El Tenerife se viste de gris

El estreno del proyecto Garrido se queda en nada y solo la afición da la talla con el récord de abonados en Segunda

El Club Deportivo Tenerife, históricamente un equipo de Segunda División en el fútbol español, alterna años buenos y malos en la categoría. Hay más de estos últimos. Y suele darse, en la última década, un fenómeno de caída posterior a la temporada en la que se asoma al camino que conduce a Primera. Igual que después de disputar el playoff decisivo contra el Getafe en 2017, la ilusión invadió al tinerfeñismo para el curso siguiente.

Pero de nuevo un mal comienzo lastró cualquier posibilidad de éxito en aquella ya lejana 22-23. Los últimos seis meses de campaña fueron un quiero y no puedo, con Luis Miguel Ramis al frente, para intentar remontar la desventaja inicial. El equipo acabó bien, ganando cinco de sus últimos seis encuentros en casa. Entre ellos, el derbi ante la UD Las Palmas y con goleada (4-1). El inicio de aquel duelo de rivalidad fue fulgurante. Los blanquiazules se pusieron 2-0 en cinco minutos y desactivaron a los de García Pimienta. La afición agradeció el regalo. Podía ser la despedida del clásico del fútbol canario durante un tiempo, puesto que los amarillos acabarían ascendiendo a Primera ese año. Pero el bombo copero quiso que se vieran las caras meses después y que, de nuevo, el Heliodoro resultara intocable para los grancanarios.

En paralelo a la trayectoria deportiva del primer semestre de 2023 se iba desmontando el proyecto ganador que solo el Girona tumbó a las puertas de la élite menos de un año antes. Primero renunció Juan Carlos Cordero, ahora en el Real Zaragoza, y luego el propio técnico. El nuevo modelo de gestión de José Miguel Garrido espantó a ambos. El exdirector deportivo llegó a decir que “no podían convivir” dos profesionales en un mismo puesto, en clara alusión a las interferencias que sufriría.

Nada más abandonar la Isla, una muestra de lo que estaba por llegar: Kike Salas y Durmisi fueron los refuerzos invernales. Siete y un partido jugaron de ahí a final de curso. José León cerró el paso al primero y una inoportuna lesión impidió al segundo siquiera disputarle el puesto a Nacho.

A Juan Guerrero le acompañaría desde febrero Mauro Pérez en la dirección deportiva, una bicefalia insostenible como se demostraría más tarde. Fueron meses de vías paralelas. Ramis trataba de honrar el puesto hasta el final y mantenía un crédito casi ilimitado entre la afición. Garrido, en los despachos, se enfrentaba a las primeras dudas sobre su proceder. Ya había dicho Amid Achi que el sindicado de acciones podía durar “cuatros años o cuatro meses”. El empresario madrileño tuvo que cumplir con el calendario de pagos a sus socios mientras tomaba decisiones sobre el futuro deportivo del Tenerife.
Asier Garitano fue el elegido para el banquillo. “No tengo ninguna intención de estresarme”, diría como tarjeta de presentación a su llegada. Pero verano de 2023 mantenía en jaque al proyecto. Tanto que el máximo accionista preparó una estrategia de renovaciones al alza para demostrar la fe de los pesos pesados en las nuevas ideas. Waldo Rubio, Sergio González, Sipcic o Álex Corredera accederían a prolongar su vínculo con la entidad blanquiazul a cambio de sustanciosas mejoras. Eso sí, la cosa tenía truco: entrarían en vigor para la 24/25.

El retorno de Ángel, después de una larga trayectoria en Primera y en la Península, cimentó una política de fichajes con luces (Roberto López o Luismi Cruz) y sombras (Tomeu Nadal, Bodiger, Álvaro Romero). Pero que careció de nuevo de un relevo de garantías para Aitor Sanz y que no dotó de competencia suficiente a puestos clave como las bandas y el ataque.

La afición respondió al buen final de campaña y saludó los cambios batiendo el récord de abonados en Segunda. Más de 15.000 acabaron sacando su pase, atraídos por una buena política de descuentos, y al galope de los buenos resultados.

Porque pese a las dudas iniciales, el Tenerife arrancó la 23/24 a toda máquina. Siete victorias en las diez primeras jornadas le colocaron líder de Segunda. Oviedo, Huesca, Andorra, Albacete, Espanyol, Racing y Burgos mordieron el polvo en aquel tramo inicial con más pegada que fútbol.

Entre las certezas del proyecto, un portero sin renovar: Juan Soriano. Fue uno de los grandes batacazos en la negociación del área deportiva. Pero quedaban meses para seguir disfrutando del mejor portero de la categoría. Y puede que un ascenso… Pero el buen inicio fue un espejismo. Las lesiones y la mala gestión que Garitano hizo de la plantilla iniciaron una pesadilla que duraría ya hasta junio de 2024. Fueron dos triunfos en las siguientes dieciséis jornadas. Con la Copa del Rey como único alimento que echarse a la boca y el Heliodoro acogiendo entre bostezos cuatro goles de su equipo en ocho partidos.
Un juego insulso, onces conservadores, jugadores postergados de manera incomprensible (Sipcic o Nacho) o la imposibilidad (para Garitano) de juntar a Enric Gallego y Ángel condenaron el final de curso a la indiferencia.

La discusión sobre la conveniencia o no de mantener al técnico en el cargo acompañó aquellos últimos meses. Dentro del club solo Garrido mantuvo su confianza en el vasco. Contra viento y marea defendió incluso su renovación. Pero fue el propio Garitano el que renunció a continuar cuando la confianza en el modelo del máximo accionista ya se había agrietado por completo. Fue el epílogo de un curso que acabó en decepción. Una más en la centenaria historia birria.

Facebook
Twitter
LinkedIn
COrreo-e
Imprimir

Patrocinador

Patrocinador

Patrocinador

Patrocinador

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad