Canarias, en un nuevo ciclo

Empieza a quedar lejos la noche electoral del 14-M. Unos no daban crédito mientras otros vivíamos con intensidad y satisfacción los resultados que se iban registrando. El PSOE era la opción más votada, volvía a ganar la confianza del electorado. José Luis Rodríguez Zapatero sería el nuevo presidente del Gobierno de España. En Canarias, merced a esos resultados, los socialistas recuperábamos posiciones y la representación en las Cortes Generales, Congreso y Senado, era más nutrida y, lógicamente, tendría más peso. Los votos de los electores canarios se decantaron por las candidaturas socialistas.

Fue una noche intensa en emociones, aún planeando la sombra del execrable atentado de unos días antes. En todos nosotros había un recuerdo, una honda sensación de solidaridad con las víctimas y sus familiares. De ahí que, en cada sede, en cada pueblo, en cada declaración, las celebraciones fueran comedidas, caracterizadas en todo momento por el respeto y la mesura. Esa misma noche, con esos condicionantes, se abrían, esperanzadoras, las puertas de un nuevo ciclo político. Para el país y para Canarias.

Cuando este Anuario vea la luz, se habrá cumplido ya un año de la constitución del nuevo Gobierno y hasta se habrá celebrado el primer debate sobre el estado de la Nación. Desde aquella noche a nuestros días se han sucedido los acontecimientos. Es un tiempo razonable para haber apreciado la acción del Ejecutivo que afrontó, sin dilación, el cumplimiento de ofertas electorales y el tratamiento de cuestiones que entrañaban aspiraciones y demandas de la ciudadanía. En estas páginas hay testimonios y enfoques que sirven para contrastar la traducción de las medidas aplicadas por el Gobierno, algunas de ellas, ciertamente llamativas.

2004 fue para España, desde luego, un año político singular y relevante. Meses después de aquella victoria electoral, los socialistas volvíamos a repetirla -con estrecho margen, todo hay que decirlo- en la consulta para el Parlamento Europeo (PE). Fue otro de los hitos que plasmaban el cambio de rumbo político. Pero estas victorias, superada la natural alegría, entrañan responsabilidad y compromiso. Más que eso: la obligación de corresponder a la confianza otorgada por al sociedad. De ahí que, desde la asunción de responsabilidades, en todos cuantos ejercemos cargos públicos exista un indiscutible afán por ir resolviendo problemas, impulsando proyectos y gestionando de la forma más eficaz los asuntos que dinamizan a la sociedad y son el reflejo de los intereses generales.

Al acceder a la Delegación del Gobierno en Canarias, mayo de 2004, nos propusimos defender tales intereses. Más que un nuevo capítulo de la hoja personal de servicios, lo que importaba -y lo que importa- es hacerlo con una clara voluntad de ser útiles a nuestra tierra y a todos los canarios. La experiencia de varios años en el ámbito de lo insular y lo local, así como en el Legislativo, debe ser muy útil para cumplir ese propósito. Conscientes, pues, de los problemas que gravitan sobre nuestra convivencia, procuramos trabajar sin reservas para atender y hacer viables los planteamientos que signifiquen avances sociales y satisfacciones de sectores sociales.

Desde la toma de posesión, en efecto, hemos querido que la Delegación del Gobierno fuera una referencia para la ciudadanía de las islas. Que no se entienda esto como un ansia de protagonismo ni como un contrapeso en el mapa de las administraciones públicas canarias. Se trata, simplemente, de ser consecuentes con una forma de trabajar y con la voluntad de ser eficaces en cuantos cometidos estén asignados a las estructuras y departamentos de la Administración General del Estado en nuestra Comunidad Autónoma. Por eso nos hemos involucrado de lleno en el fenómeno de la inmigración irregular, en la aplicación del nuevo Reglamento de Extranjería, en la seguridad integral de las islas, en la adecuada dimensión de la sismicidad, en las bonificaciones al transporte, en el tratamiento del archipiélago como Zona Marítima de Especial Sensibilidad, en las mejoras de los equipamientos e infraestructuras, en las dotaciones de elementos tecnológicos para el control aéreo, en el impulso del desarrollo normativo del sector energético, en la apertura de la Casa de Africa, en la consolidación del nuevo status europeo, en las relaciones interinstitucionales basadas en el respeto y la cooperación…

El equipo que integra la Delegación, esto es, las dos Subdelegaciones provinciales y las cinco Direcciones insulares, sus responsables políticos, los funcionarios y el personal laboral, se han esmerado para producir respuestas a los hechos anteriormente reseñados y a otros muchos que van surgiendo prácticamente a diario. Las visitas de ministros y altos cargos del Gobierno a las islas -además de le receptividad acreditada hacia los planteamientos que conocían o les han sido trasladados- para conocer su realidad, para impulsar actuaciones, para relacionarse con responsables institucionales y dirigentes sectoriales y para interesarse en directo por asuntos de su ámbito competencial son nítidas pruebas de la sensibilidad que el presidente Rodríguez Zapatero había anticipado para Canarias.

Hay soluciones y logros pero nos resistimos a balances triunfalistas o autocomplacientes, máxime cuando algunas de la referencias citadas están en plena ejecución o precisan de medidas sustanciales y complementarias que, en todo caso, serán las que permitan afrontar con garantías y visión de futuro las alternativas que aguarda la sociedad canaria. El Plan de Seguridad Integral, con aspiraciones vanguardistas como puede ser el Servicio Canario de Guardacostas; otro Plan que abordará específicamente aspectos de la inmigración; la creación del Instituto Volcanológico Canario; los nuevos pasos tras el proceso de normalización de trabajadores extranjeros; completar las dotaciones de los cuerpos de Seguridad del Estado son, entre otras, iniciativas y actuaciones que desde la Delegación del Gobierno en Canarias implementaremos con ganas, perseverancia y decidido ánimo para mejorar las condiciones de vida de nuestra gente.

Fue el 2004 un año significativo en el nuevo rumbo político que la soberanía popular imprimió para España. Fueron los primeros intensos meses de una legislatura que se vaticina intensa en la plasmación de los avances que supongan la modernización de un país. Una etapa, desde luego, esperanzadora. Una etapa que ha servido para demostrar una vez más que los españoles y los canarios hemos vivido nuestros mejores momentos individuales y colectivos cuando hemos compartido ilusiones y afanes, valores y principios que aseguraban una tarea para todos a la hora de hacer realidad un proyecto de país. Así lo reflejó en su momento el presidente del Gobierno que nos anticipaba, por cierto, la oportunidad de llevarlo a la práctica entre todos y para todos. Su anuncio sigue siendo válido. Y para todos los canarios, un estímulo.

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