Congresos, pérdidas de confianza y estatutos

Coalición Canaria quiere un Estatuto de máximos, no un texto de trámite que vuelva a provocar arrepentimientos derivados de lo que podía haber sido y no fue. Canarias es distinta y merece un trato diferente.

Hacer un barrido de lo acontecido en los doce meses que cincelaron 2005 no deja de ser un ejercicio de síntesis y de cierto atrevimiento. También es probable que lo que uno estime como relevante a otro le provoque abulia. Asumo ese riesgo. Soy el presidente de Coalición Canaria y por ello tengo la obligación de enfatizar cuestiones que atañen a la vida de mi partido, como es la celebración de un congreso nacional, sin desdeñar aquellos acontecimientos de la esfera política que han condicionado el paisaje político en la segunda mitad del pasado año, y sin olvidar que la reforma de nuestro Estatuto de Autonomía, que todavía hoy copa paginas de periódicos e invade tramos audiovisuales, se cimentó en 2004, ha tenido 2005 como campo de ensayos y pretende culminarse, si se dan las condiciones, en el presente año. Todos, hechos de gran calado, aunque tengo la certeza de que lo que realmente importa a los ciudadanos es que se solventen los problemas cotidianos. Yo, como otros muchos políticos, intento ayudar a que se corrijan las dificultades, pero permítanme que me centre en los tres temas insinuados, porque, aunque a simple vista no lo parezca, de la evolución de los mismos depende la solución de la mayoría de las cuestiones que nos preocupan.

Bajo el lema Más Canarias, que servía para englobar el espíritu de esta cita crucial del moderno nacionalismo canario, se celebró los días 28 y 29 de mayo el III Congreso de Coalición Canaria. Este tercer gran encuentro de los nacionalistas canarios era continuación del I Congreso (Santa Cruz de Tenerife, 23 de enero de 1999) y del II Congreso (Las Palmas de Gran Canaria, 8 y 9 de junio de 2002). El lema Más Canarias entroncaba con la idea de plasmar, a través de una revisión del modelo de partido y de una hoja de ruta ideológica, estratégica y de acción, lo que los nacionalistas canarios queremos que sea la Canarias del siglo XXI: un Archipiélago unido, moderno, con mayor capacidad de autogobierno, con la mente puesta en los jóvenes y fiel a las señas de identidad de lo que ha venido a llamarse canariedad. Fui reelegido presidente de Coalición Canaria, cargo que asumo desde hace siete años con orgullo, dedicación y entusiasmo. La Ejecutiva que encabezo esta compuesta por hombres y mujeres que entienden Canarias de una manera distinta, aunque las demás lo son igualmente respetables; un Archipiélago que se construye de abajo a arriba, que asume sin quebrantos su pertenencia a un Estado, pero que exige a ese Estado que mire hacia las Islas con otros ojos. Así entendemos Canarias los nacionalistas y así, a través de las distintas ponencias aprobadas en nuestro tercer cónclave, queremos que sea.

Antes del verano se desató lo que bien podríamos llamar una crisis de gobierno. El presidente del Gobierno de Canarias decidía prescindir de su socio, el Partido Popular, y encarar el resto de la legislatura con el apoyo tácito del PSOE. Esta decisión, no por difícil, dejaba de ser necesaria. El desarrollo y progreso de Canarias depende, en gran medida, de las relaciones que mantenga el Gobierno de Canarias con el Ejecutivo central. En aquel momento, el Gobierno de Canarias se sustentaba en un pacto, CC-PP, que en términos absolutos había sido bueno para el Archipiélago, tanto en lo que se llevaba de legislatura, como en mandatos anteriores. Sin embargo, desde que se celebraron las elecciones del 14-M, el PP ha optado por echarse al monte y generar una confrontación abierta con el PSOE que, en aquel momento, dificultaba las relaciones entre ambos Ejecutivos. La crispación por la crispación no es saludable ni para las relaciones entre las fuerzas políticas ni para el devenir de Canarias. El insularismo recalcitrante del que han echado mano los presuntamente zaheridos no es la mejor receta para hacer que esta tierra progrese. Ya se han levantado voces en el seno del PP que ponen en tela de juicio actitudes despóticas por parte de quienes se aferran a una verdad en la que sólo ellos creen.

El Gobierno socialista surgido de las elecciones del 14 de marzo de 2004 dijo asumir la reforma de los estatutos de autonomía de aquellas comunidades que así lo deseasen. Ya en su discurso de investidura, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero se mostró dispuesto a abordar dichas reformas, siempre que se hiciesen “con respeto a la Constitución” y “desde el diálogo con todas las fuerzas políticas”. Incluso, el presidente del Gobierno llegó a decir que “del café para todos, el PSOE sólo mantiene la bebida: desde ahora, cada uno se servirá su café al gusto, pero dentro de la misma taza”. Un buen comienzo, siempre y cuando, y ya remitiéndonos al caso canario, no nos obliguen a mantener el café en un termo hasta que esta bebida estimulante sea del gusto de aquí y de allá.

Coalición Canaria quiere un Estatuto de máximos, no un texto de trámite que vuelva a provocar arrepentimientos derivados de lo que podía haber sido y no fue. No queremos que nos marquen el paso; no deseamos ser un paréntesis entre un estatuto a la medida de las dos grandes fuerzas estatales (el valenciano) y un texto acomodado a coyunturas políticas (el catalán). Canarias es distinta y merece un trato diferente. Una reforma estatutaria no es el capricho de políticos ociosos; es el vehículo más valioso para lograr encauzar nuestros anhelos de presente y futuro. Queremos el mejor Estatuto, sin tibiezas, sin medias tintas, sin excusas cambiantes y sin que se utilice la reforma electoral, por la que también apostamos los nacionalistas canarios, como freno de nada. Estamos dispuestos a eliminar barreras; estamos dispuestos a hablar. Pero reclamamos coherencia. Si en la Comunidad Valenciana acuerdan tramitar la reforma de su sistema electoral al margen del Estatuto, ¿por qué ese empecinamiento de las delegaciones canarias de las dos fuerzas estatalistas por incluir esa reforma en el cuerpo estatuario? El carro no puede ir delante de los bueyes.

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