La ansiada inquietud por salir del túnel en el que se ha metido la economía desde el verano de 2007 está desnortando el sentido y alcance de las cifras que se clasifican como señales positivas de la tendencia cíclica, y también el zeitgeist (el espíritu de la época) con el que abordar operaciones de transformación en nuestro sistema económico y empresarial. Se comete un doble error: de cálculo y de estrategia.
La recuperación anémica de algunos indicadores parecía ir realimentándose; parecía concurrir en una situación de convalecencia de determinados impulsos vitalizantes. Cuando este Anuario de Canarias 2009 se publique, a mediados de año, es casi seguro que siga en lista de espera el grueso de esos impulsos. La bienvenida presencia de tales benefactores dependerá de nuestro poder de reclamo y atención, pero sobre todo estará en función de los fabricantes que, fuera de nuestro entorno, tienen capacidad real para desencadenar bifurcaciones, destrabando estrangulamientos y revistiendo caídas entrelazadas.
Lo peor, representado por esa no descartable probabilidad de aplazamiento de la fase de crecimiento económico y del empleo, pone en evidencia un hecho revelador: que el bloqueo de salidas alternativas deriva de la atadura que mantienen las fuerzas configurantes (públicas y privadas) en su preferencia por reiniciar el mismo modelo de nacimiento. A propósito, el cambio de modelo no implica demoler especializaciones para sustituirlas por otras que puedan sostener ciclos de crecimiento a semejanza de los ya experimentados. La renovación del modelo supone la emergencia de especializaciones de PIB (producto interior bruto) capaces de sostener participaciones ascendentes en el total. Esta dinámica es simultánea al descenso relativo de actividades antes preferentes para inversores y para el marco institucional. Se trata de una mutación, del cambio estructural de las bases organizativas de la economía, que nunca es el mero producto del voluntarismo político…
¿Se sopesa la dependencia? En la aritmética de los intereses colectivos y productivos de Canarias es fundamental valorar estratégicamente qué apuestas merecen ser arropadas institucionalmente, a sabiendas de que sus movimientos en los mapas atravesarán circunstancias cambiantes para sus márgenes de maniobrabilidad. Canarias no podrá ejercer de llanero solitario con alma de fenicio en esta galaxia de trashumancias y culturas con vectores que fertilizan sus contactos tras cruzar fácilmente las fronteras. A Canarias no le queda otra opción que reconfigurar sus redes educacionales. Ésta es una operación, en toda regla, de morfogénesis; esto es, un salto planeado con el ritmo y el alcance adecuados para que llegue a buen puerto.
Con el actual modelo, el sistema parece incapaz de resolver sus grandes problemas vitales, y la senda entonces será ir declinando hacia un empobrecimiento que nadie quiere. Y esto es una casuística de emergencias sistémicas: los desequilibrios no se autocorrigen (no operan los estabilizadores automáticos cuando la marea rebasa el sistema circulatorio y de contenciones establecidas). Por tanto, se impone un tratamiento obligatorio y vigilado tras un buen diagnóstico, sin descartar cirugía mayor, si hubiera lugar y antes de entrar en deterioros irreversibles. Es urgente la movilización hacia prontas adaptaciones, pues los retrasos comportan que la cualificación de los aprendizajes no está activando eficientes respuestas. En tiempo de emergencias, hay que dar prioridad a los esfuerzos destinados a reparar los grandes daños socioeconómicos; a salvar el capital humano, reactualizándolo; a apuntalar el capital social, y a nuclear la participación de las fuerzas más dinámicas en torno a los focos que procuran mayores efectos multiplicadores con sostenibilidad y calidad.
Si queremos evitar ser una comunidad low cost, esa cuyos principios productivos de costes, tiempo y calidad están presionados por las bajadas de costes salariales y dependen mucho de las tecnologías externas y de los canales tradicionales de renta, hemos de arrinconar ensoñaciones del tipo de retornos acelerados y no exponernos con productos sujetos a la ocurrencia de efectos latigazo (llamados así por Hoeni Khazar, por tener precios que pasan de estar en las cimas a hundirse a ras del suelo). Que no se obvie lo evidente. Canarias no sólo es frágil y vulnerable por su escasa dimensión sistémica, sino que además es dependiente de un mundo complejo de conexiones y redes asimétricas. En su mercado, Canarias es un tomador de precios exógenos, mayoritariamente, y en sus especializaciones son claves el capítulo de provisiones externas y las compras de no residentes en los productos que se proyectan a la competencia internacional. En sus fuentes de financiación y saldos comerciales con el exterior, son vitales los flujos de capitales nominales procedentes del resto del mundo, especialmente del resto de España y de la Unión Europea (UE)… La interdependencia y la necesidad de que los otros completen necesidades en las que Canarias carece de medios propios constituyen vínculos con formatos de asimetría relacional y, por tanto, con alguna versión de dependencia.
