Un buen gestor de contenidos puede convertirse en una pieza de gran valor. No hay muchas en el mercado
Sucedió un 4 de febrero de 2004. Un joven universitario llamado Marck Zuckerberg, junto a un puñado de alumnos de la Universidad de Cambridge, daban play a Facebook, la red social que cambiaría el mundo en lo que a relaciones interpersonales se refiere. Cuatro años después aterrizaba en España y con ello una nueva forma de comunicar.
Por aquel entonces, periódicos como El País vendían cada día 332.808 ejemplares, El Mundo 225.397 y el ABC, alrededor de 136.000 impresiones. Tanto las redacciones de periodistas que maquetaban cada día el papel nacional, regional como local, apenas mostraban interés por algo que al que llamaban red social y al que muchos profesionales le daban unos meses de vida. Craso error. Lo que no sabían entonces es que quienes tenían las horas contadas eran sus redacciones. Porque trece años han sido suficientes para entender que el periodista modelo Lou Grant ha pasado a la historia y ahora se sustituyen los tirantes por cargadores portátiles, las guías amarillas por Internet y las cabinas telefónicas por mensajes privados en Twitter.
Hoy los periodistas deben trabajar en tres velocidades de la información. La primera, para llegar a la sociedad que podríamos denominar como la última generación clásica del periodismo, donde su biblia solo contiene tres medios (prensa, radio analógica y televisión). Los últimos lectores del papel.
La segunda, los que han abierto las puertas a las redes sociales como medio de comunicación, apenas disfrutan del papel y escogen bajo demanda cuándo y cómo quieren escuchar un contenido radiofónico o televisivo (plataformas incluidas). Se acabaron las pautas marcadas por un café con prensa en el desayuno o aquel momento romántico de los domingos desayunando fuera de casa repasando los titulares.
Por último, la tercera velocidad, la más difícil porque aún no está definida del todo: la ola de jóvenes que viene, smartphone en mano, y que rompe con todos los cánones con nuevas fórmulas de comunicarse entre sí. Lo que obliga al informador a no acomodarse sino estar en continuo reciclaje.
¿Pero cómo llegar hasta aquí sin renegarse a la evolución ni cerrar los ojos a la evidencia? Siendo conscientes de que o avanzas o la ola de cerebros que viene detrás de ti acabará barriéndote de la esfera informativa.
Dar el paso
Estos trece años han dado para mucho. No solo para el reciclaje del periodista sino también para la aparición de nuevas opciones de formación con las que encarar la información digital desde una perspectiva profesional. Másteres o carreras específicamente dirigidas a los recién estrenados universitarios que cuentan, ahora, con una nueva alternativa para salir al mercado con opciones de éxito.
Esto nos invita a pensar que ya existe la competencia dentro de la propia competencia. Esto es, no solo el periodista debe formarse en comunicación digital tras terminar su carrera de Ciencias de la Información, sino que debe competir con otros títulos que, en un ring, parten casi que en las mismas condiciones.
Si en tu caso tienes más de 40 años y durante estos lustros has sido la resistencia, estás equivocando el camino. Nunca es tarde para iniciarte con cursos básicos en gestión de redes sociales. Comienza con algo sencillo, con el que cojas una dinámica de trabajo y, escalonadamente, aumenta la dificultad de formación. En paralelo no reniegues a abrirte cuentas y experimentar en las redes sociales. En todas las que puedas. La selección natural hará el resto.
No se trata de “no quiero que la gente sepa qué estoy haciendo todo el día”, esto debe convertirse en una herramienta de trabajo más para ti. Estar donde el resto para saber qué hace allí el resto.
Las redes sociales te permiten acercarte a nuevas fuentes, investigar temas de interés que circulan en la red –que terminan convirtiéndose en lo que solemos llamar como tendencias– y analizar corrientes de opinión que puedan generar incluso tus propias noticias.
Nunca habías estado tan cerca del lector con tus noticias; menos aún que pudieras leer lo que antaño pensaban sentados en un banco de una avenida cualquiera. Antes pensaban que escribías de maravilla y ahora además te lo escriben. De tú a tú. Sin muros que los separen.
