Un pacto de hierro

El pacto de los perdedores. Así ha denominado Juan Fernando López Aguilar al acuerdo entre CC y el PP que sustenta al actual Gobierno de Canarias. ¿Sabía el hoy secretario general de los socialistas regionales que jamás podría gobernar con 26 diputados, precisamente por haberlos conseguido? Sin duda, sí. ¿Sabía que no podía llegar a los 31 escaños, mítico y en la práctica inalcanzable guarismo que confiere la mayoría absoluta en el Archipiélago? Sin duda, también.

Resueltas las cuestiones formuladas en la entradilla de este texto, cabe plantearse una última interrogante: ¿A cuenta de qué, entonces, obedece la actitud de López Aguilar de plantear la campaña con unos ataques a CC y al PP, sobre todo a los nacionalistas, que cerraba de hecho cualquier vía a un acuerdo post-electoral? Esta última pregunta se ha formulado en diversas ocasiones. También en diversas ocasiones se le ha buscado una respuesta, aunque con diferentes criterios. La visión generalizada del asunto es que López Aguilar sabía de antemano que iba a ganar las elecciones pero al mismo tiempo, como se ha señalado, era plenamente consciente de que esa victoria le impediría gobernar.

Con CC en segundo lugar en cuanto a número de escaños, Paulino Rivero guardaría las formas y se reuniría con el líder socialista para iniciar conversaciones tendentes a formar gobierno. Conversaciones, huelga recordarlo, que no llegaron absolutamente a nada porque ni estaba en la cabeza de Rivero el perder la oportunidad de ser presidente, ni podía –ni, por supuesto, quería– López Aguilar hacer lo mismo. Le bastó, pues, a Rivero con plantear exigencias inaceptables para el líder socialista, y volver la vista hacia un José Manuel Soria propenso a cualquier entendimiento. Nada, por lo demás, extraño: los arreglos de este tipo están en los libros elementales de Ciencias Políticas.

Todo lo anterior, sin embargo, no sólo pertenece al pasado sino también al pasado específico de lo perfectamente conocido. Igual de conocidos son los intentos del PSOE por alcanzar algún tipo de acuerdo con al menos una parte de CC. ¿Hay, o ha habido, nacionalistas dispuestos a dar dicho paso? Cuando se habla de este asunto, y se ha hablado mucho, son muchos los que miran hacia La Palma. Antonio Castro Cordobez, presidente del Parlamento y líder indiscutible de API, niega cada vez con más enfado cualquier maniobra de este tipo. Quizá en un primer momento, todavía reciente el recuento de papeletas hubo un amago de entendimiento para castigar a Rivero.

El entonces presidente de CC había forzado la máquina del nacionalismo oficial, primero para ser candidato y luego titular del Ejecutivo regional. No parece, empero, que esos sentimientos de animadversión se prolonguen hasta el día de hoy, aunque en política nada es predecible. Era un entendimiento con una parte de CC, en cualquier caso, quizá ajeno a los planes de López Aguilar, pero no de todo el PSOE. El propio Jerónimo Saavedra ha dicho públicamente que no lo descarta por completo, si bien lo considera muy poco probable. Tanto, como alcanzar algún acuerdo con el PP.

¿Y Paulino? ¿Rompería el actual presidente del Ejecutivo autonómico su actual alianza con el PP, en aras de mejores relaciones con Madrid y siempre que logre cierto apoyo parlamentario, al menos de forma puntual, para gobernar en minoría? “Hasta ahora no me he puesto a pensarlo”, comentó hace unos meses en un círculo privado, “y estaría loco si me pusiera a pensarlo”. En definitiva, no es el pacto de los perdedores del que habla López Aguilar –aunque las elecciones las ganó el PSOE, la mayoría de los canarios se decantaron por el binomio PP-CC–, sino que se trata de un pacto de hierro el que ambos firmantes están condenados a mantener por una mera cuestión de supervivencia personal.

Lo curioso del asunto es que López Aguilar se ha convertido, por méritos propios y mal que le pese, en la mejor garantía del pacto. Él lo sabe pero no le importa. Su proyecto personal no está en Canarias. Sí le importa esta situación, en cambio, al PSOE, que se ve sempiternamente fuera del Gobierno. “Con Juan Fernando de secretario general estaremos en la oposición hasta el año 2020”, dijo un enfadado Saavedra días antes del congreso de los socialistas canarios. Lo del 2020 es una mera referencia sin más valor que un punto lejano del futuro. Hubiera sido igual de válido afirmar que permanecerían en la oposición hasta el final de los tiempos.

Si no se rompe ahora el acuerdo entre nacionalistas y populares, y no existen visos de que vaya a romperse, ¿qué ocurrirá cuando se acerque mayo de 2011 y haya que pensar en un nuevo mensaje que ofertarle al electorado? Parece difícil que el PP y CC puedan seguir entendiéndose en el Gobierno de Canarias y atacándose sin piedad en los mítines. Pero mayo de 2011 está aún muy lejos para pensar en estas cosas desde ahora. Por lo demás, el acercamiento entre ambas formaciones hasta casi una coincidencia de intereses electorales –la upenización canaria de la que algunas veces se ha hablado– no parece probable. El PP ha quedado muy escarmentado con el fiasco navarro y los nacionalistas están más dispuestos que nunca a diferenciarse de los demás y presentarse como la mejor opción para el Archipiélago. Algo con lo que, comprensiblemente, no puede estar de acuerdo el PP.

Facebook
Twitter
LinkedIn
COrreo-e
Imprimir

Patrocinadores

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad