Más allá de las travesías, las recepciones o el futuro de miles de seres humanos, la historia de la migración en Europa y en Canarias, son un rotundo fracaso de la Unión Europea.
Fracaso porque las políticas europeas en los países africanos para mejorar las condiciones de vida de dichas regiones han estado centradas en extraer riquezas naturales más que en aportar siquiera un mínimo de reciprocidad a su gente. Los programas implementados no han sido suficientes y se hermanaron con la corrupción de una y otra orilla. Fracaso por factores económicos, climáticos, de desarrollo y de interacciones entre esos países entre sí y con el resto del mundo. Fracaso por falta de decisión política.
Una vez lanzados al mundo deseado en una frágil patera, la mirada de quienes atraviesan el Océano, ataviados de cansancio y esperanza, desencadena, a veces, entre los más cercanos a su llegada, un abrazo de emoción, empatía y solidaridad. Y los canarios han dado pruebas contundentes de ese esfuerzo.
Pero la recepción es siempre un conflicto de intereses y un encuentro de culturas. Y cada vez cobra más fuerza la voz indecente de quienes consideran la inmigración como un campo de minas que debe estallar.
Ante la deficiente gestión migratoria de las instituciones de todo color, tanto en el Gobierno de España como en las diferentes comunidades autónomas, por el drama que hoy sufre casi en exclusiva el pueblo canario, el vicepresidente de la Comisión Europea, Margaritis Schinas, viajaba a mediados de septiembre a esta peculiar región ultraperiférica (aparte de la distancia, el carácter de archipiélago, el PIB más bajo, la dependencia del turismo y tantas particularidades) para analizar con el presidente de Canarias, Fernando Clavijo, el impacto de la presión migratoria. Una visita más a otro presidente canario.
Hablar de Europa y de Canarias no cabe sin encarar la difícil cuestión de la inmigración. Schinas es consciente de que los altos niveles de migración, y el discurso xenófobo han generado presión política interna en muchos estados de la UE, que buscan limitar la entrada de migrantes por motivos falsos. Necesitamos a los inmigrantes por motivos económicos, los índices de inseguridad no se correlacionan con el aumento de inmigrantes y las supuestas razones culturales olvidan la necesidad de fomentar la integración.
Hace falta una legislación amplia, clara y mancomunada
En efecto, cuando las Islas Canarias afrontan la atención de más de 5.500 menores inmigrantes, sin ayuda de nadie y con una mezquina política presupuestaria del Gobierno central, hace falta una legislación amplia, clara, mancomunada y decisiva en toda Europa, más que un gesto político con escasas perspectivas de éxito.
No creo que los inmigrantes que lleguen a las Islas sean felices en lugares como la República Checa, Polonia o Austria, donde impera la xenofobia y el racismo, aupados por la extrema derecha que ha ido creciendo en las urnas mientras sembraba de odio y falsedades las redes que hoy gobiernan la mente de muchos.
Sí hay muchos países entre los veintisiete que han dado muestras de solidaridad, como Alemania, o Francia, Bélgica o Suecia, Portugal y España. Nunca suficientes, pero de difícil continuidad ante una legislatura en la que derecha y ultraderecha tienen mayoría suficiente como para empeorar las perspectivas en la Eurocámara.
Las voces de la extrema derecha que van llegando a las capas más desorientadas de la sociedad, caen en la falacia de que inmigración es sinónimo de inseguridad, e invaden las redes con su odio a los pobres, su racismo y xenofobia.
Ayer y hoy la inmigración coexiste casi exclusivamente con la intolerancia. No sólo en la llegada sino en la adaptación, las vivencias, las relaciones humanas. ¡Hoy mismo, en la República Checa te pueden patear en el metro si hablas por teléfono y tienes pinta de extranjero, o se pueden reír de tus ojos marrones porque “son como los ojos de los animales!”, o te pueden tratar mal sin motivo alguno. Hoy mismo en España hay episodios intolerables de rechazo, por suerte no generalizados.
Las respuestas insuficientes de la UE
La Unión Europea, convertida muchas veces, como se ha constatado, en un costoso y fantástico parque temático, sigue dando pruebas de respuestas insuficientes, al igual que las de Naciones Unidas en este y otros litigios. Limitándose a meros observadores de una tozuda realidad.
A veces saldan los conflictos con una dimisión, un cambio de caras, un tirón de orejas, pero lo cierto es que con la inmigración no hay vuelta de hoja: la indiferencia más espantosa, cuando no la complicidad en hechos deleznables.
Prueba sustancial de ello son las acciones de Frontex, la agencia europea de guardias fronterizos y costeros, en las aguas del Mediterráneo y en nuestras aguas del Atlántico, entre otras, que han puesto en peligro, cuando no la vida, de miles de migrantes, violando las obligaciones internacionales de la UE.
De nada han servido las voces discordantes con esta indiferencia sustancial con los derechos humanos. Ni las preguntas parlamentarias, ni las propuestas legislativas tienen eco en esta Europa de la indiferencia.
Como respuesta a la migración, la UE pretende controlar y reducir los flujos a través de la externalización de fronteras, para evitar que los migrantes lleguen a territorio de la UE, donde tendrían más derechos legales y acceso a procesos de asilo, como dicta toda Constitución que se precie.
Se ha demostrado una alta incapacidad de crear un mecanismo consensuado para el reparto interno de los solicitantes de asilo, que acceden por mar y tierra a países con fronteras exteriores y la única solución hallada ha sido la política de contención en las fronteras exteriores: poner vallas inhumanas, hacer zozobrar pequeñas embarcaciones, hacer regresar a los cayucos a sus costas de partida derivándolos a un trágico destino del que huyen….
