CC prescinde del PP y de los ‘perturbadores’ y mira a 2007

A lo largo de su historia, las fuerzas políticas que integran Coalición Canaria han vivido periodos cruciales en los que se ha producido una inflexión en su línea de actuación exterior o en su formación interna. Y en este caso, el bienio 2005-2006 en Coalición Canaria resulta especialmente trascendente.

En el pasado año 2005, los nacionalistas pasaron no por una, sino por tres de esas etapas decisivas, que se pueden calificar de fundamentales para esta formación, que, de una manera u otra, ocupa responsabilidades de gobierno en el Archipiélago y en las corporaciones insulares y locales, con el apoyo de una parte destacada del electorado canario. Uno de esos momentos importantes del año 2005 fue la crisis que terminó con la salida de Coalición Canaria de quien había sido presidente del Gobierno autonómico, Román Rodríguez, y del sector que le era afín, especialmente en la Isla de Gran Canaria. Fue un proceso traumático, de extensa duración, en el que los enfrentamientos internos se dilucidaban públicamente en los medios de comunicación, con la consiguiente extensión de una crisis que se retroalimentaba en las acciones y reacciones de uno y otro lado.

De alguna manera, este conflicto, después de la salida del grupo disidente, generó una vocación de buscar estabilidad, convocando un congreso que lejos de agudizar los enfrentamientos, como sería de esperar en unas circunstancias que venían complejas, dio paso a un proceso de unidad -que es la segunda etapa trascendente- en el que las diferentes agrupaciones renunciaron a gran parte de su personalidad para constituir una fuerza política unitaria, que si bien continuaba basándose en gran parte en el territorio de la Isla, se proyectaba hacia una idea regional, rescatando de alguna manera el modelo inicial de las AIC, las Agrupaciones Independientes de Canarias, que fueron el germen de esta opción política nacionalista.

La tercera etapa trascendente del 2005 se generó a través del Gobierno autonómico, por la ruptura de los pactos que se mantenían con el Partido Popular y la consiguiente salida del Ejecutivo de los consejeros y otros cargos del PP, y, a continuación, los acuerdos con el Partido Socialista Obrero Español. Fue la consecuencia, de alguna manera esperada, de la pérdida de las elecciones nacionales por parte de los conservadores y la formación de un Gobierno socialista en Madrid. En Canarias, el PP no supo o no quiso adaptarse a las nuevas circunstancias y, en cierta manera, buscó convertir la política de gobierno de Canarias en un instrumento de ataque al gobierno nacional del PSOE, una estrategia en desacuerdo con los nacionalistas, que llevó finalmente a la ruptura.

En el 2006, la política de Coalición Canaria está en gran parte marcada por las consecuencias y la evolución de estos acontecimientos anteriores. Este es un año pre-electoral y, por tanto, los dirigentes nacionalistas han de buscar un remedio para el problema de su escasa implantación en el electorado de Gran Canaria y las campañas de otras fuerzas de aquella Isla para situarlos como un partido esencialmente tinerfeño, a la búsqueda de un rédito del pleito insular. Una de sus consecuencias es la necesidad de elegir un candidato presidencial idóneo, que bien puede ser el actual titular, Adán Martín, pero que se enfrenta a la gran dificultad de que en Gran Canaria se oponen a un nuevo presidente de Tenerife. Pero tampoco los grancanarios tienen un nombre de peso que proponer, ante lo cual, si Adán Martín decide no continuar, crece en importancia la siempre presente posibilidad de un tercero, que podría ser el palmero Antonio Castro.

Los retos para 2007

A favor de Coalición Canaria en las elecciones de 2007 juega el que la salida de los que calificaban como “perturbadores” y su consolidación como oferta electoral unida le va a permitir dedicarse a las elecciones de una manera intensa, si la designación de candidato presidencial no termina en una nueva pugna traumática. Como Gobierno y grupo parlamentario, los nacionalistas tienen además ante sí un reto notable: sacar adelante un nuevo Estatuto de Autonomía que sea algo más que un maquillaje de descentralización, como propone el PP y en menor medida el PSOE. Debe responder a una nueva situación de Administración autonómica en todo el Estado que viene condicionada por la aprobación del Estatut de Catalunya, con unas competencias a las que en gran parte han de aspirar en el Archipiélago, con el añadido de las propias de nuestras singularidades, como, por ejemplo, la delimitación de las aguas atlánticas y las competencias sobre las mismas.

La gestión del Ejecutivo canario se verá marcada fuertemente por el incremento presupuestario de las partidas destinadas a Sanidad y Servicios Sociales, que padecen de un desequilibrio en los fondos procedentes del Estado y que se han visto afectadas por el aumento de población por la llegada de inmigración, lo que ha dejado desfasadas todas las previsiones. Un incremento de habitantes -se calculaba como máximo 20.000 más por año y está siendo de 50.000- cuya demanda de control sin duda también estará en las acciones e iniciativas parlamentarias de los nacionalistas. Eso sí, para valorar los resultados de Coalición Canaria a lo largo de este año 2006 tendrá una influencia destacada la forma en que se desarrolle la continuidad de los actuales acuerdos de gobernabilidad con el PSOE. Si estos se rompen o crecen en conflictividad -y no olvidemos que en 2007 todos serán adversarios electorales- los últimos meses del gobierno serán muy difíciles, sin descartar posibles nuevas crisis. Sólo la buena marcha de los pactos CC-PSOE en Madrid puede actuar como contrapeso para evitar o disminuir la gravedad de las disidencias en las Islas.

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