Durante el último ciclo expansivo, la demanda intensiva de trabajo no cualificado o de profesionalización media puso al sistema canario en un dilema clásico de trade-off con elevados costes de oportunidad: la reproducción ampliada de su potencial coyuntural dependía de la entrada notable de fuerza de trabajo externa. Era cuestión de abrir las puertas sin medir algunos riesgos ante un calentamiento de rentas y de burbujas donde las lentitudes no tenían cabida ni apoyo de las fuerzas dominantes. Ganancias, rentas y efectos de riqueza dependían en una relativa proporción de esa participación de capital vivo llegado de fuera.
En la historia económica de Canarias son muy pocos los hilos umbilicales que se someten a un aggiornamiento contextual. Posiblemente, el más trascendente de esas constantes de remozamiento protagonizador sea el del hecho diferencial, en su vertiente de dispositivo del cuadro de incentivos relacionales y creativos de valor. Canarias, sus representantes y las organizaciones de interés económico, saben desde sus orígenes que tienen en el factor geopolítico, planteado en términos de sensibilidad compartible, su mejor baza para adosar a su institucionalidad geoeconómica y a su instrumentalización geográfica mecanismos normativos y prácticas relacionales y administrativas siempre favorables a los que desempeñan negocios y circuitos de mayor generación de ingresos.
En un sistema como el canario, salvo las anomalías concurrentes del boom inmobiliario-turístico, los circuitos y actividades siempre han sido los conectados con la economía internacional y la gestión parcial autónoma de esta fuente de rentas comerciales y logísticas. Estamos formulando una hipótesis según la cual los negociadores del territorio débil tratan de maximizar su condición dependiente mediante un raft institucional-normativo y la apelación a inmateriales de circulación que son sensibles a rupturas.
Nos gustaría que Canarias, sus decisiones públicas y privadas, fuesen muy conscientes de que hay que profundizar y llenar de argumentos sólidos su design thinking; esto es, su marco de referencia de ser y estar, con un plan interactivo de acciones capaces de anticipar y adaptarse a las contingencias; un plan que combine las reformas para un ahora con dificultades con el mañana, donde proyectar el significado de una identidad que sea cotizable activa en la diversidad del mapamundi. Tenemos retos que precisan soluciones creativas para enfrentarse a desajustes lacerantes, aplazados o mal suturados. Posiblemente, este tipo de encrucijadas es la que mejor revela cuál es el basamento institucional, directivo y de capital social con el que cuenta esta comunidad territorial. ¿Cómo se plantea modernizar las fuerzas y las energías regenerativas frente a indiferencias, complacencias, complicidades clientelares, esas penosas estratificaciones de precios y sacrificios, de reparto de compromisos ante protocolos y exigencias? Autores reconocidos señalan que las crisis son retos de paso que ponen a prueba, en su trágico pendular, la consistencia interior de las fibras que han ido vertebrando las realidades.
En la forja del destino. No hay esperanza sin trascender esa parálisis que generaliza el lenguaje del color negro, la oscuridad. Cierto que el progreso no es lineal, que la barbarie está ahí, a la vuelta de la esquina. La historia puede condenar regresos y saludar avances. Son varios los autores que han defendido una opinión de que en esta crisis hay cuatro activos intangibles que han salido ganadores: la confianza, la calidad de lo excelente, la innovación y el talento. Sin redes de todo tipo en la sociedad civil y entre los intereses de los actores, el ambiente favorable para acuerdos y reciprocidades se hace imposible o más costoso. Es una de las incidencias de los costes de transacción. La multiplicación de prácticas cooperantes es el basamento de la confianza y la credibilidad, dos instrumentos impulsores de la rentabilidad social y catalizadores en el clima de los negocios y la inversión. La innovación y la calidad forman parte esencial de las estrategias competitivas. Pese a que la caída en la demanda no invita a transformaciones empresariales y a que el consumo de bajo coste gana cuota a los productos de alto precio, debido al retroceso del ingreso, lo cierto es que tanto la inversión como la calidad son apuestas seguras de éxito en el medio y largo plazo, al satisfacer las expectativas de clientes exigentes y de las empresas dedicadas a nuevos ciclos de vida de los productos.
