Atenas muestra que genética y carácter no garantizan medallas

Lejos del espíritu olímpico que Pierre de Coubertain imprimió a los Juegos, Atenas ha sido la excusa perfecta para hablar de fracaso –o, al menos, de decepción- de nuestros deportistas. El lugar de origen no ha servido para comprender que el esfuerzo de ellos y su talento no se resume en un simple recuento de medallas.

Tal y como están planteadas las cosas, la vela canaria viaja ahora huérfana de apoyos económicos procedentes de las Ayudas a Deportistas Olímpicos (plan ADO), a pesar de la tradición de medallas que ha sumado en citas anteriores para el cuadro español. No es un buen síntoma, pero sí es coherente con uno de los criterios adoptados, en el que sólo se premia el ranking. Desde aquella primera medalla de oro para regatistas canarios en Los Ángeles 84 (por obra y gracia del lanzaroteño Roberto Molina y el grancanario Luis Doreste en 470) hasta la última de Fernando León en Atlanta 96 (en la clase Tornado), la vela canaria creó el efecto de que el deporte del Archipiélago estaba prácticamente obligado a llegar al podio. Falsa impresión en un deporte con tantas variables inciertas. A las propias sensaciones del deportista hay que unir un campo de regatas propicio o perjudicial para las condiciones de cada uno y la meteorología en los días de competición.

En Atenas, el deporte canario sólo consiguió traerse una medalla gracias a la tiradora María Quintanal, bilbaína de nacimiento y grancanaria de adopción. Esa plata le valió para obtener ahora 50.500 euros del plan ADO, la mayor cantidad que recibe este año un deportista de las Islas. Le sigue Paola Tirados, del Club Natación Las Palmas, con 34.000 euros, y el tinerfeño Mario Pestano, con 19.000 euros. Pero ¿qué relación guardan el tiro, la natación sincronizada y el lanzamiento de disco? Muy poco. Es muy difícil jerarquizar méritos, sobre todo cuando en los Juegos se miden deportes individuales y de equipo, modalidades amateur y profesionales. Y cada rendimiento merecería una interpretación singular. La mera presencia de Rosi Sánchez y Marta Mangué en las selecciones de baloncesto y balonmano ya es un acicate para nuestro deporte.

El todo o nada con el que suele juzgar el gran público -y nosotros, los periodistas- el éxito o el fracaso deportivo es una forma cruel de distanciarnos de nuestra realidad modesta de comunidad autónoma repleta de carencias. No es casualidad que los países de mayor potencial económico pugnen por liderar el medallero. En el deporte de alto rendimiento se funden el talento, la voluntad, la infraestructura y el conocimiento. El primero es pura genética; el segundo, puro carácter; el tercero depende de la consolidación social y económica; y el cuarto es una apuesta política y tecnológica por estar a la vanguardia en los mejores métodos de entrenamiento. Canarias ha demostrado que tiene genética y carácter. Si falta lo demás, no nos rasguemos las vestiduras.

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