Año 1948. Un doctor en Ciencias Políticas, Mohamed Taher Pacha, por entonces vicepresidente del Comité Olímpico Internacional, nacido en Egipto y primo del rey Faruk, gestó un encuentro de los países de la cuenca mediterránea para fomentar la hermandad, aliviar las tensiones políticas y, en consecuencia, cimentar la paz. La idea tomó forma en los Juegos Olímpicos de Londres (1948) y se ejecutó en 1951. Fue el comienzo de los Juegos Mediterráneos.
Los Juegos del Mediterráneo nacieron sin ningún afán de desleal competencia con los Juegos Olímpicos, adoptaron su fórmula y se disputan cada cuatro años. Alejandría (Egipto) albergó su primera edición. Y la segunda se celebró en Barcelona. Almería organizó la decimoquinta, es decir, medio siglo después los Juegos regresaron a España. El 10 de julio de 1990 -ya han pasado más de 15 años- el Ayuntamiento de Almería apostó por lo que en el verano de 2005 fue una realidad. 21 países de la ribera del Mare Nostrum acudieron a la cita española. Almería, seis subsedes y dos subsedes culturales albergaron esta interesante reunión deportiva. Casi 4.000 participantes de los que 448 fueron de nuestro país. Competimos en 24 disciplinas. Hubo 8.000 voluntarios, mil oficiales y casi idéntica cantidad de periodistas. 200.000 espectadores. Italia, Francia y España, por este orden, desempeñaron, una vez más, el papel de grandes potencias. Y surgió una noble iniciativa: esta edición también contabilizó el resultado de varias competiciones paralímpicas. En el futuro, los discapacitados quieren que se les equipare con las citas convencionales.
Almería recibió un millón y medio de euros de los fondos europeos por la organización de este magno acontecimiento. La UE aprobó en el Parlamento Europeo esta cantidad, ya que entendió que los Juegos son de gran interés para los estados miembros, dado su factor integrador. Valga como dato que participaron 13 países europeos, 5 norteafricanos y 3 asiáticos. De este modo se fomenta la cooperación entre los países ribereños. Por ello el emblema son tres aros que simbolizan a los tres continentes unidos por esta competición: Asia, África y Europa. La parte inferior de los aros aparece ondulada, como emergiendo de las aguas del Mar Mediterráneo, en una bandera de color azul marino y con los aros blancos. El COJMA (Comité Organizador de los Juegos Mediterráneos de Almería) cerró el balance económico con 175.000 euros de superávit, pese a que los gastos superaron los cincuenta millones de euros. Además, la repercusión mediática del evento fue extraordinaria.
Almería. Este maravilloso punto de Andalucía es tierra de cine. Un plató natural que nació en 1961 con una película del oeste, Tierra Brutal. Plató de producciones bélicas, pero también bíblicas y de aventuras. El Imperio del Sol o Indiana Jones también llegaron hasta allí con permiso de El bueno, el feo y el malo, y, por citar algo más reciente y de cine español, Ochocientas balas, de Alex de la Iglesia. Todo tiene acomodo en los parajes almerienses. Y allí buscó y consiguió el éxito la representación canaria. En algunos casos se cumplió la lógica, como la medalla de oro de Mario Pestano, el discóbolo tinerfeño que se fue a los 63,96 metros en su mejor lanzamiento. La diferencia con el segundo (el esloveno Igor Primc) fue de más de cuatro metros y medio. Era un indiscutible estímulo para afrontar poco después los Mundiales de Helsinki.
El orgullo femenino brotó en varios frentes. En kárate y en la figura de Gloria Casanova, que subió en dos ocasiones al segundo cajón del podio. Fue plata en -65 kilos y en Open. Idéntico metal obtuvieron Minerva Montero en lucha libre y José Navarro en halterofilia (dos tiempos, -85 kilos). Y ese metal también se lo llevó, por ejemplo, Raúl Aro en voley playa. El bronce, para completar nuestro particular podio individual, lo lograron, en tiro, y en la modalidad de foso olímpico, Vanesa León y Lorenzo Santana Ramírez; y José Juan Padilla Cabrera, en los pesos mosca (51kilos) de boxeo. Mientras, en deportes de equipo ayudamos con Marta Mangué en el oro del balonmano femenino, mientras Semidán Déniz se alzó con la plata en voleibol. Roberto Guerra, Rubén Quintana, Elena Álamo y Eva Montesdeoca contribuyeron al bronce de baloncesto en masculinos y en féminas. Todos ellos recibieron su medalla y la entrega, a modo de simpático obsequio, de un Indalete, la mascota de los Juegos.
Tampoco olvidamos que algo nos toca en la plata de María Vasco en los 20 kilómetros marcha, pues preparó en Tenerife estos juegos junto a Basilio Labrador y Teresa Linares. En definitiva, Canarias tuvo su responsabilidad en la mejor participación española en la historia, saldada con 45 oros, 59 platas y 48 bronces. Un total de 152 medallas que nos llevaron a la tercera plaza del medallero tras Italia y Francia, que llegaron a las 153. Lejos quedó el cuarto clasificado, Turquía, con sólo 73. Así, se superó el objetivo inicial de mejorar las 110 preseas de Atenas 1991. Y lo que es mejor: Almería 2005 fue un escaparate soberbio para la promoción de Madrid 2012, aunque luego no se consiguió el resultado deseado. Más de veinte integrantes del Comité Olímpico Internacional siguieron, in situ, los Juegos. Luego se desplazaron a Singapur. Allí, el 6 de julio de 2005, 72 horas después de la conclusión de los Juegos de Almería, emitieron su voto para la elección de la sede olímpica de 2012. El triunfo fue, como es de sobra conocido, para la candidatura de Londres.
Para el que suscribe, Almería fue una experiencia enriquecedora. El trato con el deportista fue cercano, familiar y cariñoso. Las medidas de seguridad fueron rigurosas, pero lo suficientemente flexibles para desempeñar con comodidad el trabajo profesional que me encomendaron a nivel estatal en Radio Nacional de España. Los ciudadanos y las autoridades de Almería nos dispensaron un trato ejemplar. Eso sí, los Juegos del Mediterráneo -ya lo había comprobado en Francia 1993- nada tienen que ver con unos Juegos Olímpicos. Tras haber formado parte del operativo de transmisiones internacionales de RNE en Barcelona 92, Atlanta 96, Sydney 00 y Atenas 04, creo tener argumentos de sobra para decir que estos juegos son algo así como una competición universitaria de alto nivel. Sin embargo, también comparto la idea de que es un magnífico escaparate y un campo de pruebas para los más jóvenes. Adquieren experiencia, liberan tensiones y se adaptan a la enorme responsabilidad que siempre envuelve una cita internacional. No
creo que se altere la idea, la filosofía de estos juegos en su próxima escala, en Pescara 2009.