La ciudad que sigue mirando al mar

Ya en el siglo XIX el puerto de Santa Cruz de La Palma se erigía como el centro de la economía insular gracias a las exportaciones de la caña de azúcar. Aunque el modelo de explotación ha cambiado bastante desde entonces, la ciudad sigue mirando al mar. Y el puerto, declarado Frontera Exterior Schengen, ha recuperado su papel preponderante en la nueva línea de desarrollo de la Isla: el turismo.

La crisis mundial también ha afectado a ciudades pequeñas como Santa Cruz de La Palma, que focaliza toda su actividad en el impulso turístico en beneficio del comercio. El puerto capitalino se convirtió en marzo de 2008 en frontera exterior, lo que le permitió comenzar a recibir barcos de países no comunitarios. Esta era una reivindicación antigua desde el sector empresarial, pero también desde la clase política. Una aspiración convertida este año en una realidad que ya empieza a dejar sus frutos con la visita de pasajeros extranjeros de cruceros y aviones que llegan para disfrutar de la riqueza natural, cultural y científica de la Isla, directamente, sin tener que cruzar antes otra aduana española.

La ciudad sigue mirando al mar para prosperar. Como atractivo turístico principal, el ayuntamiento capitalino se embarcó en un proyecto de rehabilitación del litoral que prevé, con un presupuesto de casi 29 millones de euros, una playa en el frente marítimo. Se trata de una apuesta importante por un turismo de calidad cuyos trámites administrativos ya gestiona la Dirección General de Costas. La gran playa, como se la conoce entre los ciudadanos, protegerá el casco histórico, además de suponer un elemento clave en el que el equipo de gobierno basa, no sólo el impulso económico de la capital, sino el ocio de los vecinos.

La reapertura del Circo de Marte

Pero, sin duda, uno de los acontecimientos que ha marcado la historia de Santa Cruz de La Palma ha sido la reapertura, 21 años después, del teatro Circo de Marte. La infraestructura cultural más importante de la capital, construida en 1871, pasó durante lustros de mano en mano como un instrumento político, pero sin que ningún gobierno apostara de verdad por él. De gala se vistieron para verlo de nuevo abierto los vecinos orgullosos que habían disfrutado en aquel recinto, tiempo atrás, de peleas de gallos, festivales musicales, trucos de magia, danzas de Enanos en la Bajada de la Virgen, bailes de disfraces en carnavales… Eso sí, queda la pena en muchos palmeros de no haber podido vivir esos momentos inolvidables a lo largo de todo el tiempo que el Circo de Marte permaneció cerrado.

Una mezcla equilibrada de las formas antiguas del local con los más novedosos avances en acústica y diseño asombraron a los asistentes a la ceremonia de reapertura. Y ese día, el Circo de Marte rindió en pie un emotivo homenaje al compositor palmero Luis Cobiella Cuevas, retomando así un programa de actos con la vocación de ser permanente a lo largo de todo el año. Para el disfrute de los habitantes, pero también como pieza clave de un turismo cultural, el teatro Circo de Marte viene a apoyar en la ciudad las escasas infraestructuras que sirven de escenario para acontecimientos artísticos. El antiguo convento de San Francisco es uno de estos puntos. Este año cumplió cinco siglos de historia religiosa, militar y cultural. En esta última faceta, en verano acoge, cada vez con mayor proyección internacional, el festival Ópera en el Convento, un encuentro de importantes voces del bel canto que interpretan obras maestras bajo el impresionante cielo estrellado que se puede contemplar todo el año en Santa Cruz de La Palma.

Obras con retrasos

Sin embargo, aunque se intenta brindar una imagen amable de la capital, las obras para la construcción de un aparcamiento subterráneo en la Avenida El Puente, una de sus principales vías de circulación, ofrecen un panorama desconcertante. Acumulan años de retraso y, tras paradas intermitentes que parecen no llegar a su fin, las actuaciones que allí se desarrollan obligan con demasiada frecuencia a cortar el tráfico. Afectan tanto a viandantes como a vecinos y, sobre todo, comerciantes, quienes tienen que hacer frente a los estragos de la crisis y a la ineficacia de un proyecto que genera más molestias que ventajas.

En general, la imagen de la ciudad ha cambiado con pequeños pasos y mucha prudencia. A pesar de estas variaciones, la esencia de lo tradicional se mantiene. El palmero continúa a expensas de las decisiones que se toman fuera de su territorio y el paso del tiempo casi no se hace notar en una ciudad mesurada pero intensa, donde los balances más significativos se realizan cada lustro en su Bajada de la Virgen.

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