¿Quién pagará las pizarras electrónicas, los ordenadores y la insonorización de las aulas que dicta Bolonia? ¿De dónde procederán los fondos para potenciar de una vez por todas las lenguas extranjeras y las nuevas tecnologías? Las universidades canarias justificaron la necesidad de una ley que les aporte estabilidad económica, en un año de transición clave para adaptarse a un histórico proceso de reforma en el que se constató un repunte del acceso de nuevos alumnos.
Informes de incuestionable solvencia volvieron a sacarnos los colores en 2009 sobre permanentes asignaturas pendientes de las universidades canarias. Es el caso de la Audiencia de Cuentas de Canarias, que tras fiscalizar el grado de adaptación de ambas instituciones académicas al Espacio Europeo de Educación Superior, el conocido como Plan Bolonia, les recomienda reforzar las infraestructuras y áreas del conocimiento citadas anteriormente y también les sugiere, por ejemplo, ampliar la oferta de titulaciones on line, además de aconsejarles “hacer un esfuerzo importante orientado a aumentar el potencial de sus características diferenciadoras que permita incrementar su atractivo”, para que sean elegidas “por un mayor número de alumnos europeos”.
Con este panorama, y tan sólo sea por las posibilidades que tiene de poner fin de una vez por todas a este tipo de carencias, considero acertado el compromiso de Canarias con la reforma consensuada hace una década en la ciudad italiana que le da nombre y en la que se asienta la Universidad más antigua de Europa. Es tan sólo un ejemplo, pero quizás compartan conmigo esta sensación de aprobación quienes comparen el grado de asesoramiento que recibieron mientras estudiaban el denominado Curso de Orientación Universitaria (COU), años atrás, con la radiografía de las titulaciones con mejores expectativas de incorporación inmediata al mundo laboral (para entendernos, con más salidas) que ahora ofrece la Dirección General de Universidades del Gobierno de Canarias, en el borrador del Plan Canario de Educación Superior que hizo público en el último trimestre de 2009.
La elaboración de este documento de avance fue, por otra parte, uno de los múltiples cambios e innovaciones que hubo que precipitar el año pasado, a medida que la reforma que se fraguó en 1999 con la firma inicial de 29 países y de otros 17 con posterioridad fue materializándose con mayor contundencia en la organización universitaria de ambas provincias canarias. Para referirnos a ella volvimos a utilizar durante 2009 un sinfín de vocablos como Proceso o Plan de Bolonia, Estrategia de Lisboa, Convergencia Europea, Espacio Europeo de Educación Superior, etcétera, aludiendo con todos ellos, en definitiva, a un nuevo sistema universitario que afecta a la estructura, contenidos, enseñanza y evaluación de la educación superior, y en consecuencia tanto a profesores como a alumnos.
A muy, muy grandes rasgos, este nuevo sistema se caracteriza por estar estructurado en un primer ciclo de enseñanza que sustituye a las tradicionales titulaciones de diplomaturas y licenciaturas, consistente en casi todos los países en cursos de tres años de duración -no en España que son de cuatro- denominados grados y relacionados con cinco ramas del conocimiento. Mediante un nuevo concepto de créditos, se valora menos el convencional examen y más el dinamismo del alumno; esto es, se tienen en cuenta otros aspectos de la vida universitaria, como su participación en seminarios, la dedicación al estudio y el enriquecimiento de sus conocimientos on line. El segundo ciclo de enseñanza es el de los másteres oficiales y el tercero el del doctorado.
En Canarias, el calendario en el que ha quedado organizada esta renovación universitaria confirió un ineludible carácter de transición al año 2009, durante el cual el proceso de adaptación se llevó a cabo de forma forzosa y forzada, pues si bien las titulaciones tradicionales dejarán de impartirse progresivamente hasta 2015, en septiembre de este año todas las plazas de nuevo ingreso serán ya para grados. Pues bien, producto del apremiante trabajo de reestructuración de los nuevos estudios que hubo que continuar entonces, se están impartiendo en el actual curso académico en torno a una veintena de nuevas titulaciones en La Laguna y media docena en Las Palmas de Gran Canaria, que ya están adaptadas a las directrices de Bolonia.
Por fortuna, los compromisos que entrañaba este nuevo plan no han restado dinamismo a la Universidad que, muy al contrario, en 2009 vio reforzado su imponderable rol en la sociedad canaria. Esta afirmación no es gratuita. Para empezar, el año pasado el número de personas que aprobaron las pruebas de acceso a la Universidad en el Archipiélago fue el mayor del último lustro, según constata el Instituto Canario de Estadística (Istac), que precisa que superaron dichas pruebas un 88,92% de los matriculados, un significativo repunte que hay que valorar, en cualquier caso, con cierta cautela dado que la Universidad de La Laguna en particular ha acusado en el mismo período un paulatino descenso en el número total de alumnos, que se mantiene en la actualidad.