En esta crisis del/en sistema se están extrayendo lecciones que convendría seguir en su evolución. Cuando parecía que el Estado nación se encontraba en fase de minimalización institucional, los agentes, los mercados y la opinión pública han recurrido a un viejo oficio arbitral e interventor para gestionar las múltiples derivaciones que está acarreando la recesión. Los organismos internacionales e instituciones supranacionales no han quedado bien retratados en la película de acontecimientos que se han sucedido. Tampoco el mercado ha esgrimido músculo suficiente. En este cambio de la funcionalidad del Estado nación, las comunidades autónomas están obligadas a reformular su encaje y terreno de juego.
Resurrección del ‘genius loci’. En la economía de comportamiento, el mundo de la psicoeconomía razona que el desdoblamiento no entraña ninguna patología especial. La gente que está sometida a situaciones de presión imagina estadios que mejoren el ecosistema perceptivo y el contraste de los datos en las variables significantes. Lo valioso sería que esos diseños de futuro hayan succionado las experiencias de lo que ha conducido a ese entorno de inestabilidad, incertidumbres y malos registros.
Siempre es controvertible especificar cómo debemos estar preparados para superar lo que tenemos y transitar hacia lo que queremos. Más allá de ignorancias y desidias, lo que parece inevitable es chequear a fondo si la clase directiva, la dirigente, precisa un cambio, una revisión. No es un tema fácil, y casi imposible si en ese aparato político y ejecutivo está arraigado el nefasto principio de que los adictos son más aconsejables que los inteligentes. Así, no hay modelo que dé lugar a la más mínima metamorfosis.
A estas alturas se tiene muy claro que cambiar de modelo, reafirmar estructuralmente, exige cambios institucionales junto a nuevas apuestas económicas (actividades o ramas y productos, mercados de orientación quizá no tradicionales). Ese cambio institucional comporta estructuras diferentes en lo personal y decisional, lo organizativo y ejecutivo, lo participativo y transparente, pero, igualmente, en lo normativo, que incluye los incentivos y las redes relacionadas. En eso consisten las operaciones de la buena gobernanza, que gestionará un marco más irradiante de la creación económica.
Queda claro que estamos en presencia de una crisis sistémica (globalidad y complejidad, incertidumbre y velocidad de transmisión y respuestas, interdependencias asimétricas en poder e información, desigualdad en medios y negociaciones, jerarquías en preparaciones y en posicionamientos internacionales).
No es fácil la creación y reforma de las instituciones realmente adecuadas para objetivos de desarrollo (las getting institutions rights), pero éste es uno de los retos que puede producir más rentabilidad en las acciones públicas. Este es el asunto de la ownership, instituciones con el marchamo de propias, adaptadas, arraigables en la estructura del territorio en cuestión. Ellas son las que pueden tener eficiencia adaptativa al ser activables por los poderes territoriales sin pervertir su vinculación de intereses y cumplimiento de metas. Dotarse de una aceptable red institucional supone intervenir con un ahorro muy cuantioso de costes de transacción y de fallos del sistema (menor corrupción, mayor transparencia y participación, sosiego institucional). Estamos en los dominios de la ética. Es el equipo, y menos el superman: la dimensión del valor de lo intangible.
Leyendo documentos sobre estrategias como el de H. Murace, La estrategia del colibrí, éste analiza la globalización y su antídoto, y también repara en una nueva mirada del genius loci; es decir, de lo que un territorio acumula en términos de talento del lugar y de su naturaleza única y distintiva. La gestión de ese genius loci traduce la plasticidad para gestar nuevas situaciones; responder a desafíos inéditos; someter a sus valores, comportamientos y actividades que proceden de raíces tan amalgantes como las históricas, lingüísticas, ambientales, sociales… Otra vez el valor de lo intangible.