Los primeros pasos del periodista en las redes sociales suelen tener un componente vouyer. Fijarse en el ecosistema, analizar los comportamientos. Luego se pasa a una etapa de ensayo-error donde va copiando y adaptándose a los estilos de comunicación: el uso del hashtag, la economía lingüística y los límites de caracteres, etiquetar a personas o responder a influyentes con un alto índice de seguimiento digital.
Por último, llega la confianza que le da el crecimiento exponencial de sus seguidores, saber que te están leyendo y lanzarte a escribir opiniones como si hablara el mismísimo Obama ante miles de personas.
Hasta hace poco con eso bastaba. Ahora no. Los nuevos pasos del profesional confluyen en el marcado cariz audiovisual que ha tomado todo. Más ver y menos leer. Vídeos organizados, con un guion y una edición que debe superar el estándar habitual con los que llegar a más público a través de la viralidad utilizando también los canales de mensajería instantánea como Whatsapp o Telegram.
¡Qué lata! No solo debes abrirte una cuenta en Facebook, Twitter o Instagram, sino que ahora resulta que para mantenerte en pie debes tener conocimientos en grabación y edición de vídeo.
Si, al respecto, tuviera que hacer un símil con mi vida profesional recuerdo que, en 2000, cuando comencé en Televisión Canaria, a los periodistas se nos dio un curso de edición y locución. No solo cubríamos la información con el micrófono en la mano; al regresar a la redacción debíamos redactar, locutar y editar nuestras informaciones. Lo que parecía una locura ha sido la mejor formación que recibimos para ser diferentes a todo lo que había entonces.
Se trata de eso: de ser diferentes. No de que la mesa de tu redacción siga llena de papeles de manera innecesaria. Pues es ese el único camino posible para el periodista actual y no otro: ser capaz de dominar la multitarea. Y para ser diferentes generar y gestionar contenido es una buena idea.
Ganarse la vida como gestor de contenidos
¿Puedes vivir de llevar las redes sociales de marcas o empresas? No. ¿Puedes ganarte la vida como gestor de contenidos? Perfectamente. La crisis del papel ha generado el despido masivo de muchos compañeros. Algunos decidieron reciclarse. Otros no.
Quienes tomaron el mejor camino corrieron en paralelo a las nuevas generaciones que estaban a un paso de terminar sus carreras. Pero la diferencia no fue tan ancha. Unos contaron con la ventaja de varios años de experiencia y los nuevos, con ser jóvenes y haber nacido en una era infinitamente más digital que sus competidores.
Un buen gestor de contenidos puede convertirse en una pieza de gran valor. No hay muchas en el mercado. Un profesional que no solo actualice la información de las redes sociales, sino que sea altamente proactivo en la proposición de temas de interés, coberturas diferentes o generación de contenidos multimedia como sesiones de fotografía y vídeos que enganchen, está altamente cotizado.
Generalmente, el periodista termina dando solo el primer paso que comentaba algunas líneas atrás: se queda en ceñirse a ser esa horrible palabra llamada community manager.
Pero quienes se convierten en gestores de contenidos terminan triunfando: analizando como nadie las necesidades y los momentos clave para difundir una información, leyendo con celo las reacciones de la comunidad, estudiando y apuntando temas de interés. Si le suma un original diseño, alguna foto bien tomada o un vídeo corto pero conciso provoca, al final, una afinidad con sus seguidores que da siempre buenos resultados. Para esto también existe una amplia variedad de cursos. No dejes de echarles un vistazo. Da el paso.
Llegados a este punto lo único que quiero hacerte ver es que estas 1400 palabras no tienen como objetivo celebrar que estamos aquí, vivos. Lo que quiero es hacerte levantar del sillón, entender que tienes que evolucionar y dejar de pensar que tu trabajo va a durar toda la eternidad.
Abona tu vida formándote y mejorando en el entorno digital para que las oportunidades florezcan. Y deja el estiércol para quienes han entendido el periodismo en redes sociales como un lodazal de egos donde su único objetivo es mirarse al espejo cada día para preguntarse si sigue siendo más guapo que el resto.