Además, no podemos olvidar que 2009 tuvo la particularidad de ser un año en el que, como la crisis económica seguía embistiendo de forma punzante, la educación universitaria se convirtió en un recurso de ocupación para muchos desempleados de Canarias. Esto fue posible porque el Gobierno central convocó una línea de ayudas económicas para que aquellos titulados superiores que estuvieran cobrando prestación y tuvieran entre 25 y 40 años de edad pudieran costearse la matrícula de másteres vinculados con el desarrollo de la comunidad autónoma, una pionera medida que se instauró en favor de cientos de canarios que cumplían dichos requisitos.
Hablando de asuntos monetarios, los rectores de las universidades canarias, inmersos como estaban en un cambio que a todas luces requiere un sobreesfuerzo económico, no desaprovecharon en 2009 cualquier ocasión en la que estuvieran frente a los responsables políticos en materia de Educación, como los respectivos actos de apertura oficial del curso académico 09/10, para expresar sus deseos de autorregularse mediante una Ley de las Universidades Canarias que garantice su estabilidad financiera, especialmente ahora que la consideran apremiante para afrontar una histórica reforma, que no creen que pueda sostenerse con efímeros contratos-programa. Tampoco desperdiciaron esas oportunidades a la hora de manifestar que les resultaba insuficiente el recién instaurado sistema de financiación por objetivos, mediante el cual se vincula una parte de los recursos económicos que reciben al logro de mejoras logradas en áreas consideradas estratégicas.
Entretanto, y a falta de la normativa que demandan, la Audiencia de Cuentas de Canarias recomienda a ambas universidades canarias, textualmente, “llevar a cabo las gestiones pertinentes tendentes a lograr una menor dependencia financiera de los presupuestos del sector público”. En consonancia con esta recomendación, el rector de la Universidad de La Laguna, Eduardo Doménech, se refirió en varias ocasiones durante 2009 al avance del proyecto de la Fundación de Mecenazgo, siempre bajo la aclaración de que esta institución no puede estar al servicio de intereses particulares.
Bolonia sigue su curso
Precisamente, el argumento de que la reforma de Bolonia despojará a la Universidad de su autonomía para pasar a guiarse por criterios mercantilistas fue uno de los muchos coreados por los centenares de estudiantes canarios que se movilizaron el año pasado en las calles en contra de este proceso. Lo hicieron por ejemplo, el pasado mes de mayo en Las Palmas, en una concentración que transcurrió de forma más pacífica que la que antecedió en marzo en La Laguna, en la que lamentablemente la acción policial se impuso a los manifestantes cuando un alumno trató de acceder al Rectorado.
Nos guste o no, Bolonia sigue su curso. La histórica reforma educativa que acontece en la actualidad, además de un rosario de críticas deja en el aire muchos temores, como la explícita inquietud de los decanos de los estudios de Humanidades acerca de su pervivencia, y también inexplicables defectos de partida, por ejemplo la incoherencia de que se plantee que haya movilidad del estudiantado cuando no hay unificación en las titulaciones de grado puesto que cada centro universitario elabora sus propios planes de estudio. Además, hay reivindicaciones puntuales por resolver y madurar, que merecen la misma atención que se dispensó, por ejemplo, a los estudiantes de Medicina y Arquitectura, hasta conseguir que sus estudios tuvieran la consideración de máster.
Me resisto a concluir estas pinceladas sobre la educación superior en el Archipiélago durante 2009 sin al menos mencionar algunos hechos memorables de la actividad universitaria de ambas provincias, fechados también ese año, como la reapertura del Paraninfo de La Laguna envuelta en los acordes de Aranfaybo del pianista y compositor tinerfeño Gustavo Díaz-Jerez o las aspiraciones de las dos instituciones académicas para obtener el reconocimiento de Campus de Excelencia Internacional.
Valorar y apreciar estos hechos, incluso aunque en este último caso los esfuerzos no fueran tan exitosos como se deseaba, concuerda por cierto con el espíritu crítico que propugna ahora más que nunca la Universidad, cuyo ritmo al compás de los nuevos tiempos habrá que seguir muy de cerca en adelante. Y evaluarlo y criticarlo con exquisitez y en los foros adecuados si queremos beneficiarnos de las ventajas prácticas que conlleva.