demostrar por primera vez que un Gobierno de Canarias puede mantenerse teniendo un color contrario al de quien ocupa en ese momento La Moncloa?
Antecedentes de lo contrario ya ha habido. No hay que olvidar que el presidente Adán Martín acabó por expulsar de su equipo a los consejeros del PP ante lo que consideraba constantes interferencias por parte de éstos en las relaciones con el Ejecutivo de Madrid, al que acababan de acceder los socialistas. Tesis hay para todos los gustos, pero no hay que olvidar la que manejan los analistas desde hace años en el Archipiélago: gobernar en contra de quien manda en el Estado conduce a una situación insostenible.
Nacionalistas y populares firmaron el acuerdo de Gobierno tras las elecciones autonómicas de mayo de 2007 bajo la atenta mirada del líder nacional de los conservadores, un Mariano Rajoy que por aquel entonces tenía alguna opción de alcanzar la presidencia nacional meses después. Poco antes había roto CC las negociaciones con los socialistas para diseñar un Ejecutivo entre ambos que contaba con la ventaja de que el actor principal (el PSC) tenía una mayor capacidad de influencia sobre quien hace los Presupuestos Generales del Estado. El acuerdo con los conservadores, por tanto, tenía como única ventaja para los intereses generales la promesa de detentar el poder después de marzo de 2008.
Pero ese escenario no se confirmó. Los socialistas se quedaron en La Moncloa. De esta forma, si el Ejecutivo canario se caracterizó meses atrás por su fuerte oposición a las políticas de José Luis Rodríguez Zapatero –recurso contra la Ley del Suelo y contra las cuentas estatales referidas a 2008, por ejemplo–, tras las elecciones generales hubo de bajar el tono y hacer pública su intención de mantener una buena relación en el nuevo período. De presentar una demanda contra el Gobierno central por los citados Presupuestos, se ha pasado a votar en contra del veto en el Senado a los que se tramitaban para 2009, en contra de la posición de su aliado en el Ejecutivo autonómico. Y todo ello, sin duda, trata de superar lo que no es sino un escenario político complicado. Complicado e inesperado.