La RFEF y las consecuencias de la covid-19 dibujan un nuevo panorama con la reestructuración de las categorías semiprofesionales y amateurs
La Real Federación Española de Fútbol (RFEF) llevaba tiempo dándole vueltas a la posibilidad de que el fútbol español creciera en nivel y competitividad. Es por ello que, para la campaña 2021-22, programó todo un nuevo engranaje de categorías, que trajo consigo el nacimiento de la Primera y Segunda RFEF, en detrimento de la histórica categoría de bronce. Las consecuencias de la COVID-19 afectaron a esa amplia reestructuración del deporte por antonomasia en nuestro país, viéndose muy reflejadas en el panorama territorial.
En el mes de marzo de 2020, el fútbol modesto se vio alterado, como todo, por la covid-19, lo que derivó en la suspensión provisional de todas las competiciones hasta el 6 de mayo, cuando la RFEF comunicó a las Federaciones Territoriales la cancelación definitiva de la temporada 19-20. La apuesta por los playoffs exprés de ascenso, así como la anulación de los descensos, fueron algunas de las medidas extraordinarias adoptadas para resolver lo que restaba de temporada.
En el panorama regional, la UD Tamaraceite y el CD Marino fueron los mayores beneficiados dentro del descontrol y sentimiento de improvisación que se vivió en torno a la toma de decisiones por los efectos de la covid-19. La histórica entidad de la periferia de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria consiguió su plaza para la reprogramada Segunda B de 102 equipos y cinco grupos al salir victorioso de la fase de ascenso disputada en el municipio herreño de La Frontera.
Por su parte, el CD Marino se proclamó campeón con polémica del grupo canario de la Tercera División, toda vez que la decisión de la RFEF de emplear el sistema por coeficiente catapultó al liderato a la entidad de Los Cristianos, en detrimento de la SD Tenisca. Fruto de ello, los marinistas, que habían cedido precisamente frente al Tamaraceite en las semifinales de la promoción canaria, disfrutaron de una segunda oportunidad con una repesca, que debía medirles al histórico Linares Deportivo.
Para darle más controversia al rocambolesco ascenso, el Marino se encontró con tres positivos en su plantilla a la llegada a tierras madrileñas para la disputa de la eliminatoria frente al Linares Deportivo, que finalmente resultaron ser falsos positivos. Ante la “imposibilidad de encontrar fechas para disputar los partidos que habían sido programados y por un principio de prudencia sanitaria ante los rebrotes de las últimas fechas”, según expresó la RFEF, el ente federativo decidió dar por suspendida la fase adicional de promoción y conceder el ascenso a los cuatro clubes clasificados para esa repesca (al CD Lealtad y CD Alcoyano también se les otorgó plaza en la categoría de bronce por la suspensión).
Así se improvisó una temporada 2020-21 en la que la pandemia del coronavirus no iba a llevar al traste la reestructuración que Luis Rubiales y su federación tenían preparada para las competiciones fuera de la jurisdicción de la Liga de Fútbol Profesional. El presidente de la RFEF se guardaba un as bajo la manga: la subdivisión de las categorías en nuevos grupos con formatos más cortos para paliar los tiempos limitados con los que se contaba para la celebración de las competiciones.
La campaña arrancó con la reordenación en mente a través de uno de los sistemas de competición más enmarañado que ha tenido el fútbol español, y por momentos, hasta caótico e ininteligible. La federación apostó por estructurar el adiós de la Segunda B tras más de 40 años, en tres fases al término de las cuales se conocerían los equipos que compondrían la nacida Primera División RFEF, de dos grupos y 40 equipos, y antesala del fútbol profesional; así como la Segunda División RFEF, compuesta por cinco grupos de 18 equipos cada uno; y la Tercera División RFEF, quinto nivel del nuevo engranaje de ligas, con hasta 18 grupos de entre 16 y 21 equipos para la temporada 21-22.
De tal forma se dio el pistoletazo de salida a un curso en el que los tres representantes canarios en liza (Las Palmas Atlético se encontraba junto a los ascendidos UD Tamaraceite y CD Marino) podían alcanzar el sueño de la categoría de plata, vivir en el semiprofesionalismo, o volver al fútbol amateur.
