El 11 de enero de 2006 es una fecha para enmarcar en la historia de la UD Las Palmas porque su enorme agujero económico de más de 60 millones de euros quedó solventado con la Junta General de Acreedores tras un largo año de intervención judicial en el que la figura del magistrado Juan José Cobo Plana ha tenido mucho que ver para que el sentimiento de un equipo siguiera vivo.
El corazón amarillo ha vuelto a latir. El juez Cobo Plana ha logrado que el sentimiento siga vivo y no se haya apagado por culpa de la mala gestión de algunos dirigentes que años atrás despilfarraron todo lo que llegó a sus manos sin pararse a pensar en las graves consecuencias que eso acarrearía. Una nueva etapa se ha iniciado en la entidad grancanaria, que ahora respira por si sola con un corazón fuerte y sano. A muchas personas habrá que agradecer que la entidad se haya salvado cuando todos la daban por muerta. Pero aún queda mucho recorrido por andar para llegar a ser aquel equipo de solera, respetado en el fútbol español. Sólo se ha dado el primer paso, el más importante. La asignatura pendiente ahora es lograr el renacer deportivo, pues el equipo sigue inmerso en las tinieblas de la Segunda División B, con un nuevo proyecto al frente del cual está el entrenador serbio Josip Visnjic y del que todos esperan que sea la primera piedra para llegar hasta lo más alto del balompié nacional.
Si nos paramos a mirar hacía atrás, la UD ha ido de fracaso en fracaso en las últimas temporadas, lo que ha llevado el descontento a una afición que ya está cansada de tanto sufrir por el equipo y que, de momento, prefiere mantenerse al margen. Las gradas del nuevo estadio de Gran Canaria siguen sin llenarse hasta la bandera, como sucediera antaño con el vetusto Estadio Insular. Sin ir más lejos, la UD Las Palmas firmó la peor campaña de toda su historia en la temporada 2004/2005, en el que David Amaral y luego Carlos Sánchez Aguiar dejaron huella de su inoperancia al frente de una plantilla que ni tan siquiera fue capaz de clasificarse entre los cuatro primeros del grupo. El conjunto amarillo acabó la Liga en la séptima posición, a diez puntos del Universidad, dejando para los colegiales el título de mejor equipo grancanario de ese curso.
La cadena de males venía de lejos y se había materializado con anterioridad con dos descensos consecutivos. Primero, con Fernando Vázquez se perdió la categoría de oro en la 2001/2002 que tanto había costado conquistar. La Primera División para la UD fue un paso fugaz en el que solamente Sergio Kresic fue capaz de defender el prestigio amarillo. Pero tampoco el proyecto de Yosu Uribe en la 2002/2003 dio resultado en un club que ya empezaba a vivir situaciones comprometidas en el tema económico que motivó incluso la huelga de sus futbolistas. La llegada de nuevos directivos a la cúpula del consejo trajo consigo la idea de crear un proyecto canario con una base de jugadores de la tierra y, sobre todo, con un entrenador canario: Juan Manuel Rodríguez. Pero está visto que en el fútbol nadie es profeta en su tierra y que cada vez son menos los dirigentes que tienen paciencia. La cantera no respondió en el momento más delicado y los resultados tampoco. La toma de decisiones fueron cada vez peores y eso llevó a que el equipo amarillo cayera con sus huesos en la maldita categoría de bronce, la Segunda División B, donde ahora se debate.
Nadie se acuerda de la UD Las Palmas en este fútbol arcaico y sin sustancia. Es cuestión de que acabe un ciclo y comience otro. Lo importante es que el color amarillo de su camiseta seguirá sudando y dando guerra por los campos de fútbol del territorio nacional con la ilusión puesta en que un nuevo ascenso se produzca el próximo verano. El fútbol grancanario siempre ha sido referencia y la UD Las Palmas es un símbolo de identidad para el isleño de un valor incalculable. ¡Arriba d’ Ellos!