El vino mantiene su importancia económica… y su valor social

El negocio del vino genera en Canarias unos cuarenta millones de euros anuales. La cifra, por sí sola, ya es indicativa de la importancia, creciente además, de este subsector agrícola. Pero la realidad va más allá de unos números que no tiene en cuenta valores históricos, familiares, paisajísticos, tradicionales, sociales, culturales e incluso turísticos.

La viña forma parte del paisaje canario desde hace siglos y en la actualidad supone, en extensión, el principal cultivo de Canarias, por encima del plátano, la papa o el tomate. Pese a ello, su transcendencia económica es difícil de encuadrar estadísticamente por ser, en muchas zonas, un cultivo estrictamente familiar tendente al autoconsumo o a una venta directa de vino a granel -a bares, bodegas, amigos o familiares- que no entra en los circuitos comerciales oficiales. Y aunque las cantidades son insignificantes por separado, la suma de esas mínimas producciones de uva -y de vino- complican cualquier cálculo.

No obstante, en determinadas zonas, como en la comarca tinerfeña de Tacoronte-Acentejo, hay datos que sí permiten concretar la importancia del vino: más de dos mil quinientas hectáreas de viñedo, de las que 1.723 están inscritas en el consejo regulador, que cuenta con 2.340 socios-viticultores (2.340 familias, no lo olvidemos) que producen alrededor de dos millones de litros de vino y generan unas ventas de doce millones de euros. Eso sí, es obligado insistir que la producción de vino embotellado con contraetiqueta supone sólo el veinte por ciento del vino elaborado en esta comarca.

Además, la importancia económica del sector vitivinícola no se limita al empleo en el propio sector. El embotellado y contraetiquetado permite ampliar el mercado hacia bodegueros y distribuidores. En ese sentido, y a pesar de la importante fragmentación que existe en el campo de las bodegas y marcas de vino, con el paso de los años se observa una creciente concentración. Un ejemplo: en Tacoronte-Acentejo existen 52 bodegas embotelladoras adscritas al consejo regulador, que elaboran unas 60 marcas de vino, de las cuales, alrededor de una docena de ellas tienen una producción por encima de las 90.000 botellas.

La comercialización

La comercialización del vino canario plantea uno de los retos más importantes de cara al futuro, pues en la actualidad se limita casi en exclusiva al mercado local. Y en cada isla y en cada zona de esa isla, tiene mayor preponderancia el vino de la comarca. Por eso, de cara a la consolidación del sector hay una serie de objetivos ineludibles como mejorar la distribución, acceder a otros mercados interiores y exteriores, introducirse en la rutina de los millones de turistas que visitan Canarias y consolidar su creciente prestigio en la Península o fuera de España. Y todo ello, en un cultivo que, en Canarias, contribuye a dar equilibrio a una economía que no puede vivir exclusivamente del monocultivo turístico.

Porque más allá de su indudable repercusión económica, social o cultural, el cultivo de la viña es de primordial importancia en la lucha contra la desertización de las islas y la progresiva invasión urbanística del campo. Particularmente, este último aspecto supone una fuerte amenaza para el sector. Y ahí es preciso recalcar su atractivo turístico, no sólo desde el plano paisajístico, sino también desde la necesidad de fomentar el enoturismo (excursiones a bodegas, a las viñas, etc), una actividad dirigida a visitantes (o a residentes) de nivel medio-alto y que ha demostrado su atractivo en otros regiones vitivinícolas.

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