El año 2009 empezó con Paulino Rivero pisando la moqueta del Palacio de la Moncloa por tercera vez en ocho meses. Y acabó con Coalición Canaria apuntalando los Presupuestos Generales del Estado para 2010 y dando “un sí crítico” a una financiación autonómica con más ruido que nueces. En medio, los nacionalistas canarios, aunque sin mediar acuerdo estable, se revelaron como el socio más leal del Gobierno de Zapatero. Quid pro quo.
Al día siguiente de tomar el roscón de Reyes, el presidente canario y Rodríguez Zapatero quedaron para un café y de paso hablaron de la financiación autonómica. No hubo entonces ningún acuerdo concreto pero sí “una buena disposición” por ambas partes. Eran los preliminares del nuevo sistema de reparto de fondos, que Canarias terminó por apoyar a regañadientes meses después, aun reconociendo que incumple la machacona reivindicación del Gobierno autónomo y que en lugar de acercar las Islas a la media de gasto por habitante las aleja aún más, pese al aumento de recursos.
La visita de Rivero a La Moncloa supuso un paso adelante en la recuperación de las buenas relaciones que habían empezado a fraguar el año anterior tras un periodo convulso. Pero en los gestos quedaba todavía un punto de intencionada y recíproca indiferencia: cortesía y buenos modos sin dejar de marcar cierta distancia para que ninguna de las partes dejara asomar muestra alguna de ansiedad por cerrar acuerdos. Un espejo con los trozos pegados no puede ocultar por dónde se rompió.
Pero como en política no hay verdades ni enemistades eternas, el buen rollo fue a más en aras de ese gran motor que es la conveniencia recíproca, y Coalición Canaria (CC) se convirtió en un abrir y cerrar de ojos en socio asiduo de Zapatero en las Cortes Generales. El más leal de todos. Los canarios –cabría preguntarse por qué en el Congreso se conoce así sólo a los dos diputados de CC, cuando son quince los representantes de las Islas. O tal vez deberían preguntárselo sus señorías de PSOE y PP, de tan bajo perfil– ganaron terreno en el panorama de la política nacional a medida que el Gobierno de España iba necesitando de su voto para sacar adelante las iniciativas más comprometidas, incluidas las cuestionadas medidas anticrisis.
Buena parte del mérito del protagonismo de los nacionalistas canarios se debió a la incierta estrategia de alianzas del PSOE, sin pactos estables, buscando en cada momento los votos necesarios para sumar mayoría y haciendo encaje de bolillos todas las semanas para no perder votaciones en el pleno. En un alarde de creatividad, el portavoz del grupo socialista en el Congreso, José Antonio Alonso, bautizó la cosa como “geometría variable”, lo que en román paladino viene a ser que hoy negocio con unos, mañana con otros y pasado ya se verá, que cada día tiene su afán.
Pero siempre y en cada votación, ahora con CiU, ahora con IU y ERC, el Gobierno de Zapatero pudo contar con el comodín de CC, ya fuera para salvar por los pelos una ley o para cerrar el paso a la imagen de inestabilidad parlamentaria abonada a conciencia por el PP de Mariano Rajoy, que a estas alturas comienza a ver La Moncloa al alcance de la mano. Las lenguas afiladas aseguran que en la consolidación de las buenas relaciones de los nacionalistas canarios con Zapatero tuvo también algo que ver la marcha de Juan Fernando López Aguilar al Parlamento Europeo, hasta entonces azote de CC y refractario a cualquier acercamiento.
No tardaron en llegar las compensaciones. Hasta el mismísimo Pedro Solbes, apenas un mes antes de quitarse de en medio y pasar los trastos a Elena Salgado, rompió su tradicional resistencia y se comprometió con luz y taquígrafos a poner en marcha con urgencia medidas específicas para paliar el mayor impacto de la crisis en Canarias, cuyo índice de paro ya superaba en siete puntos a la media estatal. CC cogió la oferta al vuelo y presentó una moción de 18 puntos, que el Congreso aprobó por unanimidad y que a la postre se convirtió en la base del Plan Canarias.
