La sombra de César sigue luchando por no pasar al olvido. El tiempo, los ayuntamientos y los deseos de la mayoría por obtener más beneficios nublan en ocasiones esta senda en una isla en la que, aunque no lo parezca, el que mueve los hilos sigue siendo ‘Papá Dios’, el señor Dimas Martín, quien, de momento, trama cómo volver a su cálida trinchera.
Lanzarote no olvida a César y, por si fuera poco, en la etapa de María José Docal como presidenta del Cabildo se ideó una funesta campaña en contra de la Fundación y contra la memoria de Manrique. Pero por ahí no pasó Lanzarote. Se levantaron y protestaron. Todavía el César es César en una isla en la que nada cambia a pesar de los artificios, de los juicios interminables en el que condenan a políticos por malversación de fondos públicos. Todo un ejemplo de que las cosas siguen igual. Dimas Martín, que ya ha estado en la cárcel en otras ocasiones, la penúltima por la compra de un voto a un concejal del PP en el Ayuntamiento de Arrecife, fue condenado en 2004 por la Audiencia Provincial de Las Palmas a ocho años de cárcel y quince de inhabilitación para desempeñar cargo público. El caso del complejo agroindustrial de Teguise, del que desaparecieron 2.000 millones de pesetas, se convirtió en la noticia más importante de los últimos años. Una sentencia que, entre otras cosas, ha culminado con la ruptura del Partido de Independientes de Lanzarote, el PIL de Dimas Martín.
Dicen, tal vez los malpensados, que una vez que se vio la posibilidad de mantener en larga cuarentena a Dimas, entonces muchos se han atrevido a enfrentarse al jefe. Pero Papá Dios, esa persona omnipresente, con los hilos más trenzados, vinculado de forma directa o indirecta, pero siempre detrás, protagonizando la historia reciente de Lanzarote, sigue ahí. Hilvanando seguramente una nueva forma de regresar a su siempre cálida trinchera. (ya le gustaría al recién elegido Benedicto XVI tener su don: el de estar en todos los sitios, como Dios). La ruptura, a cachos y enfrentamientos encendidos del PIL, terminó con la salida del Cabildo de María José Docal, mano derecha y fiel de Dimas Martín hasta lo inimaginable. Nuevos pactos y entuertos que dejan por sorpresa al popular Francisco Cabrera al frente de la Corporación insular. Celso Betancort, María Isabel Déniz y compañía se mantienen en sus puestos recibiendo de vez en cuanto algún que otro dardo. Sobre todo Juan Pedro Hernández, alcalde de Teguise, al que se le abren varias grietas con denuncias de los socialistas, que parecen puntualmente bien informados.
La guerra contra César
Antes de esta guerra solapada que se avecina, Lanzarote vivió una de las etapas más negras y esperpénticas de sus últimos años. El grupo de Gobierno en el Cabildo llegó a estar en manos de una sola persona. Después de la renuncia de Docal, a Martín Martín sólo le quedó el apoyo solitario de Plácida Guerra. Fueron varios meses de desgobierno. El Cabildo se quedaba mudo y el resto de instituciones, contagiado con tamaño mal, seguían sus pasos. Eso sí, durante la etapa Docal -un ser iluminado, vinculado a la presidencia y al PIL- y, aunque les pese, con el visto bueno de los consejeros de Coalición Canaria y Partido Popular, el Cabildo tramó una extraña y funesta campaña en contra de la Fundación y contra la memoria de Manrique. Seguramente, ninguno imaginó que meterse, aún hoy, contra la figura de César puede costar muy caro. Demasiado. Y a los que hicieron el vídeo que se emitió en todas las televisiones locales se les fue la mano y el tino. En esa emisión se llegaba a decir de manera literal que Manrique “había hecho obras de dudosa ecología”.
Y con esta afirmación habrían querido referirse a los centros de arte y cultura, la mayor fuente de ingresos de la Corporación. Qué sería del Cabildo de Lanzarote sin los Jameos del Agua, el Mirador del Río, Timanyafa, el Monumento al Campesino, el jardín de Cactus, el Castillo de San José. Todo eso y más se lo deben a Manrique y lo saben. El enfrentamiento entre el Cabildo y la Fundación es ya una historia larga y dilatada. La institución que preside José Juan Ramírez sigue empeñada en la contención del crecimiento y en que la isla no sufra un deterioro innecesario. Son múltiples los estudios y declaraciones de la Fundación alertando sobre el peligro que supone transformar Lanzarote, en una especie de parque temático con autovías, que atraviesen la isla y que sirvan para que los turistas, en viajes relámpagos desde Fuerteventura, puedan recorrer este territorio desde Playa Blanca a Órzola en unas horas, y a través de La Geria.
Precisamente con la ampliación de la carretera de La Geria llegó el escándalo. La consejería de Urbanismo pretendía aumentar esta vía, que atraviesa ese espacio protegido, en una autovía rápida. Todo preparado para que dos guaguas pudieran pasar a gran velocidad y sin mayores problemas. La Fundación y diversos colectivos mostraron su total rechazo. Con argumentos. Esta fue la gota que llenó el vaso del Cabildo: no estaban dispuestos a permitir que la opinión y el punto de vista de la Fundación César Manrique acabara con sus planes de expansión. Pero no midieron las fuerzas y creyeron que Lanzarote, acostumbrada ya al crecimiento y a las construcciones, no iba a protestar si se dañaba a Manrique. A pesar del tiempo, de los ayuntamientos y del deseo de la mayoría de incrementar sus beneficios, los lanzaroteños no olvidan que fue César el que ayudó a transformar la isla pobre, de batatas y jareas secas, en un territorio próspero, y que además cuenta con el título, todavía, de Reserva Mundial de la Biosfera.
A estas alturas de la película, y del desarrollo turístico, Lanzarote logra mantenerse más o menos dentro de una cierta racionalidad. Es verdad que en los últimos años ha contado con el apoyo de gran número de colectivos ciudadanos que no dudaban en salir a la calle a protestar. De ahí surgió Alternativa Ciudadana, que de agrupación ha pasado a convertirse en partido político, y tal vez, con este cambio, ha comenzado a perder sus señas de identidad. No se sabe qué ocurre pero cada vez que se entra en política se produce una contaminación. Lamentablemente para la isla, el tiempo y las disputas internas están amoldando voluntades y apaciguando rebeldías. Un ejemplo: colectivos, agrupaciones y partidos políticos en Lanzarote estaban organizando una manifestación contra las prospecciones petrolíferas, pero como no se ponen de acuerdo ni con el eslogan ni con quién va detrás de la pancarta, no se sabe si se hará.
Y en medio de este remolino de acontecimientos, políticos y sociales, en los que parece que Lanzarote no se mueve, más bien da la impresión que permanece empantanada, la sombra de Dimas Martín recobra nuevos bríos. La gente, cansada de tantos tropiezos y complicaciones, puede que añore el regreso de Dios. Por lo menos, dicen, con Dimas se hacían cosas; o eso les hacía creer a todos, aunque la isla permaneciera en el sitio. En el mismo lugar de siempre. Alguien, alguna vez, dijo que Lanzarote era un laboratorio, en esta tierra siempre se está experimentando. Lo malo, para la Isla, es que como los experimentos no suelen dar buenos resultados, si no que se lo pregunten a Paulino Rivero, la gente se queda con lo que siempre ha tenido. Aunque al resto del mundo le suene a cosa de locos. Aquí, el eterno retorno, el principio siempre fue Dimas.