La UD Tamaraceite de Chus Trujillo fue la que mejor se desenvolvió en una liga marcada por los constantes aplazamientos de partidos a consecuencia de los positivos por covid-19. La diferenciación en la reducción de aforos que se vivió en los diferentes estadios del panorama nacional fue otro de los quebraderos de cabeza que puso en jaque a la, por entonces, categoría de bronce del fútbol español.
Y es que la entidad liderada por Héctor Ramírez, hermano del presidente de la UD Las Palmas, Miguel Ángel Ramírez, logró la proeza de conseguir plaza desde la fase regular para la Segunda Federación al apuntarse la quinta posición del grupo IV-A. En la segunda competición, en la que la RFEF estipuló que “los equipos que participaron en el subgrupo A se enfrentarán, a doble vuelta, a los que participaron en el subgrupo B no pudiendo, en ningún caso, medirse a los equipos que participaron en su mismo subgrupo de la Fase Regular”, el club blanquiazul no pudo alcanzar el premio máximo de la Primera Federación.
Por su parte, Las Palmas Atlético tuvo que esperar hasta la segunda fase para asegurarse su presencia en la Segunda RFEF; una categoría que no alcanzó el CD Marino de Quico de Diego, que disfrutó de las mieles del fútbol semiprofesional por tercera ocasión, pero que vagó sin pena ni gloria por una liga a la que accedió una temporada antes casi que en los despachos.
El nuevo entramado de ligas erigido por la Federación Canaria
Si controvertidas fueron las decisiones para recuperar la normalidad en el fútbol nacional, más si cabe en las competiciones delegadas a la Federación Canaria de Fútbol (FCF). La finalización prematura de la campaña 19-20 anuló los descensos, pero no así los ascensos desde la categoría de Preferente de las provincias de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas, lo que derivó en una ampliación en el número de participantes del grupo XII de la Tercera División.
Después de una irrisoria eliminatoria a comienzos de temporada en la que el Arucas CF derrotó a la UD Las Zocas para completar los veintiún equipos del grupo canario, la Tercera División 20-21 comenzó con una división por provincias, y sin que el propuesto sistema cremallera fuera el escogido a causa de la anómala situación y de las recomendaciones de las autoridades sanitarias.
El sistema de competición de transición utilizado por la FCF se desgranó en una primera fase en la que los equipos de los dos subgrupos se enfrentaron en un ‘todos contra todos’ a doble vuelta. Los tres primeros clasificados de ambas provincias obtuvieron su pase para un segundo campeonato con dos puestos directos para la Segunda Federación, que acabaron en manos del CD Mensajero y del CF Panadería Pulido San Mateo.
Por su parte, los clasificados entre el cuarto y sexto puesto de cada subgrupo, con la seguridad de continuar en la futura quinta liga del fútbol español, pasaron a disputar una segunda fase de cara a conseguir plaza para el play-off de ascenso a Segunda RFEF. La
UD San Fernando obtuvo el codiciado último pasaje para el fútbol semiprofesional al doblegar en la última ronda de la fase final a la SD Tenisca.
Por último, en la segunda fase dedicada a la permanencia en la Tercera RFEF, los nueves clubes restantes se enfrentaron tan solo con sus homólogos del otro subgrupo para dilucidar los equipos que continuarían en el grupo canario. Unión Puerto, CD Vera, Arucas CF y UD Villa Santa Brígida salvaron la categoría, mientras que la UD Guía, Atlético Tacoronte, Atlético Victoria, Atlético Unión Güímar y UD Ibarra fueron los condenados a caer a las respectivas Preferentes provinciales.
El lavado de cara de la Tercera se queda corto con lo vivido en las categorías de Preferente, que tras los ascensos de Herbania, Las Zocas y Unión Sur Yaiza, siguen recomponiéndose para volver a los números de prepandemia. Lo mismo que sucede en el resto de categorías del panorama territorial, donde la decisión de las federaciones de asegurar los ascensos, sin condenar a los equipos a pérdidas de categoría, llegando muchos de ellos a tomar la determinación, incluso, de no salir a competir en el curso 20-21, derivó en una masificación de las ligas, y en la consiguiente reestructuración de las competiciones para erigir un nuevo panorama futbolístico en las Islas.