El 2004 fue un año apasionante para el deporte por muchos motivos, entre los que destacan la celebración de los XXV Juegos Olímpicos y los XII Juegos Paralímpicos realizados en Atenas, las dos reuniones deportivas más amplias del mundo en las que Canarias estuvo dignísimamente representada en varias disciplinas por un elenco de espléndidos deportistas que nos brindaron tres medallas y un número importante de diplomas. El pasado año fue también especial por la declaración efectuada por la UE de 2004 como Año de la Educación a través del Deporte, contexto en el que esta Dirección General afrontó con notable acierto la organización del Campeonato de Europa Cadete Insular-VIII Juegos de las Islas, una de las reuniones más relevantes del deporte base internacional, donde participaron cerca de 1.500 jóvenes provenientes de catorce regiones insulares.
No obstante, lo que sin duda convierte a 2004 en un año pletórico en materia deportiva para las Islas son los numerosos e importantes éxitos obtenidos en una amplísima gama de modalidades y categorías, confirmando y ensanchando el progreso alcanzado por Canarias en el deporte. Este positivo balance de resultados reslata la espléndida calidad que atesoran los deportistas y clubes canarios, característica que afortunadamente se ha convertido en una seña de identidad de nuestros representantes, que cada año se codean sin complejos con lo mejor de la élite del deporte internacional y español en un número cada vez mayor de disciplinas. Por otra parte, como ya viene siendo habitual, nuestro Archipiélago sobresalió en el pasado año por su capacidad para realizar un elevado número de eventos deportivos de altísimo nivel, alrededor de dos centenares, con unas repercusiones extraordinariamente positivas para nuestra Comunidad, tanto desde el punto de vista de su interés deportivo como por lo que representa para su industria turística la consolidación de las Islas como referente internacional de primer orden en la organización de grandes espectáculos del deporte.
Al margen de los factores anteriormente citados debemos recordar que, paralelamente a la labor que desarrollaron los miles de deportistas y clubes que trabajan en nuestras Islas, se encuentra el importante trabajo que realizan las instituciones públicas en diversos ámbitos. En este sentido, para la Dirección General de Deportes del Gobierno de Canarias tuvo especial relevancia la actividad de varios de sus programas: el Programa de Deportes Autóctonos Canarios, con una labor fundamental en el campo de los juegos y deportes tradicionales, que cumplió diez años de existencia en 2004; el Programa de Tecnificación Deportiva de Canarias dirigido a potenciación técnico-deportiva de las jóvenes promesas del deporte de las Islas y la selecciones canarias de base, que también celebra en 2005 su décimo aniversario, se encamina a ver plasmada en la realidad la ansiada creación de dos grandes Centros de Tecnificación en el Archipiélago; o la Escuela Canaria del Deporte, que ocupó gran parte de su tiempo preparando la realización del II Congreso Internacional Canarias 2005 Deporte y Ciencia: la búsqueda de rendimiento, realizado el pasado mes de marzo en Santa Cruz de Tenerife.
A todas luces el deporte canario vive un momento de bonanza, ya que nunca como ahora había experimentado un avance tan extraordinario, ni en términos relativos ni en números absolutos. Tampoco nunca antes la administración pública canaria (ayuntamientos, cabildos y Gobierno) había apostado de manera tan decidida por potenciar la práctica deportiva entre la población, la creación de infraestructuras, la ayuda al deporte de competición y la realización de grandes eventos. Sin embargo, eso no quiere decir que el deporte canario carezca de problemas. Entre éstos quizás los más preocupantes en la actualidad sean la escasa solvencia económica con la que afrontan su existencia muchos clubes y la reducida masa social con la que cuenta la mayor parte de las asociaciones deportivas de las Islas.
Efectivamente, a diferencia de otras comunidades autónomas, como por ejemplo Cataluña o el País Vasco, y si exceptuamos a lo sumo una o dos disciplinas, como el fútbol, los clubes deportivos canarios suelen tener muy pocos socios sobre los que sustentar su propio funcionamiento. Por eso, desgraciadamente, la proliferación de modalidades deportivas y la irrupción de muchos clubes en el terreno de la alta competición pueden hacer que paradójicamente, el deporte muera de éxito, porque hacer deporte de este nivel en y desde Canarias es extraordinariamente costoso. Por eso, desde mi modesto punto de vista debemos ser conscientes que frente a esta realidad no caben fórmulas mágicas ni esperar que las instituciones públicas solucionen por si solas estos problemas.
Creo que ya va siendo hora de que en Canarias pongamos mano a la obra para corregir o al menos amortiguar en lo posible esta situación. En primer lugar, debemos considerar especialmente la necesidad de potenciar la práctica asociacionista de los simpatizantes del deporte, buscando en todo momento garantizar la máxima autonomía y autosuficiencia en el funcionamiento de los clubes. Es necesario que fomentemos la existencia de clubes capaces de atraer a muchos seguidores dispuestos a apoyarlos económica y humanamente en su trabajo, identificándose con sus aspiraciones sociodeportivas. Las subvenciones públicas son imprescindibles en Canarias, pero debemos combatir la mentalidad victimista y contraproducente de acostumbrarnos a una dependencia excesiva de las ayudas institucionales para garantizar el devenir de nuestros clubes.
Por otra parte, la empresa privada en el Archipiélago esta llamada a equiparse a las de otras latitudes e invertir en el deporte de las Islas con más decisión. Yo diría que casi tiene la obligación moral de hacerlo como forma de revertir en la sociedad al menos una mínima parte de la plusvalía que extrae de ella. Además, los clubes están obligados a dar un salto cualitativo en su propia gestión haciéndola mucho más eficaz, realista y austera. Debemos avanzar en la línea de profesionalizar la dedicación de los directivos y gestores sin renunciar a que la vocación altruista y de amor al deporte siempre prevalezca en el gobierno de cualquier asociación deportiva. No es aconsejable dejarnos llevar por un afán de crecimiento desmedido, descuidando la cantera, dilapidando recursos propios y ajenos con la mera idea de convertir nuestros clubes en competitivos a corto plazo, porque eso es pan para hoy y hambre para mañana.
Sólo el trabajo riguroso y con visión de futuro es garantía de éxito en el deporte y en cualquier otra actividad de la vida.