El sector primario de Canarias acabó 2004 mirando con incertidumbre a Bruselas, un tópico que se repite desde 1991, al ingresar en la PAC. Eso sí, el año pasado la tensión fue aún mayor, pues en la Unión Europea (UE) se empezaron a negociar las futuras ayudas al plátano y el nuevo Poseican, de cuyos fondos se benefician el tomate, la ganadería, las flores y plantas y, sobre todo, la mayoría de cultivos de medianías.
Tras haber recibido en 2003 la magnífica noticia de quedar excluida -junto al resto de las llamas regiones ultraperiféricas (Madeira, Azores, Martinica y Guadalupe)- de la reforma de la Política Agrícola Común (PAC), que ha supuesto un severo recorte de las ayudas al sector en la Península, Canarias centró su actividad en Bruselas durante 2004 en dos expedientes: la reforma del régimen de importación y ayudas del plátano y la reestructuración del Poseican (Programa de Opciones Específicas por la Lejanía e Insularidad). Aunque al cierre del año las dos negociaciones todavía seguían abiertas, la primera ofrecía un color más oscuro que claro, mientras que la segunda ya había recibido un buen empujón, pues en octubre la Comisión Europea propuso que a partir de 2006 la distribución de los fondos de ese programa se haga desde las regiones beneficiarias, algo que Canarias llevaba pidiendo desde hacía tiempo.
El primer producto agrícola de exportación de las Islas y el que más tiempo absorbe en las relaciones con la UE, el plátano, se preparó en 2004 para afrontar la cuarta modificación de su Organización Común de Mercado (OCM) que, casi con total seguridad, dejará a los productores canarios sin protección frente a la competencia del banano latinoamericano y dependientes sólo de un sistema de ayudas cuyo futuro es incierto. Por tanto, tan importante como conseguir que la barrera arancelaria (tarifa) que deberá pagar el banano para entrar en el mercado comunitario sea la más alta posible, es lograr el mantenimiento de un paquete de subvenciones similar al actual. No en vano, la clave del futuro del plátano pasa por saber si los 25 países de la UE están dispuestos a soportar durante mucho tiempo la factura de sostener la fruta de Canarias, pues sólo en ayudas desembolsan unos 120 millones de euros al año, cantidad que algunos estados podrían considerar elevada si, además, valoran los recortes que Bruselas ha impuesto en los subsidios destinados a otros cultivos.
Al margen de las negociaciones europeas, los plataneros aprobaron en julio 2004 un reglamento para autorregular su producción y evitar así crisis de precios. La aprobación de esta iniciativa, si bien fue un paso muy importante para dar estabilidad a los ingresos, se logró tras casi dos años de debate, lo que evidencia la desunión que hay dentro del sector. Además, esa normativa recogía la recaudación que se emplearía para la apertura de nuevos mercados en el exterior. Pues bien, la única experiencia que se realizó en ese sentido acabó en fracaso -se enviaron varios contenedores de plátanos a Polonia- y no se ha vuelto a repetir.
En cuanto al segundo cultivo de exportación, el tomate, éste consiguió frenar en 2004 la caída en picado que arrastraba su producción en las últimas campañas, debido, especialmente, al impacto de la plaga originada por el llamado virus de la cuchara, que dos años antes llegó a arrasar casi la mitad de las plantaciones de esa hortaliza en las Islas. Una vez recuperado de ese bache, el tomate mantuvo unos precios aceptables en los mercados del norte de Europa durante la zafra 03-04, aunque la competencia, en ocasiones ilegal, de las cosechas procedentes de Marruecos se consolidó como un lastre para los ingresos del sector. No obstante, una de las mejores noticias que recibieron los agricultores fue el anuncio del Gobierno regional de que, a partir de 2006, se multiplicarán por cuatro (de 2,4 a 10 millones de euros anuales) las ayudas que recibe el tomate con cargo al Poseican. Una medida acertada pero tardía de un Programa al que el tomate ya se incorporó con un retraso inexplicable (hace sólo tres años).
