Tras el fracaso de la temporada 2018-19, Las Palmas ha ido poniendo poco a poco las bases para un proyecto de futuro
De la ilusión a la desesperanza y, finalmente, al optimismo. La trilogía puede valer como resumen cronológico del año 2021 para la UD Las Palmas, que sumaba ya un par de cursos, los que sucedieron al del último descenso a Segunda División en el 2017-18, sin un objetivo mayor que salvar la categoría mientras el club se reponía del fracaso estrepitoso que supuso su intento de regresar a la máxima categoría a las primeras de cambio. Aquel despilfarro de la temporada 2018-19 sin resultados, pero con futbolistas que cobraron mucho más de lo que rindieron, no sólo costó millones a la entidad, sino también años de restitución. Un perfil bajo que tenía al equipo en un limbo que provocaba cierta indiferencia en la afición.
Y en esas estaba el cuadro amarillo cuando de manera inesperada, en un arranque portentoso tras dejar atrás el infausto 2020 de los estragos más gordos de la pandemia, sembró una pequeña semilla de esperanza con tres victorias consecutivas ante los que a la conclusión del campeonato terminaron primero, segundo y tercero, respectivamente: Espanyol, Mallorca y Leganés. Pepe Mel, el entrenador de entonces, acababa de recuperar a los Sergios, Ruiz y Araujo, y la UD lo notó porque eran los dos jugadores más diferenciales. Con ellos, Las Palmas era mucho más fuerte y así logró situarse a cuatro puntos de la zona de promoción, sin embargo, fue un espejismo.
Porque al éxito le siguieron tres derrotas seguidas, cuatro en cinco partidos, que devolvieron al equipo a su lugar en la mitad de la tabla. La mediocridad, en definitiva, era su sitio. Además, entre los triunfos ante el Espanyol y el Mallorca había caído en la segunda eliminatoria de la Copa del Rey, el Día de Reyes en Navalcarnero, con un gol en el minuto 90, por lo que no le quedaba más aliciente que sellar la permanencia cuanto antes y pensar en el siguiente proyecto. Las incorporaciones de Jesé Rodríguez y Rafa Mujica, sumados en el mercado de invierno, no mejoraron una plantilla a la que faltaba gol. De alguna manera, la UD, en marzo, ya no tenía reacción.
Cuando ya Las Palmas tenía asumido que terminaría una nueva campaña en medio de la nada, cuestión que confirmó de manera definitiva una derrota en casa frente al Girona, llegó el derbi de la segunda vuelta en el Heliodoro Rodríguez López, a finales de marzo. El de la primera había terminado con victoria para los amarillos porque Ortolá, portero del Tenerife, se marcó un autogol surrealista en el vacío del Estadio de Gran Canaria. En Santa Cruz, el empate a uno no reflejó sino la mediocridad de ambos en el devenir de la competición.
Por ese entonces la UD seguía sin poder contar con Enzo Loiodice, uno de los múltiples fichajes del verano anterior y que protagonizó un caso extraño. Tanto que desapareció de las alineaciones a finales de diciembre del año anterior y no volvió a estar disponible hasta la pretemporada siguiente: una lesión mal curada en el tobillo derivó en una osteopatía de pubis de la que tuvo que ser operado a principios de abril. Antes había tratado de reincorporarse varias veces a los entrenamientos, sin éxito. Mel acusó su baja en el centro del campo, aunque no fue excusa para la vulgaridad del juego amarillo en general.
Los malos resultados de febrero y marzo, con dos triunfos, dos empates y cuatro derrotas, si bien habían alejado al equipo de la sexta plaza, también lo habían acercado al descenso. A nadie se le había pasado por la cabeza la posibilidad de tener que sufrir en el tramo final del curso hasta que el calendario deparó un Las Palmas-Lugo el Jueves Santo en Siete Palmas, pero los amarillos se encargaron de eliminar por completo tal eventualidad con un 6-1 que cerró virtualmente la salvación. De haber perdido se habría quedado a tres puntos de la zona roja. Empezó por debajo, pero remontó antes del descanso. Ese día Jesé marcó su primer gol, de penalti; dejaba atrás tres meses en blanco.
Las Palmas acabó la temporada sin pena ni gloria en la novena plaza, con 56 puntos, a nueve puntos del playoff y diez por encima del descenso. El mismo número de victorias, empates y derrotas, catorce, evidenciaron la monotonía de un equipo cuyo entrenador fue puesto en cuestión por la directiva al término de la campaña. La continuidad de Pepe Mel protagonizó el debate público en el mes de junio. Hubo diferencias entre los que mandan. De hecho, el director deportivo Luis Helguera habló con varios entrenadores desde que acabó el campeonato e incluso antes, pero finalmente el club optó por que el madrileño continuara un curso más, el tercero desde el principio.
