Los catalanes, en estos tiempos que corren tan observados con lupa, siempre han presumido de tener un equipo, el FC Barcelona, considerado como “algo más que un club”. Pero lo que nunca podrán afirmar los habitantes de esa comunidad que propicia que algunos se aferren, sable en mano, al articulo 8 de la Constitución, ni tampoco los inquilinos de las restantes autonomías llamadas históricas, es la de poseer un club totalmente diferente al del resto de los que componen el fútbol patrio: el CD Tenerife.
El CD Tenerife podrá ser mejor o peor, primero o último en la tabla clasificatoria, pero díganme ustedes dónde podrían encontrar un club como el Tenerife, que requiera un anuario de 13 meses para hacer posible el encargo de resumir su trayectoria económica y social correspondiente a 2005. Está claro: el Tenerife es diferente. Y la institución nos recuerda aquellas películas de cine, previas al destape, en las que los José Luis López Vázquez, Alfredo Landa y compañía nos arrancaban unas sonrisas que al tiempo de divertirnos nos mostraban el profundo patetismo de los tiempos que marcaba un reloj que se nos antojaba lento como los de arena. Y es que, desde la perspectiva económica y social, el Tenerife 2005 fue una tragicomedia en toda regla. El almanaque blanquiazul nos obsequió capítulos tan penosos como impropios de una sociedad que no hace muchos años nos hizo sumamente felices. La ausencia de dinero no puede justificar un rosario de errores tan variopintos como los protagonizados por una entidad que, en justicia, conquistó la denominación de Club de la Comedia.
Para muestra, un botón. Porque si no, ¿cómo se explica que un club profesional tuviese que anular una convocatoria de Junta General de Accionista porque la misma no se ajustaba a las modificaciones contenidas en la nueva Ley? ¿O cómo se puede justificar el hecho de que, en las horas previas a un partido, el equipo estuviera pendiente de que una bordadora terminara su trabajo a destajo para que los futbolistas lucieran la indumentaria correcta? Y como esos, por desgracia, hay muchos ejemplos más que causaron hilaridad, al tiempo que hirieron el orgullo de una afición que no ha desertado del Heliodoro… sino que la han ido sacando a empujones del Estadio. Y no solo por la trayectoria deportiva de la entidad, sino también por los despropósitos relatados de manera cotidiana por los medios informativos.
Y si el plano social arroja un saldo negativo, qué podemos decir del plano económico, con unos números más rojos que la bandera de la extinta Unión Soviética. Casi cincuenta millones de euros tiñen de rojo pasión la deuda del Tenerife. Los que sucedieron a Javier Pérez tiraron por la ventana del Callejón de Combate -qué designación callejera tan certera para un club como el nuestro- el poco crédito que les quedaba para el año 2005. A las habituales declaraciones desafortunadas de los dirigentes se sumaron algunas incorporaciones al consejo de administración que constituyeron la esclarecedora prueba del algodón del nivel de degradación al que llegó la entidad.
Y pese a todo, interesa
Pero hete aquí que, superados todos los registros de los despropósitos posibles y con la sociedad siguiendo dócilmente las indicaciones que le remiten hacia la meta de su desaparición, surge de manera inopinada el cimiento que sustenta nuestro criterio de que el Tenerife es diferente. Porque ya nos explicaran ustedes cómo se entiende que una entidad moribunda sea capaz de generar la rebelión de determinados medios informativos contra la enajenación del patrimonio del club o las disputa protagonizadas por varios empresarios autoproclamados sinceros amantes del equipo. O cómo se digiere que hasta la intocable CajaCanarias haya recibido algún palo por el camino.
El Tenerife, moribundo y todo, interesa. Y por ello sostenemos que el Tenerife es diferente. Y lo es tanto que su anuario 2005 resulta incompleto porque, iniciado el 2006, este club que supera los 80 años de edad vive los momentos más cruciales de su historia reciente. El Tenerife es tan grande y diferente que nos obliga a cerrar su análisis anual con una frase propia de los medios informativos de carácter diario: “Al cierre de nuestra edición, el Tenerife seguía vivo”. Y ante la posibilidad de su salvación, tal y como sucedía en aquellas películas que formaban parte del tópico Spain is different, uno se va para casa con un profundo dolor en la entrepierna.
Unas cifras que asustan
El CD Tenerife presentaba a 30 de junio de 2005 una deuda neta total de 44.902.764,50 euros y presentó, por tercer año consecutivo, un balance global negativo del ejercicio. Así, la campaña se cerró con casi siete millones de pérdidas, que se suman a las acumuladas en los dos años anteriores. Y aunque la situación heredada de Javier Pérez no era excelente, Pérez Ascanio puede presumir de haber engordado la deuda neta de la entidad en casi veintidós millones de euros (de 23.552.706,66 a 44.902.764,50) en sólo tres años. De hecho, el CD Tenerife se encontraba el 30 de junio de 2005 en causa de disolución, al presentar un patrimonio negativo de casi 30 millones de euros (29.997.170 €). Y lo que es peor, entre los acreedores se encuentran diferentes clubes españoles (al Villarreal le debe un millón de euros por Marioni, al Barça más de ochocientos mil por el traspaso de Bermudo…), por lo que si no abona esa deuda, que supera los tres millones de euros, podría ver bloqueada la posibilidad de realizar fichajes. Vender la Ciudad Deportiva por menos de 16 millones de euros no parece la solución (si acaso un parche) y traspasar jugadores a bajo precio (1.200.000 euros por Vitolo) tampoco va a sanear las arcas blanquiazules.