Cuando al presidente del Cabildo de Tenerife, Ricardo Melchior, tras ganar por mayoría absoluta las elecciones de 2003, se le ocurrió la idea de inventarse una consejería de Relaciones Institucionales para cedérsela al PP -y así conseguir mejor diálogo con el Gobierno de la nación, entonces del PP- nunca pensó que esa idea maquiavélica le iba a salir tan mal
En cualquier referencia -ya sea política, social, económica e incluso personal- al año 2004 es obligado destacar con mayúsculas los acontecimientos que se produjeron entre el 11 y el 14 de marzo y que derivaron en el aterrizaje de Rodríguez Zapatero en la Moncloa. ZP llegó y a CC se le derrumbaron, a la par, casi todos sus cálculos políticos. También a Melchior, por aquel entonces obsesionado con la seguridad, y que había visto en el hasta entonces desconocido Ángel Llanos, el aliado perfecto para negociar con el Estado, a la vez que un inmejorable parapeto a las críticas socialistas.
De la noche a la mañana, sin embargo, en el Cabildo de Tenerife se han dejado de manejar conceptos como inseguridad ciudadana, déficit policial o Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. De hecho, quien más hablaba de ello se ha ido a donde le correspondía, es decir, a asesorar a la Delegación del Gobierno. También, como por arte de magia, los socialistas han dejado de avasallar con sus cifras un día sí y otro también, por más que no recuerde que, a día de hoy, los catálogos de la Policía Nacional y de la Guardia Civil en Tenerife se hayan ni mucho menos completado.
Lo que está claro es que si algo tiene la política, y de esto no se libra ni en el ámbito insular, es su capacidad de teñirse de grises, de no acomplejarse por los errores de cálculo y sacar partido de ellos. Si se trata de buscar aspectos positivos al asunto, se le encuentran. Primero, desde el punto de vista político (y sólo desde el punto de vista político), la seguridad ha dejado de ser un problema para CC; y segundo, con el innecesario pacto ha restado fuerzas a la oposición en la corporación insular que, dicho sea de paso, sigue en su línea, o sea, flojita.
El PP no sólo dejó de ser un buen interlocutor para las negociaciones con el Estado, sino que quedó automáticamente fuera del debate político insular, al verse fidelizado y maniatado a un pacto que lo ha anulado como fuerza opositora, mucho me temo que para el resto de la legislatura. De esta manera, Llanos se ha cansado, durante todo 2004 -y si no me creen, les remito a las hemerotecas- de presentar las bondades de impronunciables proyectos, especialmente sobre Nuevas Tecnologías, dentro del marco de la iniciativa europea Interreg III B, y ha conseguido situar a Tenerife a la cabeza de la Macaronesia en cuanto al liderazgo de este tipo de iniciativas. Eso, y poco más. Probablemente, todo un hito, aunque invito a cualquier hijo de vecino a recordar el nombre y la utilidad de alguno de ellos.
De resto, el diálogo (en ocasiones monólogo) con el PSOE ha sido, siendo optimistas, escaso. Llegándose a poner en riesgo, incluso, el proyecto estrella y probablemente el salvador del Grupo de Gobierno durante el año pasado: el tranvía metropolitano. Los acuerdos sobre la financiación plurianual del proyecto que se habían negociado en su momento con Álvarez Cascos se quedaron en papel mojado cuando a Fomento llegó otro Álvarez, Magdalena. Al final, las obras comenzaron. Pero el Cabildo tuvo que adelantar el dinero que el Estado dedicaría a la primera anualidad.
El papel que Ricardo Melchior iniciaba como senador disparó, quizá en demasía, las expectativas de CC. Sin embargo, los resultados obtenidos hasta el momento -a pesar de que el poder del Senado es, en esta legislatura, mayor que otros años- no han sido los que cabía esperar. Quizá sea el momento de recordar las promesas que otro consejero insular, socialista en este caso, hizo respecto a la Cámara Alta. Después de no cumplir su compromiso electoral de dimitir como consejero si salía elegido senador -a la vez que exigía la dimisión de Melchior por la osadía de presentar su candidatura siendo presidente- reiteró, al igual que todo su partido, la urgente necesidad de reforma del Senado para convertirla en una verdadera Cámara de representación territorial. Hasta ahora, y parafraseando la canción: parole, parole, parole.
En resumen, 2004 ha sido un año clave políticamente hablando, al que habrá de referirse siempre que se quiera analizar mínimamente la vida política dentro de las instituciones canarias, incluido el Cabildo de Tenerife. A nadie se le escapan las espesas relaciones que existen entre nacionalistas y socialistas. Sin embargo, CC juega como casi siempre con ventaja, al imponer su dominio en prácticamente todas las instituciones canarias y, la ventaja mayor, no contar en la mayoría de ellas con una oposición mínimamente sólida.