La inauguración de la nueva Fundación Cristino de Vera-Espacio Cultural CajaCanarias fue el acto cultural más relevante de 2009 en Canarias. La Fundación Cristino de Vera albergará gran parte de la obra del artista, uno de los más brillantes que ha dado el Archipiélago. Y su apertura hace realidad el sueño que le quedaba por cumplir a este tinerfeño que el 1988 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas: tener un espacio para su obra en la tierra que le vio nacer.
El 23 de julio de 2009, sus majestades los Reyes de España inauguraron la Fundación Cristino de Vera-Espacio Cultural CajaCanarias, cuya sede se ubica en el corazón de La Laguna. El nuevo hogar de este artista tinerfeño es una imponente casona del siglo XVIII de tipología colonial, que ha sido rehabilitada para su destino museístico. En ella convivirán más de un centenar de sus pinturas y dibujos, con las manifestaciones de otros pensadores, científicos, artistas e intelectuales, en sintonía con el deseo de Cristino de Vera de hacer de este espacio un organismo vivo, “un patio de preguntas que busca con humildad convertirse en ágora y sordo telón para la obra de este pintor”, como manifestó el presidente de CajaCanarias, Álvaro Arvelo, en su intervención.
En el acto de apertura oficial de este nuevo espacio cultural promovido por la entidad de ahorro, el pintor tinerfeño estuvo arropado por la Ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia, así como por las principales autoridades locales y regionales. Y además, por numerosos amigos y ciudadanos anónimos que mostraron su cariño a un artista que no sólo es reconocido por los críticos, sino también por el pueblo. Eso sí, el mayor cariño se lo ha mostrado siempre su esposa, Aurora Ciriza, vital en todo este proyecto “porque ha dado las moléculas de oxígeno que toda idea necesita para respirar”, explicó Arvelo, quien concluyó su discurso dirigiéndose al pintor con emotividad: “Se cumple tu deseo, hemos depositado esta vela que tú has encendido, y ahora nos queda la tarea de mantener la llama para siempre”.
Las palabras que pronunció Cristino de Vera en el acto de inauguración de la Fundación estuvieron dedicadas a los suyos y a todos los que confiaron en él, muchos de ellos ya fallecidos. Así, citó al que fuera presidente de CajaCanarias, Juan Cas, y a amigos como Domingo Pérez Minik. Y no olvidó a maestros que fueron fuente de inspiración como Zurbarán, Van Gogh o Cezanne, de los que dijo que “con la levedad suave del viento de La Laguna, es posible sentir hoy su caricia espiritual”. El pintor prosiguió con nostalgia y añadió que “su presencia invisible está hoy a mi lado y en la caricia de nuestros silencios”. Por último, antes de evadirse entre los aplausos, Cristino se despidió valorando el calor recibido por su gente: “Gracias por acompañar a este viejo pintor en este día”.
La Fundación Cristino de Vera albergará gran parte de la obra del artista y permite cumplir su deseo de tener un espacio para su obra en la tierra que le vio nacer. El proyecto fue ideado como preámbulo de los actos conmemorativos del centenario de CajaCanarias y dista de ser un museo al uso, al perfilarse como un lugar especial, que entremezcla la tradición del ambiente canario antiguo con la sabiduría oriental; y en el que la paz, el silencio y la contemplación que inspira Cristino se unen para deleite del visitante. Para la rehabilitación del edificio se ha contado con un equipo formado por los arquitectos Vicente y Fernando Saavedra, con una dilatada experiencia en urbanismo y conservación del Patrimonio Histórico en Canarias, y por Juan Pablo Rodríguez Frade, prestigioso restaurador y arquitecto.
Pintor humilde y silencioso
Cristino de Vera (Santa Cruz de Tenerife, 1931) se formó en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad hasta que en 1951 se instaló en Madrid para tomar clases en el taller de Daniel Vázquez Díaz y en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. A pesar de la distancia, el pintor siempre ha mantenido su vinculación con las Islas y con CajaCanarias, que en el año 1971 inauguró precisamente en La Laguna la primera exposición antológica de Cristino, brindando a los canarios la oportunidad de acercarse a su obra, a la que dio continuidad en 1989 una segunda muestra que recogía el trabajo más importante del artista hasta entonces. Desde aquellas primeras propuestas, y fiel a una de sus citas preferidas de Goethe (“Sin precipitaciones y sin pausas, como los astros”), se ha ido forjando lentamente como creador, alejado del ruido que rodea al mercado del arte. Sus grandes exposiciones reflejan la paradoja de su complejo imaginario: la figura humana y su entorno, paisajes y bodegones, trazados con un lenguaje sobrio y ascético, lleno de simbolismos que hacen referencia a la muerte e intentan retener el misterio de la luz que parte de objetos inanimados. Considerado como uno de los grandes pintores solitarios del medio siglo, su obra puede verse en las colecciones del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, que le dedicó la muestra Dibujos en 1996 y una exposición individual en 2001. En ese mismo año expuso en solitario en el Museo Arqueológico Nacional, junto a una selección de piezas del patrimonio arqueológico español, siendo el único pintor hasta el momento que ha tenido el privilegio de ver su obra en dicho Museo. Cristino de Vera ha sido objeto de altos reconocimientos como la Medalla de Oro de Canarias (1996), el Premio Nacional de Artes Plásticas del Ministerio de Educación y Cultura (1998) o la Medalla de Oro a las Bellas Artes, entregada por los Reyes de España (2002).