Cerdán no ha dejado de sentirse periodista ni un solo día. En cualquiera de sus cometidos le distingue su preocupación por el oficio. Por sus ejercientes y por sus expectantes
Una tarde de noviembre, hace ocho años, los miembros de la junta directiva de esta Asociación debatíamos acerca de la creación de un galardón anual. Llevábamos tiempo dándole vueltas al asunto, sin que acabáramos de ponernos de acuerdo sobre el fondo de la cuestión: Qué queríamos valorar; a quién deseábamos distinguir. Hasta entonces, solo coincidíamos en que la entrega debería hacerse a comienzos de cada año, próximos a la festividad de San Francisco de Sales, el patrón de los periodistas, que hoy celebramos.
La fortuna propició que en aquella sesión por fin viéramos la luz, a pesar de que las juntas en la vieja sede de la calle de Numancia solían acabar, casi siempre, en medio de un ambiente sombrío, dada la precariedad de las instalaciones. Tras una nueva deliberación, acabamos acordando que el premio debía servir para reconocer las mejores trayectorias profesionales en el ámbito de nuestro territorio. Poner en valor la excelencia y la dedicación en el desarrollo de la carrera periodística.
Así que este es el motivo por el que hoy distinguimos a Daniel Cerdán Elcid, a punto de cumplir 44 años entre nosotros, desde que en 1979, por obra del azar, recalara en esta Isla, llegado de las frías y lejanas latitudes del viejo Reino de Navarra. Y entiéndase el término azar como la acción que movió una bolita en el sorteo para dilucidar el destino de los mozos del reemplazo de Daniel, determinando que sería en Hoya Fría donde raparan su cabeza, le entregaran el uniforme caqui, además de petate y fusil, empezando a cumplir allí su servicio militar a la Patria. ¡Qué lejos suena todo!
El hecho de venir licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de su tierra le excluyó de vestir frecuentemente aquel atuendo, además de ahorrarse barrigazos sobre tierra, instrucción de tiro y guardias en oscuras garitas. Capitanía General no solo necesitaba periodistas para sus medios de comunicación, como la revista Hespérides o el programa radiofónico La hora del soldado, sino que también perseguía la penetración de éstos en la redacción de los medios locales. Reforzaban así sus plantillas, a cambio de garantizarse la publicación de noticias acerca de las juras de bandera, recepciones en el palacio de la plaza Weyler, etc.
La llegada de Cerdán al periódico El Día más que un aterrizaje resultaría ser un despegue. Sin que pudiera imaginarlo, allí arrancó su largo y prolífico vuelo por el periodismo y la comunicación de las Islas. Tuvo ojo el bueno de Ricardo Acirón, siempre presente en nuestro recuerdo, al fijarse en aquel joven recluta, tan curioso como despistado, a quien los más veteranos de la casa, siempre ávidos por colocar un mote a quien se moviera ante sus mesas, bautizaron como “Navarrito”.
Transcurrido su primer año en la planta primera del edificio de la avenida Buenos Aires, quiso Acirón que Daniel ascendiera a la segunda, donde se hallaba la redacción de Jornada, flamante publicación que nacía de la conversión del antiguo diario deportivo en vespertino de información general.
Fue allí, en Jornada, donde tuve ocasión de conocer al “Navarrito”, siendo yo un joven ayudante de redacción, presto a aprender, en todas sus secciones, gracias a la generosidad de un plantel atinadamente elegido por Acirón. Aunque la lista sería casi interminable, recuerdo, en origen, a Juan Antonio Galván, Miguel Tejera, Paco Pérez, José Manuel Pérez Borges, Patricia Almirón, Juan Manuel Padrón, Rosa Salavarría, Pedro Félix de Benito, Juan Carlos Díaz, Florencio Domínguez, Rafael López… Además de quienes cubrían el deporte: Pepe Méndez, Secundino González (Tinerfe), Manolo Negrín, Agustín Arias, Juan Quintana, Santi Trujillo, Pepe González y una larga nómina de colaboradores.
Aunque en Daniel Cerdán resultaba indisimulable su pericia para la crónica de sucesos, moviéndose con sagacidad entre inspectores de policía y chorizos, pronto descubrí que aquello que verdaderamente le apasionaba eran los números. O sea, la información económica. No había tocho a modo de informe de coyuntura, memoria, anuario o similar que escapara de sus manos. Todo lo acopiaba sobre su mesa y alrededores, sin que la superficie de la redacción de Jornada fuera demasiado amplia.
