Hoy en día, el deporte se asienta en la sociedad como vía escapatoria de las numerosas circunstancias que la cotidianeidad nos presenta en un mundo cada vez más estresante. En Canarias vivimos dos millones de habitantes y quiero agarrarme a este dato para empezar a plantear, en parte, la salud del deporte en nuestras islas. Y no desde el aspecto resultadista, que también podría ser, sino desde la perspectiva del crecimiento que las distintas disciplinas deportivas han tenido, tienen y -vistos los antecedentes- seguirán teniendo en esta tierra.
En esta temporada 05-06, y tal vez por cumplir con aquella manida máxima de la excepción que confirma la regla, el fútbol canario no está representado con ningún equipo en la elite. En una disciplina donde se llegó a tener a los dos equipos históricamente mas importantes (CD Tenerife y UD Las Palmas) en Primera División, y en la que, por pura estadística, más gente se congrega por expectación, aceptación popular y práctica, tenemos que conformarnos con pertenecer al grupo de regiones españolas (Asturias, Castilla-La Mancha, Castilla-León, Extremadura, Murcia, La Rioja) que, a día de hoy, no cuentan con ningún equipo en una de las mejores ligas del mundo. La balanza en este apartado no nos favorece en absoluto, por lo menos en el capítulo colectivo. En el individual es un orgullo comprobar como, poco a poco, los futbolistas de esta tierra vuelven a prodigarse en el ámbito estatal, siguiendo la sombra de los legendarios jugadores canarios que acuñaron un estereotipo de futbolista de gran clase, técnica y finura, siempre reconocido y valorado en la Península.
No sucede igual con otras actividades deportivas en las que se podría decir que cuentan hasta con superávit de representantes. Un ejemplo es el voleibol. Los datos son contundentes: Canarias es la región española con más equipos en las Superligas Masculina y Femenina (máxima categoría de la competición), por encima de otras comunidades con más sustento económico y poblacional. En el apartado masculino hay tres equipos (Arona-Playa de Las Américas, Jusan Canarias y Siete Islas Compaktuna) que aspiran año tras año a meterse en los play-off por el título y rememorar éxitos del pasado. En el apartado femenino, el número de integrantes canarios se incrementa hasta cuatro equipos (Spar Tenerife Marichal, Hotel Cantur, Alvemaca Aguere y Ciudad de Las Palmas) de un total de 14. Y los dos primeros nos han acostumbrado, o mal acostumbrado, a vivir cada año apasionantes finales de Liga, Copa y Supercopa.
Realidad deportiva…y económica
El voleibol presenta una realidad asombrosa, pero sería injusto no resaltar a los equipos de máxima categoría que con tanta dignidad representan los colores de estas islas en modalidades como tenis, frontenis, waterpolo, hockey en línea, hockey patines, hockey hierba, fútbol-sala, balonmano, baloncesto, atletismo… o incluso béisbol, con dos escuadras que tienen en sus vitrinas títulos continentales. Se podría decir, por tanto, que el deporte canario goza de buena salud a nivel de resultados (aunque todo es susceptible de mejora, como la propia vida) siempre y cuando no olvidemos dónde estamos, cuántos somos, qué tenemos y hasta dónde podemos llegar. Otra cosa sería analizar la situación económica que atraviesan muchos de nuestros equipos y deportistas. Y no dejo de tener presente nuestra realidad isleña, tanto por la lejanía geográfica como por la situación económica, con una cesta de la compra por las nubes y unos sueldos que no se corresponden al nivel de otras regiones. Vamos, que no es difícil adivinar por qué en Canarias las familias no ahorran.
Estas son algunas de las circunstancias que hacen brotar un sinfín de preguntas en busca de respuestas: ¿Cómo siendo los que somos mantenemos a tantos equipos y deportistas en la élite de cualquier disciplina deportiva?, ¿cómo comienza el enamoramiento y se mantiene, en muchos casos, un largo matrimonio entre los directivos y sus clubes?, ¿qué le lleva a estas personas a anteponer su salud, sus familias y sus patrimonios por una entidad?… Y sin ánimo de molestar, también pregunto ¿por qué aquí no se entiende la tan manida sentencia que la unión hace la fuerza?, ¿por qué nos ramificamos en vez de unificamos?, ¿por qué competimos con nosotros mismos?, ¿se benefician realmente los deportistas canarios de la cantidad de equipos que tenemos o ni siquiera son tomados en cuenta a la hora de formar un equipo? No quisiera pecar de vanidad, pero tengo la sensación que en nuestra despensa hay poco pan para tanta gente.
Por ello me pregunto si ¿no seria más fácil, y hasta más ventajoso para el deporte, tener menos comensales para repartir los escasos manjares de los que disponemos? ¿No se nutrirían con mejor calidad y cantidad las arcas de nuestros clubes? Algunos entendidos en la materia han defendido la tesis que lo mejor seria mantener un único equipo en la élite por provincia y por actividad deportiva. Esta es una teoría que, bien entendida, acabaría con más de un problema. No es restar por el simple hecho de acabar con lo ya generado, es sumar para mantener, afianzar y ganar, aunque pueda parecer lo contrario. Seria multiplicar en el futuro, aunque no se vea en el presente. Una teoría que para muchos es sólo una utopía. Y no juzgo a los que así piensan. Como tampoco lo hago con los que están convencidos que por estos lares hay quienes prefieren dividir para vencer aunque realmente ni siquiera se den cuenta de que están perdiendo más que ganando. En definitiva, ¿existe una solución?
Cuanto daría por encontrar a aquellas hadas que aparecían en los tiernos cuentos que nos recitaban nuestros abuelos cuando nos llevaban a la cama y que nos hicieron creer que la vida real siempre sería color de rosa. Me gustaría volver a ser niña. Sí, una niña del siglo XXI para invocar al mago más famoso de este tiempo y pedirle a Harry Potter una fórmula que nos arregle el presente y el futuro. Si esto no fuera posible, por lo menos que nos haga una pócima mágica que nos haga saber escoger de lo que tenemos, lo mejor. Que nos inculque a ser tan competitivos como nuestros patrimonios nos permitan, sin la necesidad de hipotecarnos por encima de nuestras posibilidades reales. Que nos enseñe a gastar en función de lo que podamos y no de lo que nos gustaría tener. Que busque una fusión que engendre un buen equipo competitivo para hoy y para mañana; y una base armada, estructurada y extremadamente cuidada que sirva de nutriente para el futuro, donde pasemos de importar a exportar y de endeudarno a sanearnos.
Según mi DNI no tengo derecho a pedirte nada, pero te recuerdo que en el fondo de mi corazón aún albergo la ingenuidad de aquella niña que sigue creyendo en lo mágico. Por eso, querido Harry, convierte la utopía en realidad. Porque sólo así alcanzaremos la meta deseada.