Nada será igual

Voy a tratar de no citar en el folio y medio que me corresponde en este artículo la palabra que ha invadido como una plaga los titulares de los medios de comunicación para definir con sus seis letras la difícil situación que vivimos desde que comenzaron a palparse los primeros síntomas de la enfermedad de nuestro sistema económico y financiero allá por el otoño de 2008. Con sigilo, pero con virulencia, se coló en nuestras casas y se quedó a vivir sin que, hasta ahora, hayamos sido capaces de encontrar el remedio para expulsar a un visitante que, cada cierto tiempo, invade nuestro espacio y nos obliga a reinventar la vacuna necesaria para luchar contra sus múltiples mutaciones.

Canarias, al igual que el resto de las regiones más aisladas de la Unión Europea, ha sufrido con más fuerza si cabe las embestidas de una recesión que se ha cebado con los territorios más dependientes del continente y aquellos que, como nosotros, cuentan con una estructura económica que gira en torno al binomio del turismo y la construcción. Sin apenas percatarnos, pasamos de vivir la opulencia del desarrollo urbanístico a un escenario devastador que ha puesto del revés un archipiélago que lucha por sobrevivir a una situación que, pese a sus graves consecuencias, nos resulta familiar.

La historia de Canarias está duramente marcada por los periodos de recesión de nuestros monocultivos que, en muchas ocasiones, nos ha obligado a buscar un cobijo en las cercanías del Sahara o al otro lado del Atlántico. Depresiones que impulsaron contra su voluntad a nuestros antepasados a afrontar travesías plagadas de peligros en un océano en el que perecieron muchos sueños. Qué familiar y cercana es ésta historia que, desgraciadamente, hoy viven otras personas a muy escasas millas de nuestra costa.

Los reveses sufridos por nuestros monocultivos como el vino, el plátano, la cochinilla y hoy el turismo y la construcción nos ha obligado a reinventar nuestro sistema económico para buscar una salida a la recesión y la puerta de entrada a un nuevo modelo, a una nueva forma de vida. Los canarios y canarias hemos tenido que mutar nuestro sistema para sobrevivir y, aunque siempre ha sido un proceso doloroso, también es cierto que casi siempre –unas veces con más acierto que otras– hemos encontrado un nuevo dorado para poder seguir viviendo en casa sin vernos abocados a procesos migratorios.

Y ésa es la realidad a la que nos enfrentamos una vez más. Casi 300.000 canarios han sufrido en primera persona las secuelas de una realidad insensible que ha sido implacable con muchos hogares, especialmente en aquellos en los que todos sus miembros se han visto obligados a desfilar por las oficinas de empleo. Una simple visita a las dependencias de servicios sociales de nuestros Ayuntamientos o a las sedes de las organizaciones no gubernamentales nos ofrece una estampa que, hasta hace pocas fechas, nos parecía tan ajena y lejana. Y hoy convive con nosotros como si se tratase de un virus que ataca a los más débiles, a los más desprotegidos.

Ésa ha sido la principal consecuencia de la palabra que me resisto a citar. Pero no menos cierto es que, tras las lágrimas de una tormenta turbulenta, nos preparamos para reciclarnos y adentrarnos en una nueva etapa cíclica en la que nada será igual. No será fácil, pero se trata de un proceso necesario para que en Canarias no volvamos a ser víctima de los monocultivos. Y la solución pasa inexorablemente por construir un nuevo sistema sobre los cimientos actuales para levantar, con la ayuda de todos, un sector turístico diferente del actual, en el que prime la calidad sobre la cantidad, y forjar un sistema educativo más sólido para que las futuras generaciones cuenten con la preparación académica adecuada para el desarrollo de la diversificación económica.

Cuanto menos dependientes seamos de un solo sector, más fuertes seremos cuando los vaivenes de la incierta ciencia económica nos vuelva a visitar con su cara más amarga. Ante nosotros se nos presenta un amplio abanico de oportunidades en el que las energías renovables o la innovación tecnológica deben ocupar el espacio que le corresponde. Todo ello aderezado con la protección de nuestro territorio y un desarrollo más ordenado y respetuoso con el medio. Entre todos hemos contribuido a construir una tierra con un carácter marcado por nuestra lejanía y aislamiento y entre todos edificaremos un nuevo espacio en el que brote la prosperidad con nuevas semillas y otra forma de entender nuestro territorio y nuestra economía.

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