Como argumentos principales la UD defendió el perfil bajo del técnico, su bajo coste para la entidad y su apuesta por jugadores de la cantera que generaban valor y que en algún caso dejaron dinero en las arcas. Valga Pedri y su venta al FC Barcelona como el ejemplo mayor. Si bien hubo dudas sobre la continuidad de Mel, no existieron en los casos de Aythami Artiles y los hermanos Javi y Dani Castellano, a los que el club dio salida, en algún caso con dinero de por medio, para dar por cerrada una etapa: ya no quedaba nadie del último equipo que jugó en Primera. Sólo habría de permanecer Jonathan Viera, cuyo tercer regreso estaba cerrado desde hacía tiempo.
El presidente Miguel Ángel Ramírez, que en las temporadas anteriores había mantenido un discurso en cuanto al objetivo de primero permanencia, luego promoción y luego ascenso directo, lógico por otra parte, aclaró que para el curso venidero iba a aumenta la exigencia, sin aclarar si la nueva meta iba a ser jugar al menos el playoff. Tras la imposibilidad en la pretemporada anterior por culpa de las restricciones en la pandemia, la UD recuperó su stage en Marbella, donde jugó cuatro amistosos en los que dejó una buena impresión ante cuatro equipos de la máxima categoría.
Raúl Fernández volvió a contar después de dos años parado por lesión y Rafa Mujica continuó, ahora en propiedad, y los fichajes fueron ocho: Ferigra, Raúl Navas, Unai Veiga, Mfulu, Pinchi, Peñaranda, Sadiku y Jonathan Viera, el hombre que habría de liderar el nuevo proyecto y que sólo por ser el jugador más caro de la categoría justificaba el aumento de la exigencia anunciado por el máximo mandatario. También se sumaron a la dinámica del primer equipo de manera fija Coco, Sergi Cardona y Moleiro. Los dos últimos llegaron a ser indiscutibles.
Con la plantilla renovada, la UD Las Palmas comenzó muy bien la temporada, lo que le sirvió para recuperar a su gente. Pepe Mel, con mejor equipo, era mejor entrenador, y la cosa marchaba. En la diez primera jornada los amarillos sólo perdieron en Miranda de Ebro e incluso ganaron el derbi al Tenerife con un gol de Lemos en el descuento que provocó el delirio en el Gran Canaria. Luego cayó en Lugo, pero se repuso hasta el punto de conseguir otros tres triunfos consecutivos. A la conclusión de la decimoquinta fecha, a principios de noviembre, el equipo marchaba cuarto, a un sólo punto de la segunda plaza.
Viera, que había redebutado el 11 de septiembre en cuanto tuvo algo de tono físico, se lesionó el 20 de octubre y no volvió a jugar hasta el 13 de noviembre. Si bien fue clave en el auge del equipo en el arranque del curso, su regreso coincidió con tres derrotas consecutivas que bajaron los ánimos del grupo: en los últimos seis partidos del año, la UD sólo ganó uno, empató otro y perdió cuatro, el último de ellos antes del parón navideño, frente al Eibar en el Gran Canaria.
Coincidió el peor tramo de Las Palmas con otra lesión, la de Pejiño, uno de los jugadores más en forma del plantel hasta el momento en que se rompió, a finales de octubre. Su baja fue un lastre que nadie supo solucionar. Además, en ese tramo un hecho sobrecogió a toda la familia amarilla: la depresión de Sergio Ruiz. El centrocampista, que terminaba su cesión en la UD a finales de año, se lesionó en la quinta jornada, la misma en la que debutó Viera, y no volvió a jugar hasta que lo hizo para probar su estado mental en noviembre. El resultado no fue bueno, terminó peor de lo que empezó y una semana después el club anunció que le liberaba para que se tratara su problema de salud. La despedida del vestuario fue emotiva. Pese al final amargo, el equipo había conseguido lo más difícil: recuperar a la afición.
A nivel institucional, la UD regresó el 8 de enero a su sede de toda la vida en Pío XII mientras el Cabildo acometía las obras del edificio dentro del Estadio donde había vivido en los últimos años. Por otro lado, el acuerdo de LaLiga con el fondo CVC, al que se adhirieron la inmensa mayoría de clubes de Primera y Segunda División, ayudó a solucionar los estragos económicos de la pandemia: el club recibiría un total 37,5 millones, de los que la mayor parte irían para la ampliación de las instalaciones de Barranco Seco. El 9 de marzo, además, se cumplieron 50 años de la muerte de como Juan Guedes, futbolista legendario uno de los emblemas de aquel equipo que logró su mejor clasificación histórica, el segundo puesto, en la temporada 1968-69. Y el equipo habría de comenzar el año 2022, séptimo, pero con puntuación de playoff y la grada enchufada.