La dudosa vigencia del ascenso más brillante

El cuarto ascenso del CD Tenerife a Primera División rompió moldes. Nunca antes había reclutado a centenares de aficionados cada quince días en sus visitas a la Península. Y en éxitos precedentes nunca alcanzó un nivel futbolístico tan alto ni tal grado de autoridad frente a sus rivales. Su primacía en la segunda vuelta de la Liga fue incontestable y mereció el título de campeón, malogrado, por cierto, de forma absurda en el último minuto de la competición.

El CD Tenerife culminó el proyecto tal como lo había planificado. En tres años: el primero, empleado en restaurar a un equipo derruido, sin identidad ni estilo, sin presente ni perspectivas; el segundo para ir construyendo la base competitiva y sedimentar una forma de juego duradera, çque sirviera para identificar el modelo futbolístico de futuro; y el tercero, para completar el equipo y sacar fruto de la semilla esencial del éxito: la continuidad. Aquel 13 de junio en Girona, el día de la culminación con el gol de Kome, el equipo cruzó la línea de meta después de una larguísima carrera en la que no siempre sintió el calor ambiental que sí tuvo en el último tramo. El fútbol actual tiene sus tiempos marcados, los equipos se mueven esquivando la exigencia permanente y, en el caso del Tenerife, no todo su entorno interpretó adecuadamente las fases de reconstrucción en las que luego se sustentó el éxito final. No es fácil convencer al consumidor (abonado) de que la verdadera rentabilidad de su inversión tardará tres años en sustanciarse.

No, no fue nada fácil llegar hasta la efeméride de Girona partiendo de aquel 15 de febrero de 2006 (fecha de inicio del proyecto con la toma de posesión del actual consejo de administración). Tampoco hubo viento a favor para este Tenerife en la primera mitad de la temporada que culminó con el salto de categoría. José Luis Oltra se vio obligado a modificar asuntos estructurales, como el dibujo táctico, y detalles de estilo, como su defensa zonal en las acciones de estrategia, que empezaron siendo una sangría para el equipo. El técnico fue modelando un funcionamiento colectivo que alcanzó su punto de rendimiento más alto precisamente a las puertas de una durísima segunda vuelta, en la que el calendario de competición obligaba al Tenerife a jugar de visitante frente a todos los equipos fuertes de la categoría. La máquina estaba tan engrasada que el conjunto blanquiazul se paseó por ese vía crucis dando lecciones de estética y eficacia en su juego ante rivales directos.

La dinámica ganadora, la autoridad en el juego, la superioridad, en definitiva, fue elocuente y sedujo de tal manera al tinerfeñismo que empezó a ser familiar el paisaje blanquiazul en los aeropuertos cada 15 días. Hubo más de 300 aficionados en Salamanca, más de 600 en Madrid ante el Rayo, más de 400 en Anoeta contra la Real Sociedad, unos 700 en La Romareda de Zaragoza, otros 400 en Alicante con ocasión de la visita al Hércules, medio millar de bufandas blanquiazules en la Ciudad Deportiva de Sevilla y, por fin, por encima de un millar de tinerfeños en Girona… Casi 4.000 personas se movilizaron con el equipo, desafiando las dificultades económicas que empezaban a hacer mella con el crecimiento imparable de las cifras de desempleo. La razón fue que Oltra dio con la tecla cerca del comienzo del año 2009. O sea, sobre la mitad de la competición. Su Tenerife será recordado por el estilo ofensivo de la propuesta futbolística. Pero el funcionamiento descansó sobre piezas esenciales.

Y ahí es preciso citar la extraordinaria aportación de Sergio Aragoneses en la portería, el papel estelar de Ricardo en la construcción del juego, bien cubierto por Richi, modélico jugador secundario, y, por descontado, el rutilante desempeño de los cuatro magníficos: Juanlu, Alfaro, Nino y Kome. Ellos son para siempre las señales de una temporada maravillosa, en la que el Tenerife superó todas sus marcas en la categoría: estuvo más semanas que nunca sin perder; sumó más puntos en la segunda vuelta que ningún otro equipo en la historia de la categoría, batió marcas en goles marcados, en aportación de su pichichi (nadie había hecho de blanquiazul en Segunda División los 29 tantos que firmó Nino)… Hay, sin embargo, un registro que puede entrañar la explicación de todos los demás: la continuidad de Oltra, que al inicio del nuevo curso, ya en Primera División, se convirtió en el entrenador que más partidos ha dirigido al Tenerife a lo largo de su historia. Más de un centenar. La continuidad es el secreto.

De la euforia al vértigo

Sin embargo, la segunda mitad del año 2009, ya en Primera División, presentó un difícil cruce de caminos de cuya elección va a depender el destino inmediato del club, a todos los niveles. El consejo de administración tuvo que optar entre invertir en fichajes una parte de los 12 millones de euros que aporta el nuevo contrato con Sogecable en concepto de derechos de televisión o, por el contrario, darle continuidad al equipo del ascenso y destinar la plusvalía del citado contrato a rebajar la deuda, en especial en relación a las cuentas que le vinculan en calidad de acreedor con instituciones oficiales. La determinación de reforzar mínimamente la plantilla del ascenso, casi con coste cero, implica un riesgo. La primera parte de la temporada del reingreso en Primera División, la que se desarrolló en el segundo semestre de 2009 ha potenciado la queja de los pesimistas, porque al equipo de Oltra no le basta con el funcionamiento de la pasada temporada como recurso para salvar las dificultades de una categoría que exige mucho más en el plano de la valía individual (calidad) y en el colectivo.

La impresionante respuesta de los aficionados durante el periodo de venta de abonos, absolutamente sin precedentes (batió el récord de abonados con más de 17.000 fidelizaciones), resultó una garantía económica para el club, que sin embargo no respondió con grandeza en el mercado de fichajes. La apuesta de austeridad es un órdago que asume el club y que se resolverá el 16 de mayo próximo.

La deuda real y la virtual

Miguel Concepción sacó adelante una junta general extraordinaria en la que tuvo cierta contestación. Su propuesta de incrementar a 115 el mínimo de acciones que validan a partir de este año la asistencia a las juntas fue el punto más controvertido. La explicación de Concepción en el sentido de despertar el interés de los empresarios por convertirse en compromisarios tampoco llegó a convencer. El Tenerife ha seguido presentando una disminución paulatina y casi constante de su deuda global. El 30 de junio de 2006 el club debía 45, 9 millones de euros; un año más tarde, eran 33 millones, disminución producto de los 16 millones que la entidad ingresó procedente de la Sociedad Promotora por la venta de parte de los terrenos de Geneto. En 2008, la deuda se mantuvo en 33, 8 millones, porque el Tenerife perdió 1,9 millones en el ejercicio del año e hizo subir sus números rojos en 796.000 euros después de afrontar sus amortizaciones de ese periodo contable. En la junta de 2009, Concepción presentó 35,6 de endeudamiento bruto a 30 de junio, pero anunció a los accionistas que, en diciembre, el Tenerife ya sólo debía alrededor de 26 millones de euros. Ahora bien, queda por dilucidar cuál será el futuro de la Promotora; si termina por ser absorbida, el club deberá asumir también lo que la Sociedad adeuda a CajaCanarias, aunque por el contrario debe incorporar a su patrimonio los activos de los que dispone la Promotora. Si se produce tal fusión, habrá que estudiar de nuevo la situación patrimonial del Tenerife, virtualmente más difícil que la actual.

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