El pasado 27 de marzo, Juan Fernando López Aguilar ofrecía la que quizá fue su mejor intervención en el Parlamento de Canarias, coincidiendo con el Debate del Estado de la Nacionalidad. Por una vez las palabras acudían a la misma velocidad que las ideas, y la contundencia habitual del socialista aparecía bien sostenida por un entramado sólido de razones y argumentos, más allá de la simple esgrima verbal. Fue su despedida de un foro en el que nunca llegó a estar cómodo.
Aquel 27 de marzo, al finalizar López Aguilar su alocución, varios compañeros del grupo socialista en la Cámara autonómica acudieron a felicitarle por los pasillos. El portavoz del PSC daba por fin la medida de sus posibilidades parlamentarias, pero aquella era también su última intervención. No alcanzó a estar un año como líder de la oposición en el hemiciclo de la santacrucera calle Teobaldo Power, meses en los que reiteró las críticas a la altura, mejor dicho a la falta de ella, de las maneras parlamentarias que allí se ejercen. “Este parlamento es un patio de niños”, llegó a decir. En todo caso, para cuando llegó el Debate del Estado de la Nacionalidad, López Aguilar ya tenía asegurada el acta de diputado en sus añoradas Cortes Generales, pues había encabezado la candidatura socialista por la provincia de Las Palmas en los comicios nacionales de dos semanas antes.
El propio protagonista aseguraba que había decidido “vivir de forma planetaria” como Benito Pérez Galdós, pero en su partido no todos creían en la capacidad del ex ministro de Justicia para la bilocación. Los más cercanos apoyaban su voluntad de seguir liderando el socialismo canario mientras era parlamentario nacional, pero otros entendían que López Aguilar dejaba huérfano al PSC justo cuando más necesitaba un padre, y censuraba por lo bajini que quisiera dirigir el partido por teléfono móvil. Las diferencias en el seno del partido aparecían entonces simplemente apuntadas por el alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, Jerónimo Saavedra, pero no tardarían en hacerse explícitas en los meses siguientes.
Sin ministerio en Madrid
Por lo pronto, había que aclarar el papel que Rodríguez Zapatero, recientemente reelegido presidente del Gobierno central, reservaba para el secretario general de los socialistas canarios. Una vez más sonaba su nombre como ministrable, en quinielas que le atribuían la cartera de Asuntos Exteriores, pero también se le colocaban la de Justicia, la de Administraciones Públicas y hasta la de Defensa. Tanto fue el cántaro a la fuente de los ministerios, que finalmente se rompió, Así, López Aguilar hubo de conformarse con presidir la Comisión de Administraciones Públicas del Congreso. La pedrea de cargos no premiaba ciertamente al PSC, que se quedaba sin ministro, pero no terminaban ahí los movimientos y nominaciones de su más ilustre dirigente.
Hasta el verano, López Aguilar se entretuvo organizando una bicefalia Hernández Spínola-Trujillo en el Parlamento canario, que acabaría estallándole en las manos, y reafirmándose en su oposición sin cuartel al Gobierno de Canarias. Era un mensaje dirigido obviamente a Paulino Rivero y los suyos, pero también hablaba en clave interna, pues en su formación algunos comenzaban a hablar de pactos. Como por ejemplo el propio Spínola, que pretendía ejercitar una “moción de censura simbólica” en el último tramo de la legislatura autonómica.
En julio se hacía público que el ex ministro de Justicia encabezaría la candidatura del PSOE en las elecciones al Parlamento Europeo previstas para este año 2009. El más difícil todavía para el jefe de filas de unos socialistas canarios que, aprovechando sus ausencias del Archipiélago, se le comenzaban a alborotar. López Aguilar entraba en la Ejecutiva federal junto a Paquita Luengo y Gloria Gutiérrez, y se aprestaba a preparar el congreso regional de su formación, que salvo imprevistos muy imprevistos aseguraría su reelección al frente del PSC. Y el congreso llegó en noviembre, pero precedido de movimientos que sobresaltaban su tranquilidad.
Pérdida de imagen
Extrañas mociones de censura –o simples conatos de mociones– en ayuntamientos como La Oliva o San Sebastián de La Gomera dañaron la imagen de la dirección regional de un partido que no se sabía se estaba o no estaba en las tramas. Además, a finales de septiembre saltó a los titulares la dimisión de Francisco Hernández Spínola como número dos del partido. El dimitido no aclaró gran cosa de esta situación, pero pronto supimos que el vicesecretario general del PSC le había echado un pulso a Sandra Rodríguez, asesora del grupo parlamentario socialista, y lo había perdido. Rodríguez, persona de confianza de López Aguilar, se convertía en la más fácil diana de sus críticos.
Finalmente, López Aguilar supo recomponer el tipo hasta un congreso regional que certificó el castigo a quien había osado buscar un candidato alternativo, Jerónimo Saavedra, que perdía la presidencia del PSC. A día de hoy, López Aguilar ha visto revalidado su liderazgo entre los socialistas canarios y cuenta para ello con el apoyo explícito del PSOE federal. Sin embargo, a pocos meses de las elecciones europeas, sigue sin resolverse la incógnita relativa a la posibilidad real de ejercer ese liderazgo desde Madrid o Estrasburgo. La tarea requerirá, en todo caso, de dotes de prestidigitación.