La lección de Kane

Kane Siaka vino de Mali. Este trozo del corazón de África es más conocido por la cara de sus habitantes que ilustra todos los reportajes sobre el hambre en el mundo, que por las bellas canciones de su magnífico griot Salif Keita. 300 niños como Siaka mueren cada año sin haber cumplido los cinco años y los que sobreviven tienen una esperanza de 45 años, casi la mitad que un canario, sólo que allí la tasa de desempleo este año se ha disparado a más del 30 por ciento.

Kane Siaka salió de esos paraísos como el país Dogón o la misma Bamako y, tras vagar durante meses, se embarcó en una patera hasta Fuerteventura, cuando aún ésta no era la costa de los cayucos. Este joven africano fue uno de los primeros niños subsaharianos no acompañados que se embarcaron solos y se metieron en la boca de un lobo que cada año devora tantos sueños. Existen muchas deudas pendientes con África. Al menos, con el África que nos toca más cerca. Por citar sólo algunas, saber cuánta gente sale realmente de sus playas y puertos y compararlas con las que logran alcanzar nuestras costas o, por ejemplo, cerrar acuerdos para identificar y comunicar a sus familiares que su esperanza falleció en nuestras islas (este año, que sepamos, al menos otros 45 más murieron en el intento).

Los que este año pisaron nuestra tierra lo hicieron más débiles, peor pertrechados. La ruta dura más días y las barcas son de peor calidad. Eso no importó a nuestro presidente, Paulino Rivero, que se enfundó la mascarilla de la vergüenza a menos de tres metros de un cuerpo deshidratado, tembloroso y desfallecido. Los ministerios del Interior y Exteriores venden como un logro que lleguen menos y cada día se cierren acuerdos con más estados africanos (en una política que hay que aplaudir, aunque con 500 años de retraso), pero no para abrir las puertas de la embajada, en cuyos exteriores se siguen apelotonando parte de los mejores jóvenes negros en busca de una oportunidad en Europa. Muchas veces lo hacen para intercambiar dólares por más represión y vigilancia, para evitar que vengan; otras, las menos, para acordar contrataciones en origen, de las que se benefician sospechosamente quienes más cerca están del poder.

Más de 100 proyectos de cooperación financiados desde el Gobierno de Canarias; la apertura de cada vez más empresas de las islas en Cabo Verde, Marruecos, Mauritania, Senegal, Mali y Gambia; la cada vez más intensa y atractiva agenda de Casa África; las iniciativas editoriales (como reflejó la exitosa Feria de la Edición de este año)… Son pasos. Iniciativas tan minúsculas como un grano de arena, ante la inmensidad de cosas que nos tienen que enseñar los propios africanos y las muchas necesidades de este lado del mundo, desgraciadamente aún oculto para los medios de comunicación de las islas (con meritorias excepciones). Pero cada grano de arena hace al desierto.

Por supuesto, éste ha sido el año de Enciende África, la magnífica propuesta que valientemente afrontó en solitario la Obra Social y Cultural de CajaCanarias (considerada como una de las tres propuestas culturales más importantes de todo el año en España) con 40 expertos de Europa y África, además de los mejores fotógrafos españoles unidos por primera vez bajo el prisma del continente y con un apoyo de público como jamás antes tuvo una acción de su Obra Social, lo que demostró que el hambre también está en nuestras islas, pero por saber qué ocurre de veras a menos de 90 kilómetros de distancia y cuán poca credibilidad tienen los políticos y sus altavoces mediáticos que sólo propagan el miedo al otro. Y también fue el año del esperado audio libro Mi nombre es nadie, de Nicolás Castellano y Carla Fibla.

Pero ha tenido que ser el primer niño-cayuco en llegar desde el corazón de África el que ha enseñado a todo un gobierno nacional, al de Canarias, a los empresarios y a las ONGs la manera de colaborar efectivamente con su continente. Al llegar en una patera a Fuerteventura, Kane hizo historia: era uno de los primeros niños negros que arribaba a las costas sin la compañía de un familiar. Desfiló por varios centros cuando no había estallado la crisis de los cayucos de 2006. Eso fue una ventaja. Dio con la comprensión de las autoridades de entonces, que reconocieron su ignorancia ante un fenómeno que aún hoy les sigue sobrepasando, y acabó al amparo de la sabiduría del gestor Juan José Domínguez, desde cuya ong, Mundo Nuevo, se ha arbitrado una solución de emergencia para estos niño-cayuco, estos hijos de África.

Kane aprendió español y participó de varios talleres de formación profesional. Ahora es él el que enseña español a los niños africanos que llegan a nuestras islas. Les inculca lo mucho que la vida aquí difiere de la que dejaron atrás, les proporciona trucos para saber cómo comportarse y no buscarse más enemigos de los necesarios. Con un trabajo fijo como monitor, en vez de caer en las tentaciones de nuestra sociedad insaciable, ha ido ahorrando euro a euro y, con ese puñado de monedas, volvió en 2008 a su aldea natal, donde lo recibieron como un héroe, como el hijo pródigo, y donde sus euros darán forma a una potabilizadora, a canalizaciones de agua y a una escuela para que los niños como él no tengan que partir nunca más.

África desarrollada por los africanos, después de que aquí les diéramos las herramientas (sobre todo académicas) para que lo pudieran hacer. Un lugar como Canarias lo tiene todo a su favor para convertirse en un epicentro más de acciones con el continente, siquiera con la zona occidental que más cerca nos queda. No queremos que vengan en patera, pero nos alarmamos cuando se les presta ayuda al tomate o al turismo. Algo tiene que cambiar y no es allí, precisamente.

Facebook
Twitter
LinkedIn
COrreo-e
Imprimir

Patrocinadores

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad