Canarias padece en la actualidad un mal principal, que tiene que ver con la inestabilidad y la crispación derivadas de la creciente sensación de desgobierno que existe en nuestra Comunidad Autónoma. Se trata de una dolencia con un diagnóstico preciso, detallado a partir del historial de un número cada vez mayor de sectores económicos, de organizaciones sociales y de ciudadanos/as, individuos y colectivos, de todo el Archipiélago, quienes constatan y sufren los efectos de la apatía, la indecisión y la inoperancia que caracterizan el caminar del Gobierno canario y del pacto que lo atenaza desde hace casi dos años.
En ese tiempo no podemos hablar de gestión, sino más bien de una auténtica congestión de problemas y de ausencia de iniciativas o acciones certeras para resolverlos por parte de un Ejecutivo que más parece un pollo sin cabeza. Los achaques de la anterior legislatura se han convertido en la presente en un generalizado estado carencial, de extrema gravedad, que repercute tanto en el quehacer cotidiano como en las previsiones y expectativas de futuro de los canarios. Tal es así que apenas han transcurrido dos años de legislatura en Canarias y el sentir cada vez más extendido es que el Gobierno está agotado y sin fuerzas para acabar una carrera que inició sin ideas y mal entrenado. Sobresale en todo esto la escasa iniciativa demostrada hasta ahora por el presidente, su pusilanimidad política permanente y su falta de liderazgo para marcar el ritmo, ocupado en tapar las vías de agua que se abren todos los días.
Descolocado y desorientado socialmente, los tropiezos se suceden en este Gobierno, con una agenda oficial ajena a la realidad y con unas preocupaciones fundamentales que no coinciden con las de los canarios, que exigen menos retórica y más acción. La conflictividad social sube como la espuma en los sectores de la sanidad y la educación, esenciales para los ciudadanos; el paro, ese gran azote en las Islas, campa por sus anchas; las políticas sociales, con particular dramatismo en el capítulo de menores, están en crisis; y el turismo, instrumento fundamental de crecimiento económico en nuestra comunidad, atraviesa los momentos más bajos de los últimos años, sólo por poner algunos ejemplos en cuestiones de especial sensibilidad para los habitantes de este Archipiélago. La respuesta del Gobierno a todo lo anterior, es esconder la cabeza bajo tierra, marear la perdiz y echarle la culpa al mal tiempo, a la gripe o, como es costumbre, a Madrid, faltaría más. Todo vale para este Ejecutivo al intentar justificar la parálisis imperante en la que sobrevive, amarrado a un tablón, representado por el partido de la bronca, la crispación y el engaño, con el que se está hundiendo. Y si la actividad social y económica en las Islas no está peor es gracias al empuje con que los canarios hacemos frente al caos en el que se ha convertido este Gobierno. Este desalentador panorama político en las Islas se contrapone con el dinamismo generado tras el primer año de gestión del gabinete del socialista José Luís Rodríguez Zapatero para el conjunto del país.
Ilusión, diálogo, colaboración, capacidad y afán por avanzar en un proyecto común y abierto a la diversidad de los distintos territorios. Esos son los mimbres del talante que los socialistas aplicamos en la vida política, con lealtad y disposición a la consecución de acuerdos que beneficien a los ciudadanos. Los logros para Canarias están ahí y la realidad no se puede cambiar por más discursos apocalípticos que se hagan en contra de la labor del Gobierno de la Nación desde esos reinos de taifas en los que se han convertido las consejerías del Ejecutivo canario y los partidos que lo apoyan. Mayores subvenciones a los pasajeros que utilizan el transporte aéreo o marítimo, Plan Canario de Inmigración, aumento de la plantilla de jueces y magistrados, más dotación de policías o incremento en la cuantía cedida a Canarias en concepto del Impuesto sobre el Tráfico de Empresas (ITE) son algunas de esas actuaciones en un año de gestión socialista en La Moncloa que, comparado con los ocho años del Partido Popular, deberían causar sonrojo a quienes gobiernan en nuestra comunidad autónoma.
Los socialistas abogamos por aumentar los niveles de autogobierno en Canarias y así lo proclamamos en nuestro programa electoral, pero consideramos primordial mejorar la, a todas luces, ineficaz gestión de las competencias ya asumidas. Defendemos una reforma del Estatuto de Autonomía, proceso puesto en marcha sólo gracias a la existencia de un Gobierno socialista, pero consideramos prioritario que haya más democracia en Canarias, por lo que resulta ineludible una reforma del sistema electoral que permita romper las ataduras y las discriminaciones del modelo vigente. Las canarias y los canarios nos merecemos algo mejor en la gestión política de la Comunidad Autónoma de Canarias. Ese día, está próximo.