Tradición. En ello se ha convertido, en estos años más recientes, la presencia del CB Canarias en la lucha por el título en todos aquellos torneos en los que participa. Liga Endesa, Copa del Rey y Basketball Champions League de manera habitual. Pese a que en la 23-24 no logró subir a lo más alto del podio, el bagaje general de los aurinegros volvió a ser más que positivo.
Entre los grandes por derecho propio… y por reiteración. Por quinto curso consecutivo el CB Canarias volvió a lucir galones a nivel nacional e internacional. Los de un equipo de enjundia y que es capaz de meterse en la pelea por el título en todas aquellas competiciones en las que toma parte. En la 23-24 lo hizo, el cuadro preparado por Txus Vidorreta, en la Copa del Rey primero, en la Basketball Champions League más tarde, y, finalmente, en el playoff la Liga Endesa. Los aurinegros no pudieron levantar esta vez ningún título, pero sí pudieron darse por satisfechos a tenor del rendimiento global escenificado.
En una apuesta continuista tras varias exitosas campañas, el proyecto 23/24 del club lagunero generó de entrada no pocas dudas en torno a si sería capaz de reeditar sus mayúsculas prestaciones pretéritas.
Un año más en el DNI de una plantilla cuya media de edad ya era la más alta de toda la ACB, una pretemporada con apenas un par de partidos por culpa de las lesiones, la pleuritis sufrida en la Copa del Mundo y que casi retira a Marcelinho Huertas, un 0–3 de inicio tras las derrotas –algunas claras– contra Unicaja, Valencia y Murcia… Argumentos de sobra para pensar en una campaña de transición en medio de un lógico y hasta irremediable cambio de ciclo.
Pero no. En el vestuario aurinegro se empeñaron en tirar de experiencia y, tras ese errático arranque, pusieron velocidad de crucero para compensar esa deficiente puesta en escena e ir recuperando terreno poco a poco. Lo hicieron, los de Vidorreta, superando algún que otro revés adicional, como las derrotas sufridas en casa ante Zaragoza y Obradoiro. Tropiezos que todavía dejaron margen para que los tinerfeños, ganando tres de los cuatro últimos partidos de la primera vuelta, se colaran en la Copa del Rey de Málaga. Por octavo año consecutivo. Una continuidad solo al alcance de Real Madrid, Barça y Valencia.
Ya en sus parámetros habituales y en una versión más que reconocible, el CB Canarias redobló su inherente ambición por mejorar de manera paulatina con el fichaje de Kyle Guy. El escolta de Indiana fue, a modo de regalo de Reyes anticipado, un soplo de aire fresco para el plantel aurinegro. El impulso fue tal que lejos de conformarse con su enésima participación copera, el cuadro lagunero tumbó al anfitrión Unicaja (su verdugo en la final del año anterior) para colarse de nuevo en una semifinales donde el Barça, sin embargo, no le dio opción.
La tendencia alcista se mantuvo en los siguientes meses de 2024. Por un lado permitiendo al CB Canarias citarse con otro de sus eventos fetiche en estas campañas más reciente: la Final Four de la Basketball Champions League. En Belgrado los laguneros doblegaron al Peristeri en semifinales y solo su derrota en la final frente al intocable Unicaja les separó del que hubiera sido su tercer entorchado continental.
Ese esfuerzo superlativo no impidió que el CB Canarias siguiera teniendo hacia arriba su particular flechita dentro de la Liga Endesa. En el torneo doméstico los aurinegros llegaron a firmar un balance de 12 victorias en 14 partidos, racha que resultó fundamental para concluir la fase regular con un registro de 21–13. Sextos en la tabla, pero con los mismos triunfos que el cuarto.
En la primera ronda de playoff, como ya había sucedido en la Copa de Málaga, el Barça se volvió a cruzar en el camino y no dio opciones al cuadro canarista. Un plantel, que por mucho que trató de estirar su buen rendimiento acabó pagando el lastre generado por las ausencias por lesión de Aaron Doornekamp, de baja desde antes de la Final Four de Belgrado; y la de Gio Shermadini, al que la rotura de cuatro costillas en un lance del partido contra el Breogán, le dejó fuera de combate en los cinco últimos compromisos del curso.
Un subcampeonato continental, la presencia en una semifinales coperas –por sexta ocasión de ocho posibles– y la disputa de los cuartos de final en liga. Brillante balance y, a la vez, argumento de peso para considerar que este grupo, encabezado por los incombustibles Marcelinho Huertas –a sus 41 años sigue batiendo marcas, como la de convertirse en el máximo asistente histórico de la ACB– y Gio Shermadini, y con algunos retoques, puede ofrecer todavía algún último baile de primer nivel.
Con el CB Canarias más que consolidado entre la nobleza del basket español, pero sin ningún tinerfeño brillando en la élite, los papeles se invierten en la vertiente femenina. Tras el fallido proyecto por parte del CB Clarinos, es el CB Adareva el que ejerce de representativo isleño, aunque desde un escalón inferior, el de la Liga Challenge, y sin ínfulas –al menos a corto plazo– de dar el ambicioso salto.
Pero a falta de que brille el colectivo, sí lo hacen las individualidades. Por un lado Elena Buenavida. La granadillera cerró su etapa de formación añadiendo otra medalla a su prolífico palmarés (se colgó la plata con España en el Europeo U20) para luego ser partícipe directa del triplete nacional (Supercopa, Copa de la Reina y Liga) conquistado por el Valencia Basket.
La otra figura femenina rutilante está encarnada por la árbitra Ariadna Chueca, que pese a no haberse hecho hueco todavía en la Liga Endesa, sí posee ya un reputado nombre dentro de las competiciones FIBA. Ser la colegiada principal tanto en la final de la Euroliga Femenina como en el Mundial U17 masculino, y dirigir hasta cuatro encuentros en los Juegos Olímpicos de París son solo algunas muestras de lo que está siendo una meteórica carrera a nivel internacional. A sus 33 años parece no haber tocado techo todavía.
El Chacho deja de hacer magia
La Euroliga conquistada -la tercera de su cuenta particular- apenas un año antes y en la que tuvo un protagonismo estelar, la liga ganada en el curso 23/24, sus 38 años -de los que 20 los dedicó al profesionalismo-, el nacimiento de su cuarto hijo… Razones y argumentos de peso con los que no se puede poner ni un solo pero a la decisión de Sergio Rodríguez de colgar las botas. Por mucho que su juego siguiera destilando la chispa y la magia de siempre. Lo deja el que es, sin discusión, el mejor jugador tinerfeño de la historia. Por trayectoria -con 403 partidos en la ACB y 358 en la NBA-, por estilo -marcando un sello propio denominado Chachismo-, incluso por imagen -su barba será siempre icónica- y, por supuesto, por palmarés.
El base de El Ortigal fue partícipe de algunos años de una época gloriosa dentro del Real Madrid (dos Ligas, dos Euroligas, cinco Copas del Rey y cinco Supercopas), pero sobre todo tuvo la suerte de ser integrante de la selección española más brillante de la historia. Con el combinado nacional se colgó un total de siete medallas. Entre ellas el oro en la Copa del Mundo de Japón 2006, subiendo también a lo más alto del podio en el Europeo de Francia 2015. La plata la logró en los Juegos de Londres 2012 y el Europeo de España 2007, mientras que su colección particular se cierra con tres bronces: Juegos de Río 2016, y los de los Europeos de Eslovenia (2013) y Turquía (2017). Un curriculum complicado de igualar. Sin él, el basket tinerfeño y español ya es menos mágico. Para siempre queda su legado.