Unos remos no son nada sin nadie que alimente sus rumbos

Con metafísicas idealistas o sin ellas, el insular siempre se ha visto condenado a disputarle la existencia, palmo a palmo, a ese particular paisaje que lo circunda, unas veces agresivo y, otras, complaciente. Esta geografía ya condiciona su realidad primera, la de la subsistencia, pero también su economía, su vida social y hasta sus perentorias exigencias.

A los tinerfeños se nos ha reconocido siempre como un pueblo poseído por el aislamiento, sin duda una de nuestras caracterizaciones más originales y uno de los argumentos que, no en vano, se utilizan muy a menudo como elemento de ese ideario que vertebra la médula del discurso diferenciador. Y quizá sea el hecho de tropezar constantemente con la geografía, o la repetición contumaz del gesto, otro de los factores que ha ido creando en el insular ese grado de determinismo que se torna o bien suave complacencia, como parte de un delirio narcisista, o bien ariscada presión, por la clausura que siempre nos ha impuesto el mar. Acaso también ha estado presente ese sentimiento de querer prolongar el tiempo detenido, una circunstancia que ha provocado múltiples inercias y constantes movimientos de vaivén, con zarandeos que nos inclinan pendularmente desde el estancamiento hasta el sosiego, y vuelta a empezar.

En realidad, la condición insular siempre ha estado más o menos en entredicho, pero esta vez ha sido la propia historia la que ha querido andar al ritmo de su particular prisa. Por eso, alongándose al horizonte de este último decenio, la sociedad isleña ha venido trazando atajos de manera esporádica y tirando de unos rumbos improvisados, en la búsqueda apresurada de la tan anhelada y mítica Arcadia donde siempre dijeron habitó la esencia del verdadero avance social y económico. Tal vez ya algunos habían comenzado a reconocer, aunque lo pronunciaran con el susurro de la boca pequeña, que a la vuelta de esa esquina que se anuncia para los albores del año 2007, las Islas dejarán de ser a los ojos de Europa aquel Archipiélago donde es posible contemplar un jardín del que cuelgan manzanas de oro.

Desde entonces, el camino hacia la ensoñada evolución ha estado marcado por continuos paréntesis y borrones y, con el permiso de Pierre Vilar, siempre condicionado por el sempiterno debate que gira y gira alrededor de la inevitable dualidad: crecimiento y desarrollo, desarrollismo o conservacionismo. Y esa pugna ha ido señalando sus particulares itinerarios -todavía inacabados-, tiñendo el calendario con episodios de saltos histéricos y trompicones; despreocupaciones y olvidos; obsesiones y recelos… jalonados todos ellos por el denominador común de la fractura que comenzaba a alinear, de una manera además casi irreconciliable, a la sociedad isleña. De un lado, el grupo de los reivindicadores, postulando el inicio de las grandes infraestructuras y enarbolando la bandera de las urgentes necesidades so pena de colapsos irreversibles. Del otro, los adalides del ecologismo, defensores de un territorio maltratado y detentadores de unas voces que han ido tomando a préstamo, en las calles, como fundamento desde el cual esgrimen y legitiman el rechazo innegociable de un sentimiento popular opuesto a la realización de las grandes obras.

Proyectos paralizados

¿Inmovilismo frente a progreso? En buena medida, la explosión demográfica y las consecuencias del crecimiento exponencial que ha experimentado la población canaria ya habían empezado a alimentar los argumentos de ciertos miedos antiguos -los fantasmas de la superpoblación y la limitación a la residencia- y en su imparable colonización, también amenazaban con desmontar aquellas verdades incuestionables que los planificadores habían escrito con unas letras mayúsculas que insistían proyectar hacia un futuro que, a cada renglón, manifestaba una desnudez cambiante e incierta. En definitiva, se tambaleaban los cimientos de aquel modelo emergente que prometía la instauración de una nueva sociedad del bienestar y que, sin embargo, ya dejaba asomar en los faldas de su propia periferia una profunda incapacidad para absorber el ritmo de esa creciente demanda social que reclamaba, a voz en grito, más dotaciones sanitarias, mejores equipamientos educativos, la multiplicación de posibilidades viarias, la ejecución de soluciones energéticas…

Mientras tanto, los proyectos de esas llamadas infraestructuras básicas y prioritarias, el conjunto de aquellos elementos y servicios que conceptualmente se consideran las herramientas imprescindibles para la creación y funcionamiento de una organización cualquiera, para la articulación armónica y sostenible de una comunidad (el tendido de alta tensión hacia el sur, el cierre del anillo insular de carreteras, la construcción de un puerto industrial de Granadilla o la ampliación de las instalaciones de Santa Cruz, una segunda pista además de la nueva terminal del aeropuerto Reina Sofía, etc.), han ido pasando de mano en mano mendigando la limosna de la financiación desde éste hacia aquél ministerio; o bien han permanecido apilados entre el desdén y el temor huidizo en las gavetas de tal o cual consejería del Gobierno de Canarias, o acaso arrinconados, sin estar siquiera acompañados por fecha de caducidad alguna, en el despacho de una dirección general cualquiera.

Parafraseando los versos del ilustre poeta gomero Pedro García Cabrera se podría terminar recitando aquello de que “digamos que unos remos no son nada sin nadie que alimente sus rumbos”.

El ‘rey’ de internet

Un rápido paseo por el Google, el buscador más usado en internet, permite determinar cuál es la infraestructura más importante, o al menos la de mayor repercusión, en la isla de Tenerife. Así, mientras hay 478 referencias a “torres de alta tensión de Vilaflor” y 904 a “tendido eléctrico del sur de Tenerife”, aparecen nada menos que 132.000 alusiones a “Puerto de Granadilla”, con multitud de foros para expresarse a favor o en contra de esa obra. Las referencias a “tranvía de Tenerife” son sólo 757 y en esos números se mueven “anillo insular de Tenerife” (1.090 presencias) y “segunda pista del aeropuerto Reina Sofía” (883 referencias).

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