El plan canarias
Para darle más bombo y platillo al compromiso, Zapatero anunció por sorpresa su intención de entrevistarse con Paulino Rivero, esta vez para tratar en exclusiva la situación de las Islas ante la crisis y las posibles soluciones. Y hete aquí que el presidente canario volvió por La Moncloa el último día de abril para llevarse debajo del brazo la promesa de celebrar en Canarias una minicumbre ministerial en junio. Tiempo ganado.
Fue durante el debate sobre el estado de la Nación, con el desempleo al galope y las perspectivas negras sin luz a final del túnel, cuando Zapatero dio otro golpe de efecto –había que recabar el mayor apoyo posible para no salir muy dañado del lance– al anunciar su compromiso personal de reunir un Consejo de Ministros extraordinario en las Islas en otoño, para intentar atajar la mala situación económica del Archipiélago. “Es una prioridad para este Gobierno, porque la alta tasa de paro de Canarias y su condición de región ultraperiférica así me lo exigen”, aseguró el presidente desde la tribuna de oradores con todo el boato de la ocasión.
La disposición de CC a echar una mano al Gobierno socialista a cambio de poner a las Islas en la agenda no se tradujo sin embargo en un pacto parlamentario firme. Pese a que el PNV rompió la baraja y no quería saber nada de un PSOE que le había arrebatado el Gobierno vasco, Zapatero mantuvo sus reticencias a garantizar la estabilidad con alianzas sólidas y Coalición vio como se alejaba su aspiración inicial de suscribir un acuerdo para el resto de la legislatura. “Con CC seguiremos hablando, pero como lo haremos con todos”, dejó claro Alonso.
Eso no frenó la concatenación de acuerdos puntuales. Con la vista puesta en el prometido Consejo de Ministros, los nacionalistas siguieron respaldando los proyectos estrella del Gobierno. Y el 9 de octubre, el Gobierno español reunido en Las Palmas de Gran Canaria dio carta blanca a la estrategia integral para las Islas, más conocida como Plan Canarias, con una ficha financiera de 25.000 millones de euros en 10 años, a 2.500 millones por ejercicio. Un bluf según el PP, que no ve ninguna partida ni dotación nueva y considera el plan una mera recopilación de las medidas sueltas que ya estaban previstas. Mientras el número dos del Gobierno canario, José Manuel Soria, no cesa de airear su convencimiento de que la estrategia integral es un camelo, el presidente Rivero opta por la moderación y da un voto de confianza al Ejecutivo central hasta comprobar en unos meses como se plasma el plan. Pero eso ya será en una comisión de seguimiento que queda fijada para bien entrado el año 2010.
Y en estas se votó en el Congreso la polémica la Ley de Extranjería, que amplía hasta 60 días el plazo de retención de los inmigrantes sin papeles en centros de internamiento y limita la reagrupación familiar. La reforma contó también con el respaldo de CC, tras serle aceptadas todas sus propuestas, incluida la que permite que Canarias ceda la tutela de los menores no acompañados que excedan su capacidad de acogida a las autonomías receptoras. El apoyo de CC fue en esa ocasión especialmente agradecido por el Gobierno, que buscaba una mayoría amplia para acallar las críticas. Y los nacionalistas canarios se volvieron a situar en primera línea de apoyo al Ejecutivo de Zapatero para aprobar, en una votación de infarto, la Ley Orgánica de Financiación de las Comunidades Autónomas (LOFCA). Pese a las reticencias sobre el nuevo sistema, la incorporación de las enmiendas que reconocen el REF y aclaran el reparto de fondos propiciaron el respaldo inequívoco de los dos diputados de CC.
El colofón político de 2009 lo marcó el debate de los Presupuestos. El no de CC a las cuentas estatales del año anterior se tornó en esta ocasión, pese a los recortes, en un sí a modo de balón de oxígeno, que permitió al Gobierno sacar adelante el proyecto legislativo de mayor peso y trascendencia del año únicamente con el apoyo de nacionalistas canarios y vascos, frente al rechazó del resto de los grupos, que presentaron enmienda a la totalidad.
Culminado el año con “un balance razonable”, el principal objetivo político del Gobierno de Canarias y de los representantes de CC en el Congreso para el próximo ejercicio –con el horizonte de lo que resta de legislatura– tiene en el ámbito nacional nombre y apellidos: la reforma del REF. Pero esa es otra historia y promete ser larga.