Me imagino la sorpresa que causa entre el lector no especializado en la ciencia de la Economía la cantidad de información contradictoria que ha aparecido en los medios de comunicación en estos años de crisis. A lo largo de este año 2014, por ejemplo, han sido muchas las ocasiones en las que el presidente del Gobierno de España viene anunciado que el país ha superado ya la más importante crisis económica desde la Guerra Civil.
Mariano Rajoy no es una excepción. Recuerden la cantidad de personajes que han anunciado el final de la crisis desde el verano de 2007. Al tiempo, la Comisión Europea hace balance de los últimos meses y concluye que la recuperación se pospone una vez constatado el bajo nivel de crecimiento económico de los países europeos, especialmente de los más desarrollados, incluyendo Alemania. En Estados Unidos la economía alcanza tasas de crecimiento que permiten afirmar que la recuperación de la actividad económica es un hecho, pero el empleo no es suficiente como para reducir radicalmente la tasa de paro, lo que le sugiere a algunos economistas que entramos en una fase diferente del desarrollo del capitalismo en la que el pleno empleo es un objetivo inalcanzable.
Los denominados países emergentes tienen problemas de todo tipo desde hace algunos años. En este paisaje, los países de África occidental tienen buenos resultados económicos, pero no puede decirse que salen de la crisis porque nunca antes tuvieron prosperidad. Mientras, hay unanimidad en que la crisis deja en los países desarrollados una sociedad más desigual que antes del 2007. Así, a lo largo del año 2013 y en el presente, todas las organizaciones internacionales han destacado este hecho a través de informes sobre la desigualdad. Desde el Fondo Monetario Internacional hasta la OCDE, pasando por la OIT, señalan que es un problema de primer orden que debe afrontarse, aunque en la mayor parte de los casos, las políticas que se aconsejan, en nuestra opinión y de otros muchos, insisten en aquellos aspectos que hacen más radical las diferencias de renta y riqueza entre la población. Nos referimos a las denominadas políticas de austeridad. Paradojas de la vida.
Millones de personas han quedado sin empleo desde 2007. Como consecuencia de las reformas de los mercados de trabajo, la calidad del empleo se ha deteriorado radicalmente en los países desarrollados, incluidos los que habían sido tomados como ejemplo antes de ese año, es el caso de Dinamarca, país del que la Comisión Europea copió el modelo de flexiguridad que vendió a todos los demás países como la escoba que barre sola. Y no digamos nada de Alemania, después de las reformas sucesivas desde 2003, las conocidas como Hartz I-IV, que ha generado una segmentación sin precedentes en aquel país, en el que según la propaganda oficial necesitan no sé cuantos miles de ingenieros; eso sí, con salarios de 400 euros al mes. La diferencia de renta desde este salario hasta la renta de supervivencia se supone que la ponen las transferencias de los padres y abuelos españoles a los ingenieros que van allí a trabajar.
La segmentación
Algunas almas cándidas han empezado a hablar de polarización, para evitar el término segmentación, en referencia al desplome en Europa de los salarios y los empleos jerárquicamente intermedios. Pueden consultarse al respecto los informes de Eurofound. Y mientras, se dibuja una economía ideal, el sueño de la Estrategia Europa 2020, un mundo feliz en una sociedad impulsada hacia la innovación, la ciencia y la tecnología, una economía nueva nacida de lo que hemos aprendido de la crisis. Como dicen los cursis de las escuelas de negocios, las crisis ofrecen un mundo de oportunidades. Pero habría que preguntarse ¿para quién?
El paisaje, como siempre que se producen crisis económicas, es una sociedad más fragmentada, en la que la recuperación económica se realiza según los intereses de las clases hegemónicas. Los primeros que imponen condiciones son, obviamente, los que prestaron dinero para financiar a los Estados. Una vez más en la Historia se constata aquello que Marx señaló: las ideas dominantes son las ideas de la clase dominante. Durante las crisis, los contrapoderes dejan de ejercer su función compensatoria. Esto pasa a los sindicatos. Con más de un tercio de la oferta de trabajo sin empleo, otro tercio de los contratados con contratos temporales y la contratación a tiempo parcial en alza, la debilidad de los sindicatos es un hecho. Y esto es relevante porque la democracia se supone que funciona sobre la base del equilibrio de poderes.
Si la parte débil del contrato de trabajo no está suficientemente protegida, la descompensación de los poderes generará no sólo desigualdad sino también más ineficiencia aún. Y a los partidos les ocurre algo parecido, porque los partidos socialdemócratas han dejado de ser una referencia compensadora y de alimentar a la sociedad con pensamiento económico propio. En estas circunstancias, muchas personas vuelven a lo que más conocen desde el punto de vista de la participación política, lo que vivieron en sus días de juventud: la asamblea universitaria. Sin embargo, el pensamiento débil es insuficiente para gobernar una sociedad compleja, lo mismo que el compromiso débil es insuficiente para abordar algo más de lo reivindicativo.
Y así continuamos. Los grandes intermediarios financieros pasan su examen en octubre-noviembre de 2014 y a partir de entonces, y como efecto también de las políticas monetarias expansivas reforzadas en los últimos meses por el BCE, el crédito empezará a normalizarse. Las economías domésticas podrán satisfacer sus demandas de crédito con mayor facilidad y esto complementará los bajos salarios, apoyando la demanda de bienes de consumo. Un año más tarde, el crecimiento económico será más sólido. Estaremos entonces preparados para empezar a cometer los mismos errores que antes del año 2007.