El Poseican
Sin abandonar el Poseican, la decisión anunciada en octubre por la Comisión Europea de traspasar a las regiones ultraperiféricas la competencia para distribuir los fondos de ese instrumento agrícola puede ser, siempre que se planifique bien, el pilar básico para no sólo mantener sino potenciar los principales cultivos destinados al mercado regional. No hay que olvidar que, aparte del tomate, de ese programa se benefician la mayoría de los productos de medianías, incluida la papa, así como la vid y las plantas y flores, con lo que, si el reparto de esas ayudas es más flexible y se dirige desde Canarias, se podrá adaptar mejor a las necesidades de las Islas. Además, se podrán subsanar algunos desequilibrios tradicionales entre las subvenciones que reciben determinados alimentos de importación, con cargo al Régimen Específico de Abastecimiento (REA) y las que se abonan a los agricultores locales.
En este contexto, entre las plantaciones de medianías habría que destacar la dispar evolución de la papa y la vid, pues la primera redujo su superficie cultivada, quizá arrastrada por los malos precios y el efecto del virus de la polilla, mientras que la segunda se mantuvo e, incluso, ganó un poco de terreno. En el caso del sector vinícola, buena parte de su interés en 2004 se centró en el debate sobre la conveniencia de crear una sola denominación de origen insular, que sustituiría, por ejemplo en Tenerife, a las cinco que existen ahora. Esta polémica, en principio, sólo se resolverá si algunos consejos reguladores ceden en beneficio de una marca común que, seguramente, será más atractiva desde el punto de vista comercial que la variedad de nombres y etiquetas con la que en estos momentos se presentan ante el consumidor.
En relación con la ganadería, ésta mantuvo durante el año pasado, en cuanto al tamaño de la cabaña y su producción, la senda ascendente iniciada en 2002 cuando Bruselas aprobó el llamado sobre ganadero, que incluye ayudas para mejorar la rentabilidad de las explotaciones. Sin embargo, este subsector se enfrentó a dos problemas que no le son nuevos: la competencia de las carnes y productos lácteos que entran en Canarias con ayudas del REA y las trabas que ponen algunos ayuntamientos para la instalación de granjas. En cuanto al segundo, los ganaderos confían para su resolución en la promesa del Gobierno, anunciada también durante el último año, de aprobar unas directrices de ordenación del suelo agrario.
Acuicultura por pesca tradicional
Desde el cierre del caladero de Marruecos en 1999, a raíz de la ruptura de las negociaciones para la renovación del acuerdo de pesca entre ese país y la Unión Europea (UE), buena parte de la flota tradicional de Canarias se vio abocada a la reconversión. Con los años, ese proceso, que en principio se antojaba traumático, supuso el punto de inflexión para el despegue de la acuicultura, El cultivo de pescado en jaulas marinas. De hecho, según cifras del Gobierno regional, entre 1999 y 2003 la producción acuícola creció en las Islas un 172%, al pasar de 931 a 2.539 toneladas. Y esa línea ascendente tampoco se abandonó el año pasado, pues los empresarios del sector calculan que la facturación de doradas y lubinas, las dos especies que más se cultivan en aguas isleñas, aumentó entre un 10 y un 15%. Sin embargo, a pesar de su imparable crecimiento y de su condición “estratégica” para la diversificación de la economía, la acuicultura se enfrenta a dos obstáculos: la lentitud en la tramitación de los permisos para instalar jaulas y el rechazo de una parte de la sociedad, que ve en esta actividad una amenaza para el ecosistema marino. En respuesta a esto, los productores han insistido en que esa modalidad de criar el pescado no daña la calidad del agua. No obstante, sería aconsejable que, antes de inundar de jaulas el litoral de las Islas, se valorara su impacto sobre el turismo.