La crisis le marca el paso a la política

No ha sido una Legislatura fácil. El último año, con casi 300.000 parados, aún peor. La crisis económica ha desnudado las carencias de la estructura productiva del Archipiélago y, a la hora de buscar soluciones, ha puesto a prueba a los políticos en general y al Gobierno de Paulino Rivero en particular. Mientras, en el Parlamento de Canarias, pese a la inclusión a última hora y fuera de plazo de la Ley de Cajas, la actividad ha sido escasa.

El Parlamento de Canarias ha aprobado en torno a una treintena de leyes durante esta Legislatura, siendo el Gobierno de Rivero menos fecundo que los de Manuel Hermoso, Román Rodríguez y Adán Martín, últimos regidores que le han precedido. Se han quedado por el camino, quizá por falta de interés, las normas sobre Calidad Alimentaria y Sanidad; y por falta de apoyo parlamentario, la creación de la Agencia Canaria de Investigación, Sociedad e Innovación. Y también, de manera especial, la de la Presidencia y del Gobierno de Canarias, una polémica iniciativa que fortalecía la figura del presidente de la Comunidad Autónoma hasta el punto de que le daba potestad para disolver la Cámara y crear leyes de manera unilateral.

Desde luego que no ha sido tarea sencilla gobernar Canarias y el clima político tampoco ha ayudado. La arrolladora victoria de Juan Fernando López Aguilar en mayo de 2007 liderando la candidatura del PSOE, con una campaña inusualmente agresiva, fracturó la política canaria y abrió con facilidad un pacto de gobierno entre Coalición Canaria y Partido Popular, que cerraron un frente común contra el PSOE, que ya había sembrado la semilla de la crispación. Y a medida que la crisis económica se iba a expandiendo, gota a gota por las Islas, la tensión política iba en aumento. Entre los socialistas había crecido el rencor ante la imposibilidad de llegar al Gobierno pese a ser la fuerza más votada, mientras que Paulino Rivero y José Manuel Soria hicieron virtud de la derrota y gestaron un gobierno muy cohesionado, unido contra el adversario.

El paso de los años demostraría, no obstante, que la complicidad no pasó de una necesaria pose política con la que hacer frente al torbellino López Aguilar, un ejercicio de supervivencia política del que ambos líderes salieron fortalecidos. Con todo, la crisis avanzaba y la tasa de paro, también. La falta de crédito hizo entrar a Canarias en una espiral destructiva, especialmente en el sector de la construcción, que se desmoronó como un castillo de naipes. El Gobierno, mientras tanto, lo fiaba todo a dos grandes iniciativas: la Ley de Medidas Urgentes y la Policía Canaria.

La primera de estas normas venía a corregir los errores de la moratoria turística impulsada en tiempos de Román Rodríguez, una herramienta para limitar el crecimiento de cemento turístico en las Islas y que, sin embargo, ha acabado metida en una selva jurídica por reclamaciones de los hoteleros, especialmente en las islas orientales. El documento, aprobado por CC y PP en la Cámara, aunque al PP ahora le gustaría simplificarlo, prevé reordenar los usos del suelo canario en el campo agrícola, ganadero y, especialmente, turístico, aunque los pequeños avances logrados han vuelto a chocar con las reclamaciones de los empresarios del sector. La ley sobre la Policía Canaria, quizá en otra coyuntura más favorable, pudo ser mejor entendida y, a lo mejor, hasta apreciada por la sociedad. Pero pocos han entendido su necesidad y alto coste en tiempos tan precarios. El PP la apoyó sin convicción por su participación en el Gobierno y los socialistas han sido más duros aquí que en las Cortes Generales. Por ahora, es un cuerpo que pasa inadvertido entre la población, un centenar de agentes nada barato con una factura que en tres años, incluyendo formación y equipamiento, ha consumido ya varios millones de euros.

Pero 2008 y 2009, con todo, fueron años duros, durísimos, aliviados en lo político por la marcha de López Aguilar. Primero a Madrid, como diputado nacional, y después a Bruselas, encabezando la lista del PSOE al Parlamento Europeo en toda España. Ese sería el comienzo de una crisis que acabó con la escisión del PSOE tinerfeño y el acercamiento entre Rivero y el nuevo equipo de José Miguel Pérez, un coqueteo, especialmente en Madrid, que anuncia un cambio de alianzas, un nuevo orden en el que socialistas y nacionalistas parecen condenados a entenderse al menos hasta las elecciones generales de 2012, cuando la previsible victoria de Mariano Rajoy obligue a renegociar el juego de las alianzas.

De este último año, las iniciativas legislativas más destacadas han sido la implantación de una universidad privada en La Orotava (un proyecto capital para relanzar la economía del norte de Tenerife) y la Ley de Juego, que permitirá la introducción de las apuestas deportivas en la lucha canaria, una generosa inyección económica que, a buen seguro, ayudará a la supervivencia del deporte vernáculo, muy lastrado por la crisis. Pero se ha visto a un Paulino Rivero más pendiente de la situación económica y de la calle que de la Cámara; y con una obsesión: el turismo. Sí que ha logrado, al menos, lograr la paz institucional con los cabildos a cuenta de los ingresos del REF, en el alero mientras José Manuel Soria ocupó la Consejería de Hacienda.

El interés del presidente por el turismo hizo que, cuando el PP dejó el Gobierno regional por el pacto suscrito por CC con el PSOE a nivel nacional, que garantiza más mimo para las Islas y el mantenimiento del Gobierno de Zapatero, el propio Rivero pasara a gestionar directamente esa cartera, hasta entonces muy discutida por el papel de Rita Martín (PP), cuyas costosas y extravagantes campañas de promoción la pusieron en el foco de la opinión pública. A esas alturas, el presidente ya había abandonado el lema con el que debutó en el recinto de Teobaldo Power: “Más talento y menos cemento”. Poco queda ya de aquel eslogan en el que los nacionalistas se presentaban como adalides de la diversificación económica, cansados del binomio turismo-construcción que ellos mismos contribuyeron a patrocinar en buena medida, deseosos de abrir una nueva puerta a la innovación y a la investigación.

A medida que crecía el paro, no obstante, el presidente tuvo que volver sobre sus pasos, y sin más argumento que esperar la recuperación de los mercados británico y alemán, se lo juega todo a la moneda turística, una industria tan potente como coyuntural, capaz de beneficiarse de las crisis políticas de los países del Magreb, como deshacerse como un azucarillo si los gustos de los potenciales visitantes cambian hacia otros escenarios. Su obsesión por el empleo le lleva a mirar al corto plazo, a resolver los problemas de la gente, como a él mismo le gusta decir, pero en esa aventura a la que se ha entregado con tanto frenesí ha chocado de frente con los empresarios, a quienes ha llegado a exigir nuevos puestos de trabajo a las pocas semanas de que repuntaran las cifras de llegadas de visitantes.

Y además, vienen ajustes severos. Y con una generación de políticos criada en la opulencia de los recursos públicos. Se han recortado consejerías y aunque CC se resiste, habrá que seguir intensificando el ahorro público, con Rivero o sin Rivero en la presidencia. Las instituciones locales, especialmente los ayuntamientos, están arruinados. Los servicios públicos, principalmente, la educación y la sanidad, ya han sufrido la tijera de manera brusca. Y los ciudadanos lo están notando. Mientras, dice el presidente que ya se ve la luz al final del túnel de la crisis. El problema es que sólo él parece verla.

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