El periodismo, más necesario que nunca

La reflexión constante sobre el periodismo y los medios de comunicación es siempre un ejercicio recomendable, dada su permanente responsabilidad social. Más, si cabe, en estos tiempos difíciles que atravesamos, marcados por una revolución tecnológica y, sobre todo, por una recesión económica que sacude con dureza al mundo. Uno de sus múltiples y devastadores efectos está haciendo mella en el sector de la comunicación.

Casi como una paradoja, vivimos en un tiempo caracterizado por la constante expansión de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Somos espectadores y protagonistas privilegiados de una revolución que ha penetrado en todos los aspectos de la vida del individuo. Y sus consecuencias se proyectan también, con un alcance inusitado, en el sector económico de la comunicación y el periodismo, al que ha transformado definitiva e irreversiblemente. Los ciudadanos no habían tenido hasta ahora semejantes posibilidades de participar en los flujos de información y de la libertad de expresión, como dadores y receptores de información. La recesión económica, una circunstancia coyuntural de extrema gravedad, y la revolución tecnológica, un proceso histórico estructural sin retorno, son dos fenómenos tan trascendentales y primordiales como para tomarlos de referencia en la reflexión que proponemos al lector en estas líneas. Se trata de una reflexión en torno al Periodismo con mayúsculas, el de calidad y auténtico en sus múltiples propuestas.

Un escenario sombrío

Estamos en un periodo convulso que está imprimiendo cambios hondos en el periodismo, como en otros muchos ámbitos de lo público y privado. Dan constancia de ello algunos titulares de los que se ha hecho eco la Hoja del lunes. Boletín Informativo de la APT en las semanas finales de 2009 y principios de 2010, que citamos en este recorrido: “La FIP pide una mentalidad nueva sobre la responsabilidad y el porvenir del periodismo” (P-es 15/12/2009), “Peor imagen para los periodistas en España” (EFE 17/12/2009), “Los diez retos para los medios en 2010” (Bárbara Yuste/ABC 28/12/2009), “Adiós a la tele de siempre” (F. Álvarez/ABC 04/01/2010), “¿Sobrevivirán las agencias internacionales de noticias? (Luc Debrain/Le Temps 10/02/2010), “El periodista tendrá que inventar algo para formar parte del futuro” (Pedro de Alzaga/ABC 26/02/2010), “Cataluña pide a las televisiones locales que devuelvan la licencia si no pueden emitir” (Rosario G. Gómez/El País 23/02/2010) o “Los españoles consumen ya más Internet que televisión” (EFE 23/02/2010). Estos son, entre otros, titulares sintomáticos de la crisis profunda que vuelve a retar al periodismo, como si de una admonición se tratara.

A la universidad, a la empresa y al periodista se les requiere reaccionar con apertura de miras ante la revolución tecnológica que las ha transformado de manera drástica y extraordinaria. La formación universitaria en España, apoyada en las TIC, ha iniciado un proceso de adecuación a una sociedad y un mercado laboral exigentes como nunca. El profesorado de Periodismo debe responder actualizando su formación, impuesta por un sector Comunicación cambiante e innovador. Las estructuras piramidales y cerradas en los estudios superiores comienzan a ceder protagonismo a nuevas ofertas y demandas de cualificación superior que diversifican de manera inusitada las vías para avalar la capacitación profesional superior y la mejora continuada.

Actuamos en un escenario pleno de potencialidad innovadora y de retos. Uno de ellos es fomentar la colaboración entre universidad y empresa, por necesaria para una óptima formación de los periodistas y para afianzar los criterios de calidad y excelencia en el funcionamiento de las empresas periodísticas; ello a pesar de que haya sido una relación no siempre entendida por ciertos sectores sociales. Pero el periodismo de las TIC se ha reinventado a sí mismo para subsistir en este mundo en crisis, y no entendería desaires por parte de algunos de los actores implicados en la formación profesional en esta transformación del sector.

Vivimos tiempos de flexibilidad universitaria, apertura empresarial y altas demandas en la preparación intelectual y tecnológica de los periodistas. Es un panorama en el que contrasta la mala imagen que la sociedad española ha tenido de los periodistas, durante 2009 respecto a 2008, y el desánimo que emana de las encuestas realizadas a directores de medios y a periodistas. Así lo recoge el Informe de la Profesión Periodística de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM): cerca del 60% de los encuestados tienen una imagen regular, mala o muy mala; frente al 39% que manifiesta tenerla buena o muy buena. Estos datos nada halagüeños vienen motivados por transgresiones bien identificadas y rechazadas por los ciudadanos. Entre ellas destacan la vulneración del derecho a la intimidad en la que incurren muchos periodistas del corazón, la falta de objetividad (un concepto muy debatido por los teóricos pero que la ciudadanía parece saber demandar), la cobertura de asuntos con escaso interés para las audiencias, el sensacionalismo que tantas críticas suscita por determinadas maneras de informar, así como la manipulación, la politización y el partidismo en las informaciones, un mal endémico en la información periodística en España.

Sinergias provechosas

Un escenario sombrío puede verse mitigado con alianzas esperanzadoras. El compromiso de la universidad en subsanar estas deficiencias, peligrosas para la democracia, debe verse complementado por el de las empresas y los profesionales de la comunicación. De lo contrario, el daño a la credibilidad y confianza profesional y empresarial de las audiencias podría tener difícil enmienda. La crisis del periodismo aconseja no correr el riesgo de empecinarse en prácticas desacreditadas, ni siquiera como estrategia para captar audiencias. Máxime cuando la imagen y consideración públicas de una profesión se ven condicionadas por el proceder extralimitado de periodistas de un ámbito como es el denominado periodismo rosa. A esto se suma que se desdibujen medios consolidados que han venido actuando como referentes para amplios sectores de la sociedad, y que otros nuevos surjan con su servicio informativo politizado. Éstas no son soluciones que mejoren una difícil situación de un sector azotado por el paro, la precariedad laboral, el aumento de las presiones, la disminución de la independencia, el abuso de las fuentes anónimas y no contrastadas, y el intrusismo. El remedio está en aplicar criterios de calidad periodística y en la formación continuada de los profesionales de la comunicación.

Al licenciado y al graduado en Periodismo puede proporcionársele una formación intelectual, técnica y tecnológica satisfactoria, pero si, una vez incorporado a la actividad laboral, la empresa no le provee de las condiciones necesarias para el desempeño correcto del trabajo ni le impone rigor, la calidad del servicio informativo queda menoscabada. No es ajeno a esta situación que la tibieza en la defensa de qué es o no periodismo esté llevando a la preocupante y peligrosa confusión en la sociedad entre contenidos periodísticos y los que no lo son. Así se observa en las aulas universitarias.

Perspectivas de las TIC

Las enormes perspectivas que las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han abierto al periodismo, a las empresas y a sus profesionales no desvirtúan su esencia. Pero ante tal diversidad de canales y de emisores de pseudoinformación se hace más necesario que nunca el periodismo. Es evidente que, en la industria multimedia, las sinergias entre administración, universidad y empresa fomentan la innovación, el desarrollo y la competitividad; pero el sector periodístico, por sus características, experimenta otro ritmo. El periodismo, identificado antes con los diarios y los servicios informativos de televisión y radios, se disemina hoy en la amplia oferta permitida por las TIC. Sin embargo, la industria periodística, por las características del periodismo, de la profesión y de las empresas, no termina de hallar encuadre en la cartera de servicios de las productoras audiovisuales, aun siendo una alternativa de servicio y negocio.

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