Gran Canaria vivió un año 2009 para olvidar. La crisis económica, la sensación de inseguridad en las calles, algunos ataques televisivos externos a su principal sostén productivo (el turismo) y unas cifras de paro desbocadas pintan un panorama poco alentador. Pero el dibujo no es diferente al que pueden mostrar otros lugares de Canarias o de España. Lo peor es que todo ello se veía venir. Y no se hizo nada –o no se hizo lo suficiente– para evitarlo.
Mirar ahora, desde la perspectiva de 2010, al año 2009, es hacerlo con ventaja. Pero también con la perspectiva del paso del tiempo, que nos permite no sólo recordar los principales hitos informativos, sino detectar con claridad cómo mucho de lo que ahora nos sucede ya se atisbaba entonces. El problema es que no supimos, o no quisimos verlo… o faltó valentía para tomar decisiones.
Y no lo digo sólo por la crisis económica –que también– sino por la situación en que se encuentran los medios de comunicación en España y en particular en Canarias. Sobra decir que no es especialmente buena, pero sobra igualmente situarla en un contexto generalizado de recesión, que golpea a la empresa privada, que recorta sus gastos publicitarios y a partir de ahí empiezan a caer las fichas del dominó mediático. Añadamos a todo ello que el mundo de la comunicación todavía no ha digerido el impacto de las nuevas tecnologías, que pasan a gran velocidad del consumo de información gratuita en Internet al uso de la telefonía móvil como soporte para que la gente sepa lo que sucede, a la hora en que sucede y donde le apetezca al usuario saberlo.
Situados como estamos en esa empanada mediática, el año 2009 fue manifiestamente mejorable. Sabíamos que estábamos en crisis, pero la estadística se encargó de revelar la crudeza de la misma. El paro se desboca, el turismo se resiente, la construcción se desploma y el consumo muere literalmente. En paralelo, las administraciones públicas entran en una crisis financiera que se une a la sensación de que la multiplicidad de competencias, la sobreabundancia de ventanillas públicas es absolutamente insostenible. 2009 fue, por tanto, un año para quitarse los velos y para afrontar el frío que hace en la calle de la crisis, pero siguió habiendo demasiado ruido político, de manera que el consenso resultó imposible.
Los empresarios y el resto de agentes sociales se desgañitaron reclamando diálogo a los tres grandes partidos sobre los que gira la política canaria. Pero fue una petición que cayó en el olvido. O en la incapacidad. El pacto entre CC y PP mostró su cara más sólida, mientras que el PSOE canario comandado por Juan Fernando López Aguilar siguió encerrándose en sí mismo, perdiendo apoyos en aquellas corporaciones gobernadas por los socialistas y cosechando la incomprensión de la dirección federal.
El resultado de todo ello lo hemos visto en 2010 pero el germen también estaba en 2009: la insostenible estrategia de confrontación a toda costa de López Aguilar, un dirigente que lo tuvo todo pero que entró en barrena desde que perdió las elecciones europeas y que al final, pese a negarlo hasta la extenuación, acabó siendo desplazado por los suyos… y por él mismo, pues nunca estuvo a gusto en su tierra.
Por último, no sería justo que los medios lloremos más que el resto a la hora de revisar el impacto de la crisis. El mal de muchos no es consuelo pero no vendría mal preguntar en sectores como el de la cultura o en el deporte, donde los patrocinios de clubes han desaparecido casi por completo, con la consiguiente asfixia de muchas entidades.
Un año, en suma, para olvidar, pero que conviene repasar porque allí estaba el aviso de lo que ahora padecemos. Analizar esa ceguera nos servirá, posiblemente, para que en 2011 no nos pase lo mismo con este 2010.