Entre las medidas que nos alejan de la condición de sociedades democráticas donde se respetan los derechos humanos se cuentan los acuerdos con terceros países (Grecia devuelve a Turquía los inmigrantes venidos de otras partes del mundo que los aloja en verdaderos campos de concentración); la externalización de fronteras (entrenar y financiar a la Guardia Costera libia para interceptar embarcaciones en el mar y devolver a los migrantes a territorio libio, donde a menudo enfrentan condiciones inhumanas y violaciones de derechos humanos), y las operaciones de Frontex.
Frontex ha recibido duras críticas en los últimos años, especialmente en relación con sus operaciones en el Mediterráneo y el Atlántico. Varias organizaciones de derechos humanos han señalado violaciones sistemáticas de los derechos fundamentales, incluyendo los rechazos ilegales de migrantes en las fronteras exteriores de la UE, como en el Mar Egeo. Señalan que Frontex ha contribuido a muertes en el mar y a devoluciones ilegales de migrantes.
Ese ha sido el papel de Frontex en esta crisis migratoria.
Medidas locales “originales”
A ello se suman otras medidas autóctonas como la del líder ultraderechista de la Liga y vicepresidente del Gobierno italiano, Matteo Salvini para quien la Fiscalía de Palermo pide seis años de cárcel por su actuación en agosto de 2019, cuando era ministro de Interior, impidiendo durante 19 días, el desembarco de una nave con 147 migrantes a bordo, fondeados ante la isla de Lampedusa.
Los niños de Hunton, un conmovedor film británico, cuenta la historia verídica de un joven corredor de bolsa, Nicholas Nicky Winton (Anthony Hopkins), quien ayudó a rescatar a cientos de niños checoslovacos de los nazis en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, con la ayuda de su madre (Helena Bonham Carter). Un acto de valentía casi olvidado durante 50 años.
En esa historia real, casi 700 niños checoslovacos judíos fueron salvados de la muerte gracias a la conjunción de tres factores: los comprometidos que actuaron en primer lugar, las autoridades británicas que pusieron manos a la obra para hacer pasaportes del Reino Unido a cada uno de ellos. Y también la de cientos de familias que se convirtieron en familias de acogida, una gran mayoría de adopción para siempre (dado el destino final que esperaba a sus padres).
En 2019, la Comisión anunció una Garantía Infantil Europea con el objetivo de asegurar que todos los menores en Europa, sobre todo los que se encuentran en riesgo de pobreza, tengan acceso a servicios básicos como educación y cuidados gratuitos en la primera infancia, educación gratuita (se incluyen actividades escolares y al menos una comida sana al día), asistencia sanitaria gratuita, nutrición saludable y vivienda adecuada. ¿En que quedaron tan amables palabras?
En abril de este año, en el debate celebrado en el pleno del Comité Europeo de las Regiones, las comunidades autónomas de Extremadura, Asturias, Navarra y Canarias solicitaron garantizar el acceso a los derechos más básicos a todos los niños en Europa en riesgo de exclusión social.
España no se pone de acuerdo, Europa tampoco. La solidaridad queda entonces sólo en manos de los abrazos canarios para una llegada incierta y esperanzada. Es la hora de abrir los ojos.
Una larga historia de 60 mil años
Hay que estudiar cómo se afrontó la migración en diferentes países y en diferentes momentos, y en cambio se toleró durante siglos el comercio de esclavos, paradigma de la inmoralidad humana.
Desde las migraciones en las diferentes edades de la historia, huyendo del hambre o de los cambios climáticos, hasta las naves de la primera etapa de la edad moderna llevando o trayendo esclavos desesperados, a las migraciones para buscar nuevas oportunidades o huyendo de las persecuciones, de Europa a América, o las selectivas (de voluntarios o delincuentes) para poblar extensas regiones de Australia. O la devolución de las visitas tras las colonias en Africa o América: la historia de las migraciones no termina nunca.
La historia de las migraciones humanas se ha dividido en varias etapas importantes: las migraciones prehistóricas, las antiguas y clásicas, las de los pueblos indoeuropeos, las de la edad media y postclásicas, la era de las migraciones y colonizaciones y la era moderna y contemporánea. En estas últimas no hay que olvidar las migraciones europeas del Siglo XIX (era industrial) y las forzadas del Siglo XX (las guerras y persecuciones).
El ser humano comenzó a migrar desde la prehistoria. Las migraciones prehistóricas, con origen en Africa (los primeros homo sapiens, hace 60 mil años), con el cruce hacia Eurasia (hace 40 mil años cuando se mezcla con otras especies humanas como los neandertales y los denisovanos) y con el poblamiento de América (hace 15 mil años, a través del Estrecho de Bering desde Siberia, para poblar América).
Pasando por diversas y milenarias etapas, hoy las migraciones están influenciadas por factores económicos, conflictos, cambio climático y políticas migratorias. Regiones como Europa, América del Norte y el Golfo Pérsico son destinos clave para migrantes y refugiados de África, Asia y América Latina.
Dicen los expertos que las migraciones han sido fundamentales para la difusión de culturas, idiomas, tecnologías y religiones a lo largo de la historia. Han contribuido a la diversidad étnica y cultural de las sociedades modernas, pero también han sido fuente de conflictos, discriminación y desafíos. He aquí uno más. Y muy cerca.