Encima, su ansia por la documentación le llevaba a guardar páginas recortadas de otros periódicos, entre los que abundaban aquellos de color salmón, que amontonaba por todas partes. Entre tanto análisis en aquella burbuja de la información económica que acabó por levantar en su escritorio, descubrimos a un probado procesador humano -José Andrés Hernández, compañero de maquetación, llegó a llamarle “El monstruo”-, antes de que la informática de alta generación fuera imponiéndose en las redacciones.
Con el paso del tiempo, Daniel Cerdán se fue convirtiendo en todo un referente del periodismo económico local, solo igualado por Jorge Bethencourt, a quien reconocimos en la pasada edición del Premio Patricio Estévanez. En buena lid, uno y otro compitieron por anotarse las primicias y análisis del momento, así como para hacerse con los premios periodísticos del sector: el Carballo Cotanda, de la Cámara de Comercio, y el J&B, en el que colaboraba nuestra Asociación. Y decimos buena lid, porque consta que, en paralelo, solidificaron una genuina alianza de amistad.
Transcurridos siete años de andadura en Jornada, en el verano de 1987 iba a producirse un hecho trascendental en la carrera de Daniel, como fue su incorporación al Cabildo de Tenerife, de la mano de quien entonces era su presidente, Adán Martín. El cometido para el que fue llamado conservaba la relación con el periodismo. Se trataba de liderar el Gabinete de Prensa de esa corporación, dirigiendo las relaciones con los medios de comunicación y encauzando la información generada desde la administración insular.
Bajo la impronta de Adán Martín y el ejercicio de Cerdán, la política de comunicación del Cabildo adquirió la modernidad que fue ganando aquella casa grande en su conjunto. Desde el respeto al profesional y la disposición permanente, Daniel nunca olvidó su condición de periodista. Incluso más adelante, cuando accedió a la jefatura del Gabinete de la Presidencia, en el verano de 1991.
Su nombramiento no solo permitió que este quien les habla se reencontrara con el antiguo compañero de Jornada, desde el orgullo de sucederle al frente del Gabinete de Prensa, sino que supuso la reanudación del magisterio iniciado tiempo atrás. Imbuidos por la cultura de trabajo en equipo tan de Adán Martín, aderezada con fundamentos como la planificación, la excelencia o la formación continua, vivimos un periodo personal y profesional del todo inolvidable.
Desde entonces, Adán y Daniel formaron un dúo irrompible. En el Cabildo de Tenerife y en el Gobierno de Canarias, donde Cerdán fue jefe de gabinete de la Consejería de Economía y Hacienda, entre 1999 y 2003, y viceconsejero de Comunicación, de 2003 a 2007, actividad que completaría, ese último año, como director general de la Radio Televisión Canaria. Desde la lealtad absoluta, estuvo al lado de su jefe -convertido en amigo con el paso del tiempo- hasta el último de sus días, en aquel aciago mes de octubre de 2010, cuando se produjo su fallecimiento.
Al comienzo de estas palabras nos referimos a la curiosidad como una de las cualidades profesionales de Daniel. Una capacidad que, con el tiempo, se ha visto reforzada, hasta el punto de interesarse -y formarse- en disciplinas como la Planificación Estratégica, en la que completó un Máster por la Universidad de La Laguna, y la Transparencia, quehacer este último que desempeña desde hace más de siete años, como Comisionado de Canarias.
Me gustaría añadir que en todo este tiempo, durante esta larga trayectoria profesional, Cerdán no ha dejado de sentirse periodista ni un solo día. En cualquiera de sus cometidos le distingue su preocupación por el oficio. Por sus ejercientes y por sus expectantes. Por el glorioso pasado, el complicado presente y el incierto futuro del periodismo. Y por organizaciones profesionales como esta Asociación, de la que nunca se alejó -más bien, todo lo contrario-, brindando ideas, sugerencias y proyectos que ayuden en su complejo acontecer.
Solo me queda agregar que en los últimos tiempos, puede que ayudado por su abuelía -permítanme el término cuartelero-, Daniel ha transmutado el ensayo en poesía. De la prosa se ha pasado al verso. Como profano en la materia, por muy amigo que sea, no me atrevo a enjuiciarle. Solo sé que lo hace con ese corazón grande que se trajo de Olite hace 44 años, desparramando buenas intenciones.
Muchas gracias, Daniel, y enhorabuena.
(Glosa de la figura de Daniel Cerdán Elcid leída en el acto de entrega del Premio Patricio Estévanez)